En breves, probablemente a lo largo del entrante mes de Abril, estará lista la antología resultado del certamen Steam Tales de ediciones Dlorean, en la que participo con mi relato El azul del cielo. Por el momento, ya es posible reservar ejemplares en la web de Dlorean por un precio reducido.
¡Qué ganas tengo de hacerme con el mío!
jueves, 28 de marzo de 2013
lunes, 11 de marzo de 2013
El monstruo en mí, de Ignacio Becerril Polo
Ignacio Becerril nos engaña en El monstruo en mí. Nos promete un monstruo, una aberración, pero cerramos el libro y nos quedamos con la sensación de dejar en la estantería un muestrario, un álbum plastificado lleno de retales de humanidad.
A lo largo de esta antología de terror con agradables visos de ciencia ficción, descubrimos que el autor no guarda ningún monstruo en su interior, sino un febril anhelo de confirmación de identidad, una renuncia declarada a los instintos que nos bestializan.
Y es que, para colmo, Ignacio Becerril es un optimista incurable... ¿Monstruo? Si lo había al inicio, es vencido tras cada golpe de efecto, tras cada inspirada nota al pie, hasta que de la fiera no queda más que una mascota domesticada, un peut etre que sirve de recordatorio de lo que se esconde tras la renuncia a la humanidad.
Aquí una de esas notas al pie que comento, acerca de la frase de los grabados de Goya:
Si «el sueño de la razón produce monstruos», ¿qué es lo que produce el sueño del corazón? ¿En qué nos convertimos cuando desterramos de nuestra vida la compasión, la bondad, la humanidad más esencial...?Estructuralmente, encontramos tres novelas cortas entrelazadas con unas cuantas historias breves, hasta un total de nueve escritos. Los relatos quedan en el recuerdo y cumplen con creces los requisitos para acompañar a las tres novelas cortas, pero definitivamente quedan ensombrecidos por estas últimas, que son hablando claro una auténtica gozada.
En La ciudad inhabitada se cruzan el terror cósmico de Lovecraft y los personajes de la narrativa contemporánea en un mosaico que desemboca en género, con todas las letras. Los que disfrutéis con cualquier variedad del fantástico sabréis a qué me refiero, conoceréis esa sensación cuando lees algo de un escritor que disfruta leyendo las mismas cosas que tú.
Casa ocupada ha sido definida por Juan Laguna -y creo que en este caso su entusiasmo es sincero, por mucho que sea también el editor de esta antología (ed. Saco de huesos), o precisamente por eso-, como «la mejor historia de casas encantadas que he leído en castellano» (estoy parafraseando de memoria, podría no ser exactamente así). Yo lo digo con lo boca pequeña, porque no he leído tantas historias sobre el tema como para sentar cátedra, pero aun así lo digo: hasta el momento es la mejor historia de casas encantadas escrita en castellano que he leído. Ese terror puro, tierno, macabro, inocente... el tipo de contradicciones que si es bien llevado da pie a las buenas historias.
Y, para cerrar el libro, El hombre que soñaba con mariposas. Una historia de rumbo cambiante (¿sabía Ignacio a dónde se dirigía cuando la comenzó?), con apariencia aglomerada, como si los giros argumentales fuesen añadidos uno sobre otro sin mucha claridad... y al final, cómo no, el final. Y para el lector imaginativo la imagen mental de Nacho sonriendo, sabiéndose vencedor y diciendo: Pensabas que no lo lograría, ¿verdad? Pensabas que la historia no merecería la pena, pero la merece. Y tanto que la merece: sin lugar a dudas mi preferida.
En cuanto al apartado formal de la obra, debo decir algo que puede sonar peor de lo que es, así que leed el párrafo hasta final. Ahí va: no me gusta cómo escribe Ignacio. Sin conocerle personalmente, creo que es alguien capaz de mirar durante media hora al cielo, a un arroyo, al vuelo de las cigüeñas. En sus historias no hay diferenciación entre cosas relevantes y cosas irrelevantes: todo importa, todo merece ser escrito, y eso hace que el ritmo decaiga a menudo, que las páginas pierdan fuerza en algunos momentos, y que a veces leamos palabras sin obtener, a cambio, lo que veníamos buscando: una historia. En esto pensaba a mitad de La ciudad inhabitada. Y tras terminar la antología, la sensación fue la misma que al terminar esa primera lectura: ¡A la mierda las formas! Sí, es un aspecto que no me gusta de sus relatos... Pero no me importa. ¿Y qué si no me gusta cómo escribe, cuando me gusta tanto lo que escribe?
Pero ese, el ritmo, es el único aspecto negativo que puedo achacarle. La prosa, por mucho que a veces sea algo clásica, es muy correcta y por momentos rica en imágenes mostradas con inteligencia. Los relatos están trabajados, y por encima de todo, las reflexiones del autor y de sus personajes dan sentido a una antología con un mensaje detrás, algo que es muy de agradecer. Probablemente no haya mejor baremo que la sensación que nos deja un libro al dejarlo en la estantería. Como dije al principio, un muestrario, un álbum plastificado lleno de retales de humanidad. La humanidad de Nachob, como se hace llamar por el mundo electrónico, y la nuestra. Y entre esos retales el recuerdo de aquél monstruo que creemos domesticado y que aun así, en una lucha constante y día a día, a duras penas mantenemos a raya... la mayoría de las veces.
sábado, 2 de marzo de 2013
Ciencia blanda, ficción dura
Un buen amigo, de esos a los que se les perdonan los arranques de filosofía a partir de la tercera cerveza, me dijo que la sociedad es, en su mayoría, minoritaria. No sé si la acuñaría él o si sería una cita que no capté, pero en cualquier caso qué rabia que una frase así no se me ocurriera a mí. Salvo para un par de grupúsculos que nunca cambiarán, y tras superar ese instinto organizador que tan incrustado está en la biología de nuestras mentes, resulta reconfortante pensar en el conjunto humano como un grupo de minorías en convivencia, un... me morderé la lengua y evitaré usar la palabra crisol; mejor repito lo mismo: las minorías son mayoría.
Si esto puede parecer cierto en campos como la política, la sociedad o la cultura, no lo es menos cuando se trata de los géneros, en este caso literarios. Y es que la minoría, después de todo y como invento humano que es, resulta estar subordinada a esa mente organizadora tan nuestra, y el esquema en que se organiza tiene forma fractal.
Si lo analizamos, podemos partir por ejemplo del mecanismo del lenguaje, el medio de la escritura, y si seguimos aumentando la escala y escogiendo entre las distintas ramas nos encontramos con la literatura, de la cual la narrativa, y así la ficción, el género (pan)fantástico, y el de ciencia ficción. Y cuantos más aumentos aplicamos, más minorías hay, y con más ahínco se trazan unas fronteras ya difusas por la óptica de la lente: ciencia ficción blanda o social, biopunk, space western... La paradoja reside en que, para que las minorías existan, la lógica organizativa debe mandar. Y uno de los principios más básicos de la agrupación es el siguiente: para pertenecer a un grupo, debes compartir sus atributos característicos.

¡Al loro, que no estamos tan mal!: que nadie se confunda; hay mucho space western (y muy bueno), que entra perfectamente en el género de la ciencia ficción, como es el caso de la serie Firefly o del manga Trigun. Pero también hay mucha ficción considerada como ciencia ficción que, sencillamente, no cumple los requisitos.
Pero es normal que se dé este desconocimiento. Después de todo, ¿cuáles son los requisitos? O, por decirlo de otro modo:
¿A qué podemos llamar ciencia ficción?
Hagamos un pequeño ejercicio de contextualización.
Mary había oído a su marido y al doctor Polidori hablar acerca de las investigaciones de Luigi Galvani y Erasmus Darwin, quienes teorizaban sobre el uso de la electricidad como catalizador en la reanimación de la carne muerta, y habían conseguido inducir movimientos en cadáveres mediante la correcta aplicación de impulsos eléctricos.
Isaac había crecido rodeado de las revistas de la tienda de su padre, las cuales tenía que leer con cuidado para que después pudiesen ser vendidas. En ellas los robots eran seres despiadados, y el futuro era un lugar desolado y apocalíptico. Él, por otro lado, pensaba que la ciencia estaba abocada a traer un nuevo mundo lleno de maravillas para la sociedad.
Philip se encontraba en constante estado de alerta. Su tratamiento con pentotal sódico no justificaba aquellas visiones, y el colgante en el cuello de aquella mensajera, mostrando el símbolo del pez cristiano y la mística vestica piscis, se le antojaba como el catalizador de su nuevo estado de percepción. Dudaba de su salud mental, es cierto, pero al mismo tiempo debía creer como cierta su doble vida como cristiano perseguido durante el siglo primero, así como las comunicaciones con V.A.L.I.S., el ente extraterrestre super inteligente.
Mary Shelley trasladó su curiosidad y sobrecogimiento a su novela Frankenstein, elucubrando sobre ese avance tecnológico y adelantándose a conclusiones que todavía no se habían asentado: ¿funciona el cuerpo en base a estímulos eléctricos? Además, incorporó un importante fondo moral: ¿Puede el hombre crear vida sin atentar contra la propia naturaleza de esta?
Isaac Asimov dotó a la mayoría de sus obras de un intenso positivismo. ¿Por qué debería ser un robot una criatura diabólica, un enemigo? ¿Acaso no podrían ser ayudantes funcionales y amigables? Y, dado el caso, ¿qué les diferenciaría de los humanos? También vio con buenos ojos la polémica energía nuclear, y más tarde se interesaría (entre infinidad de otros temas) por un futuro en el que la energía pudiese ser un bien inagotable.
Philip K. Dick pobló sus escritos con personajes paranoicos, tramas de destinos inciertos y una realidad con fronteras, cuando menos, difusas. ¿Hasta qué punto hay semejanza entre el mundo que nos rodea y la imagen que nosotros percibimos de él?

Y todo esto nos lleva al mismo punto: la ciencia ficción es el género de la especulación, el género del ¿y sí...? el género de las ideas. Si la fantasía en un sentido general es el género de la maravilla y la imaginación (me viene a la mente Michael Ende), dentro de este encontramos la épica o espada y brujería como el género del heroísmo, los valores y las grandes aventuras (Ursula K. Leguin, Michael Moorcok). El terror fantástico, como el género del estremecimiento sobrenatural e irracional (Clive Barker, Stephen King). Y la ciencia ficción como un batido de imaginación y razón, en el que principios plausibles nos causan esa maravilla de la fantasía o ese estremecimiento del terror.
Rod Serling dijo: la fantasía es lo imposible hecho probable. La ciencia ficción es lo improbable hecho posible.
Para terminar, os dejo con esta reflexión de Philip K. Dick, que en unas frases condensa mucho mejor que yo el propósito de este artículo: En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como "un relato, novela o drama ambientado en el futuro", desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. ¿Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia... Sin embargo, la aventura espacial carece de la nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alternos. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia ficción?
miércoles, 13 de febrero de 2013
Seleccionado en el I Concurso de relatos STEAMTALES
Toca celebración: menuda alegría me he llevado al enterarme de que la editorial Dlorean ha publicado dos días antes de lo previsto la relación de ganadores del I Concurso de relatos Steamtales, pero sobretodo al encontrar mi nombre encabezando la lista.
Este es el texto que hoy mismo ha publicado la editorial en su web:
Por fin podemos anunciaros los ganadores del I concurso de relatos Steamtales.
Suena a tópico decir que ha sido dificil, que hay mucho nivel y que muchos relatos muy buenos se han quedado fuera, pero es que es así. Hemos disfrutado mucho leyendolos todos y hemos sufrido sobremanera al tener que seleccionar a los elegidos. Habeis demostrado tal nivel que hubiera dado para hacer dos antologías. ¡Sois la leche!
Bueno, no me enrollo más que lo estais deseando, estos son los afortunados:
El azul del cielo, Pedro Moscatel
El corazón púrpura, Manel Güell
Novygorod convulsa, Francesc Barrio
El abordaje, Javier Araguz e Isabel Hierro
La última voluntad de Fredrik Foxter, Angeles Mora
La venganza tiene rostro de diablo, Ana Morán
El último confín, Victor Nuñez
Las máquinas de Von Klein, Led Marlow
La caida de Rodas, Alejandro Ros
La delgada figura de un caballero, Alejandro Morales
El misterioso caso del documento robado, David Monzón
Jaque Mate, Fernando Fantin
Los doce seleccionados formarán parte de la antología acompañados por otros cinco relatos de nuestros autores Dlorean.
El moderno prometeo, Alexis Brito Delgado
El extraño caso del crimen del señor Linder, Miguel Angel Naharro
My Steampunk Army, Raúl Monntesdeoca
Segundo de Dios, Nestor Allende
El niño de engranajes y tuercas, Joaquin Sanjuan
17 relatos, a cada cual mejor, que componen una antología magnífica que podremos disfrutar en las próximas semanas.
Pronto podreis ver la portada de la antología y las fechas de publicación.
Saludos a todos y gracias!
Sobre Dlorean Ediciones
La editorial comenzó su andadura ayer mismo, como quien dice, en 2012. Es una editorial enfocada sin el menor reparo a la literatura de género, lo que últimamente es especialmente refrescante, tras el cierre de algunas editoriales españolas de ciencia ficción, terror y fantasía. Con una evidente influencia y pasión por el pulp y el mundo del cómic, en Dlorean ya han publicado títulos en dos de sus colecciones, Savage y Ciudadela, dedicadas al género de aventura que caracterizó el pulp y a la fantasía épica, respectivamente, y han anunciado una línea dedicada al Steampunk (de la que esta antología formará parte) y otra a la ciencia ficción light, por el momento. Veremos con qué nos sorprenden a continuación.
jueves, 7 de febrero de 2013
La hora del mar, de Carlos Sisí
Cuando me enteré de que PriceMinister nos ofrecía a los bloggers la oportunidad de elegir de entre una selección previa uno de los libros aparecidos en 2012 para leerlo y comentarlo en nuestra web, la decisión fue bastante sencilla. Elegí La hora del mar, del malagueño Carlos Sisí, porque era el único libro de la lista que cumplía dos importantes condiciones: era literatura de género, y además de un autor español.
Carlos Sisí se ha labrado un nombre en el mundillo gracias al espaldarazo que le proporcionó su serie Los caminantes, en la que al más puro estilo de Max Brooks y su Guerra Mundial Z, nos mostraba su idea de lo que sería el apocalípsis zombie en la soleada joya del sur. No he leído esta saga, por lo que tenía curiosidad por ver cómo se defendía Carlos frente al teclado, especialmente en este nuevo libro suyo en que se desmarca de la temática zombie.
Este es el texto de la contraportada:
Unos días antes de la noche de San Juan, los océanos de todo el mundo se llenan de peces muertos. El fenómeno llama la atención de las agencias medioambientales, que no encuentran explicación alguna. A bordo del barco Vizconde de Eza, un grupo de biólogos y geólogos parten hacia el Mediterráneo parra realizar un informe, pero acaban asistiendo, con infinito horror, a una de las experiencias más increíbles de toda su vida.
Al mismo tiempo, los fondos marinos explotan: una cadena de seísmos submarinos asola los mares con fatales consecuencias en las costas. Esto, sin embargo, es sólo el principio de una serie de acontecimientos que pondrá a la Humanidad en jaque a medida que ésta se enfrente a un inesperado adversario: el planeta Tierra.
La hora del mar es una alucinante propuesta del autor de la aclamada saga «Los Caminantes». Carlos Sisí ha vuelto a dar forma a una elaborada trama que no da un instante de respiro y nos transporta, página tras página, hacia un final sorprendente.
Lo primero que se nota al adentrarse entre las páginas de La hora del mar es un aroma inconfundible a thriller de manual. Emulando a gente como Harris, Grisham, Chricton o Brown, el autor despliega todo el arsenal de trucos habituales del género, manteniendo la intriga (a veces demasiado) y dosificando las escenas para marcar un ritmo decididamente cinematográfico. Sisí domina la descripción de las escenas de acción, al más puro estilo de Verhoeven y sus tropas del espacio (tan diferentes de las de Heinleim), pero sabe marcar el contrapunto mediante un desarrollo impecable de sus personajes.
Tanto es así, que cuando pretende que odiemos a uno de ellos lo consigue sin problemas, para al capítulo siguiente hacernos admirar a otro recién aparecido. Algunos destacan sobre los demás: Pichou, Merardo y Koldo forman un trío de ases, a grandes rasgos todo lo que esta historia necesitaba para ser redonda. Pero, tal vez por cumplir con los estándares de extensión, o quizá por una preferencia que no pudo remediar, Carlos Sisí incluye una larga subtrama en los Estados Unidos que, pese a ser sobresaliente (buenos personajes, geniales diálogos y mucha y muy bien llevada acción) parece metida con calzador, hilada con el resto de la trama (que transcurre en la península) como si a un jarrón de arcilla ya terminado se le añadiese un pegote de barro simplemente por no desaprovecharlo.
Es por esto que la novela alcanza en su edición rústica las quinientas y pico páginas, adoleciendo de un desarrollo bastante cansino y sin apenas información que ensucia la impecable ejecución del principio y el final de la novela. De esto, del final de la novela, me encantaría hablar abiertamente, pero me no quiero revelar la trama. Mi opinión: ...descafeinado, pero aprueba. Un seis sobre diez con opción a alegato.
Por lo demás la edición es sobresaliente, y tan solo se encuentran un par de erratas menores. En cuanto al estilo, como ocurre a menudo con los escritores de thriller, el autor utiliza un lenguaje que de simple le hace caer en la repetición de palabras, hasta cuatro y cinco veces en algunos párrafos, lo que por otro lado no ocurre con demasiada frecuencia.
Personalmente, no me ha gustado la divagación sobre la teoría de cuerdas que el autor ha puesto en boca (más bien en mente) de uno de los personajes, un divulgador científico, para más señas. Aquí se ha metido en camisa de once balas, dejando ver su ignorancia sobre el tema, lo que es una lástima cuando sobre otras cuestiones como las militares y geológicas se ha documentado a conciencia. Hay muchos otros errores de física elemental a lo largo de la novela, pero a estos hay que darles el pase en pro del argumento.
Siempre y cuando os guste el género —a mí me ha llegado a recordar a la peli setentera Capricornio Uno—, podréis disfrutar de La hora del mar, en la que Carlos Sisí se muestra a la altura de cualquier otro escritor de thriller internacional.
sábado, 19 de enero de 2013
El pianista mató a la pequeña flor
Manuel González caminaba de bandazo en traspiés, con una mano ensangrentada bajo el fajín carmesí y la otra, todavía apresando el revólver, dedicada a buscarle apoyo en las paredes del callejón. Un brillante saxo soprano gemía tras la puerta abierta del B Note Cafe, y su sonido llegaba hasta nosotros al tempo de una marcha fúnebre para dos. Había algo heróico, mesiánico quizá, en su manera de aguantar en pie, como un tambaleante cristo de chaqué bajo el peso de una cruz invisible.
—Detente, Manny. Es el fin.
Creo que hubo algo en mi voz, más allá de las palabras, que detuvo su caminar. Manny había descubierto una mano perdedora, y no quedaban fichas en su lado de la mesa.
—Te he disparado Joe. Te he volado la mano.
—Sí, viejo amigo, lo has hecho, pero ahora eso no importa. Está olvidado.
Fue un derrumbe lento, como la demolición de un gran rascacielos. Se deslizó más que cayó, de espaldas a una pared que tiñó del rojo de las amapolas.
—¿Por qué, Manny? ¿Por qué hoy, por qué aquí?
Tosió en la cara de la muerte, asperjando de sangre su pechera adornada de blanco marfil.
—Te he jodido la mano, Joe. Te la he jodido de verdad. Parece que ninguno de los dos volverá a tocar el piano.
—Ahora todo ha pasado. Ahora ya puedes decírmelo, ¡tienes que decírmelo, Manny! ¿Quién te contrató?
—No lo entiendes. Tenía que hacerlo, Joe, tenía que hacerlo o le harían daño. Fredo la quería para él, quería poner sus sucias zarpas sobre mi pequeña.
—¿Qué dices, Manny? ¿Quién es esa chica de la que hablas?
—Yo no lo sabía, no podía saberlo. Ella me había prometido que dejaría esa vida, que cantaría solo para mí, Joe. Me lo prometió.
—¡Dímelo, Manny, dime quién es ella!
—Mi floresita... —masculló en castellano, y pareció disfrutar del sabor de ese último aliento, mientras su mirada cristalizaba en algún lugar bien lejos del sucio callejón.
No tuve presencia de ánimo para cerrar sus párpados. El pobre diablo había muerto mirando directamente al rostro de la felicidad.
Pistola en mano, me encaminé hacia la entrada principal del B Note Cafe, siguiendo el ritmo de la melodía del saxo con cada paso. El cartel bramaba en letras anchas y negras:
«
FREDO VANELLI & the Big Humming Band»
. Y debajo, en letras más pequeñas: «
Con la voz de Rita Ríos, la Petite Fleur».
Entré al local destrozado y me aproximé a la barra. Al calor de la melodía, me serví un whiskey doble y me derrumbé sobre uno de los taburetes como si aquel fuese el último rincón que quedase en el mundo. Éramos los únicos que seguíamos en aquel lugar, si solo se contaba a los vivos: solos yo y el saxofonista. Alcé mi copa hacia él cuando a lo lejos empezaron a oírse las sirenas, pero no me prestó atención, y por supuesto no paró de tocar la misma melodía. Aquel enorme negro de ojos cálidos y rostro duro tocaba el saxo con las manos ensangrentadas, lloraba lágrimas como puños mientras contemplaba el rostro helado de la felicidad. Decidí que aquello era algo que valía la pena contemplar, y me uní a él. Esperé a la policía sin apartar mis ojos de los de Rita Ríos, la Petite Fleur, la floresita.
Entró un teniente, desarmado.
—Dios mío... —dijo, quitándose el sombrero ante la macabra escena.
El saxofonista interrumpió su canción y le dedicó una breve mirada. Se limpió las lágrimas del rostro para reemplazarlas por una sangre que no era la suya, y volvió a tocar aquella melodía que ninguno de los tres podríamos olvidar jamás.
miércoles, 16 de enero de 2013
Dali en televisión
Vuelvo tras un parón invernal con una de esas rarezas documentales que se encuentran en la red por puro azar. Los que tengáis un inglés fluído lo disfrutaréis mucho más, ya que los subtitulos no captan muy bien el tono del discurso.
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