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miércoles, 27 de octubre de 2010

Eros ex machina: Cupido y las letras

"Finalmente una asistente le había hecho pasar a la consulta médica de la joven y hermosa Lucía. 

"Perdone por el calor, señor Álamo"
Según entraba en la sala, con paso lento y calculado, la veía mirarle por encima de aquellas gafas tan serias, que dejaba ligeramente caídas hacia la punta de la nariz. El sudor recorría su rostro, y a pesar de tenerlo recogido en un apretado moño, algunos mechones de su cabello empezaban a soltarse sobre sus mejillas, apelmazados en su frente y ondulados junto a sus labios, donde el calor y la humedad de su aliento los había encrespado. Ya que lo preguntas, era morena.

-Perdone por el calor, señor Álamo, la calefacción lleva días averiada.- suspiró con su grave y suave voz, mientras se abanicaba distraídamente con su mano izquierda y aflojaba el cuello de su blusa de seda.- Por favor póngase cómodo- añadió señalando el diván.

-Si no le importa, prefiero la silla- “me gusta mirarle a los ojos”, quiso haber dicho Ulises, siguiéndole el juego. El muy iluso se creía un galán. Capullo…

-Como prefiera- contestó con falsa frialdad Lucía, evitando su mirada.- Cuénteme cómo le ha ido la semana. ¿Se ha vuelto a repetir?

Lucía se levantó lentamente para abrir la gran ventana que tenía a sus espaldas. Mientras la psicóloga daba bocanadas del revitalizante aire de lluvia y se soltaba el apretado moño, Ulises contempló sus fuertes muslos estilizados por las medias y la corta falda de traje gris. Cerca de sus caderas, se apreciaba la silueta del liguero.

-La verdad es que sí. Me ocurrió hace dos noches- contestó por fin mientras Lucía se giraba y rodeaba lentamente la mesa para sentarse frente a él. Un escalofrío recorrió la nuca de Ulises mientras las suaves piernas de Lucía se cruzaban a pocos palmos de su rostro, dejando sonar el leve roce de la tela.

-Cuénteme su sueño- susurró la joven. Ulises podía ver cómo su generoso pecho subía y bajaba rítmicamente bajo la suave seda que lo cubría, empapada en sudor.

-Estaba en una especie de estanque, sumergido casi entero en el agua. Se acercaba una joven. Parecía flotar más que andar, y llevaba los ojos vendados.

-¿De modo que ella no le vio a usted?

-No, pero debía de saber que estaba allí, porque se acercó a mí, se desnudó y se sentó al borde del estanque, como esta usted ahora, frente a mí- Ulises se dio cuenta de que Lucía había cerrado los ojos.

-¿Y qué ocurría a continuación?- susurró ella suavemente, mientras echaba su cabeza hacia atrás y separaba lentamente las piernas.

-Sin saber por qué, - susurró también Ulises, mientras acariciaba los ardientes muslos de Lucía, sus manos ascendiendo cada vez más y levantando su falda mientras ella se recostaba sobre el escritorio y atraía con sus manos el rostro de Ulises hacia sí – la agarraba de la cintura…- su boca estaba a sólo un paso de aquél húmedo y caliente trozo de tela - … y entonces…

-¿Y entonces?- casi gritó Lucía, mientras finalmente envolvía el cuello de Ulises con sus temblorosas piernas y se abandonaba al mórbido placer que éste le otorgaba.

“Ardíamos hasta la muerte” pensó Ulises, mientras su lengua horadaba." 


En éste fragmento de un relato más largo, que escribí hace ya un buen tiempo, asistimos a la onírica ensoñación de un hombre enamorado de su joven psiquiatra. Ulises, en realidad se encuentra todavía en la sala de espera de Lucía, dejando volar su calenturienta imaginación.

El protagonista padece graves problemas psicológicos, por lo que pretendía dotar al relato de una gran introspección. Y, ¿qué mejor manera de adentrarnos en la mente de alguien que escarbar en sus más profundos deseos?

Esta deducción más o menos lógica, que en un primer momento parecía tener mucho sentido, me llevó irremisiblemente a escribir los citados párrafos, que adquirieron un tono... en fin, podéis verlo por vosotros mismos.

¿Pero a qué viene todo ésto?

Preparad el hielo y el agua fría, porque el post (off topic, con ésta ya van dos entradas sin hablar de El rebaño del lobo) viene calentito...


El sexo en la literatura

"Lo siento cariño, creo que vuelves a tener los pies fríos"
Evidentemente, el romance no sólo lo encontramos en las novelas románticas. En casi cualquier relato de género, nuestro héroe (o villano), ya sea un corsario o un espía, una médico voluntaria en un lejano país en guerra o un periodista desentramando una complincada intriga empresarial, corre el grave peligro de enamorarse. Esto es así, por mucho que tratemos de evitarlo, para emoción del lector y complicación del escritor. Porque éstos personajes tan enamoradizos tienden a ponernos cuesta arriba las cosas, a enredar nuestras tramas hasta entonces perfectamente hiladas (o eso creíamos) y a dificultarnos en definitiva la ya de por sí complicada tarea de escribir.

Se admiten apuestas...
Ah, l'amour...

De modo que, antes de que nos demos cuenta, éstos personajes que parecen haber tomado vida propia deciden parar en el puerto más cercano, o relajarse por un momento en tierra de nadie, o reservar una suit en el Ritz, o... en fin, lo que quiera que hagan los investigadores de la prensa económica cuando quedan prendados de una atractiva becaria.


E indefectiblemente llega el sexo.

Del frío...

Hay tantas formas de escribir sobre el tema como escritores. Tracy Hickman, co-escritor de la célebre saga de la Dragonlance (amén de mormón y miembro activo de su congregación) nos dice en uno de sus pies de página de la edición anotada de las Crónicas de la Dragonlance:

Tracy Hickman
“Los detalles puntuales sobre quién pone qué mano en dónde, y si algo pulsa o late, no añaden nada a la historia ni nos dan un conocimiento más profundo de los personajes. Además, el sexo es una de esas cosas que lo pierde casi todo cuando se reduce a palabras en una página o a fotogramas en una pantalla. A mí, el sexo en un relato dámelo siempre en una buena escena de botas”

Con lo de “escena de botas”, alude a aquellas escenas en que vemos al hombre descalzarse sentado en el borde de la cama, antes de que un oportuno cambio de escena, vuelta de página o caída de telon mantengan el asunto dentro de la denominación de apto para todos los públicos.

Ésta actitud ante el sexo la hemos visto y leído a conciencia, debido tanto a la censura (directa o autoimpuesta) que ciertos medios exigen como simplemente al gusto personal del escritor. El último ejemplo de lo que yo juzgo “una buena escena de botas”, lo leí recientemente en la novela póstuma de Michael Crichton, Latitudes Piratas (gracias otra vez por el regalo chicos):

Michael Crichton
"-Sois un canalla -espetó ella escupiendo agua-, sois un bastardo, un bribón, un malvado granuja y un maldito sinvergüenza.
-A vuestro servicio -dijo Hunter, y la besó.
Ella se apartó.
-Y un presuntuoso.
-Y un presuntuoso -aceptó él, y volvió a besarla.
-Supongo que ahora pretendéis forzarme como a una mujer cualquiera.
-Dudo -dijo Hunter quitándose la ropa mojada- que sea necesario.
Y no lo fue.
-¿A la luz del día? -se escandalizó ella, pero esas fueron sus últimas palabras inteligibles. 
[Fin del capítulo]"


...pasando por aguas templadas...

Aldous Huxley

A mitad de camino entre el descafeinado de sobre sin azúcar y el moka al estilo irlandés (con nata y barquillo), no puedo pasar por alto el genial uso del sexo en la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley (uno de los grandes), donde se nos muestra una sociedad en que el tabú del sexo ha sido erradicado, hasta el punto de que en las mismas guarderías y colegios se alienta a los niños a practicar estos “juegos sexuales” como una actividad social más, quirúrgicamente separada del “repugnante” amor.

Si todavía no lo habéis hecho, no dejéis de leer esta genial novela.


...al calor.
 
Jean M. Auel
Pero hay que reconocerlo: los pulsos y latidos citados por Tracy Hickman los encontramos a menudo (a veces para nuestra sorpresa) en cualquier género. 

Un ejemplo (por escoger uno entre muchos) lo tenemos en la novela histórica: me refiero a la archileída saga Los hijos de la tierra, de Jean M. Auel, donde en algunos pasajes se nos pormenorizan ciertas facetas de las relaciones humanas del paleolítico de un modo que haría enrojecer al señor y a la señora Picapiedra.

No sé cuales serán los gustos personales del gran público, pero en mi humilde opinión cualquier descripción fálica o genital en general no debería sobrepasar jamás el párrafo de extensión. 

Dicho queda.


Conclusión

La verdad es que yo he disfrutado tanto leyendo escenas directamente descriptivas como simplemente sugerentes.

En cuanto a escribir, supongo que también he escrito entre los dos extremos, aunque personalmente prefiero no abusar de la descripción si no hay un buen motivo para ello. ¿Cuales pueden ser los motivos que me induzcan a introducir éstos pasajes? Por ejemplo, dotar al texto de realismo (estaríamos condicionados por el tono general del texto), o a una escena en concreto de una pizca de crudeza adicional (siempre y cuando sirva para enriquecer a los personajes, no para aumentar la lívido del lector). 

"Como se entere Asimov..."
No veo las escenas de sexo en una novela como algo romántico, sino pura y llanamente físico. En mi opinión el romance entre dos personajes lo interiorizamos cuando lo advertimos en sus gestos, sus diálogos, pero desde luego no en sus habilidades o imaginación amatorias. Rosemary puede dejar caer su brazo todo lo lánguidamente que juzgue oportuno y en el ángulo que prefiera, pero eso no contribuye especialmente a convertirla en la Feliz y Amadísima Señora de [insertar apellido de galán descamisado de novela romántica victoriana].

¿Qué preferís leer? Y, dado el caso, ¿Qué os gusta escribir? ¿Escenas tórridas que chamusquen los bordes de las páginas, o insinuantes y elegantes escenas de botas?





lunes, 25 de octubre de 2010

Contexto: Correción política y desambiguación de la guerra


"En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario."
George Orwell




¿Dónde está el limite para el escritor? ¿Puede permitirse éste convertir la ficción en su púlpito?

Cabe aclarar un par de cuestiones más o menos relacionadas con la cita que he elegido para esta entrada, breve pero concisa como la mayoría de las reflexiones que nos legó uno de mis escritores preferidos, autor de la archiconocida 1984 (novela que os recomiendo encarecidamente).

Que nadie se lleve a engaño, no me considero ni mucho menos un abanderado de la verdad; mi intención no es la de cambiar el modo de pensar o actuar de nadie y nunca lo ha sido.

Por otro lado, en El rebaño del lobo, la trama discurre dentro de un contexto de conflicto, una situación que para muchos podría llegar a ser políticamente incómoda. Pensando sobre las consecuencias de este hecho, me vinieron en su momento a la mente dos conceptos a priori encontrados: integridad versus corrección política. 

Quizá todo dependa de cómo los definamos.



La integridad (en un sentido ético) y tomándome la licencia de utilizar mis propias palabras, la definiría como la consecuencia entre nuestros valores y actos, ésto es: la capacidad o defecto de cumplir en la práctica los principios que consideramos correctos o indicadores de virtud en la teoría o el discurso.

En cuanto a la corrección política, por ser un concepto un tanto escabroso reproduciré aquí la definición que proponen los usuarios de Wikipedia:

La corrección política o lo políticamente correcto es un término utilizado para describir lenguaje, ideas, políticas o comportamientos que se considera que buscan minimizar las ofensas a grupos étnicos, culturales o religiosos. El término se usa también en un sentido más amplio para describir la afiliación con la ortodoxia política o cultural. En forma similar, el término políticamente incorrecto describe a aquello que podría causar ofensa o ser rechazado por la ortodoxia política o cultural de un determinado grupo.
El término y su uso es altamente polémico. Suele utilizarse con un significado peyorativo o irónico por quienes expresan preocupación por que el discurso público, la ciencia o los ámbitos académicos puedan estar dominados por puntos de vista excesivamente acríticos con determinado postulado.”


Dando por echo que queremos ser personas íntegras, ¿Es conveniente la corrección política?

Sí, es conveniente en un sentido sano, si nuestra intención es la de no ofender sensibilidades por el simple placer de herir o dañar.


Y en un sentido más difuso moralmente, es conveniente si queremos mantener contentos a determinados sectores sociales o de poder, (o incluso a individuos) porque así obtendremos un beneficio personal, incluso cuando para ello sacrifiquemos nuestros principios e integridad.


Atención a la cursiva: digo conveniente, que no convenido (al menos por mí). Pues en mi opinión lo preferible sería no sacrificar nuestros principios pero sí beneficiarnos de las ventajas de ésta correción política, en un sentido sano. 


¿Cómo ser íntegros y políticamente correctos en el caso de que nuestros principios sean contrarios a la opinión de ciertos sectores?


En un prinicipo puede parecer que sencillamente no existe ningún modo. Sin embargo, todo es muy relativo. Mi opción, por ejemplo, ha sido la de la abstracción. No vierto opiniones directas en mi novela, salvo por voz de los personajes, y en éste caso no necesariamente tengo por que compartir dichas opiniones. Si alguna opinión subjetiva puede extraerse de la narración, ésta en todo caso se deducirá de la libre interpretación que cada uno haga de los hechos que yo muestro, por mucho que éstos puedan o no parecerse a la realidad. 





¿Entonces, tiene mensaje El rebaño del lobo?

Me gusta pensar que sí. Pero no un mensaje de colores o banderas, sino un mensaje de valores y humanidad. Una pequeña llamada a la atención de quien leyendo la novela, comparta conmigo una sensación de peligro, un peligro que no sólo encontramos en la ficción, sino también de manera cada vez más preocupante en telediarios y prensa. 



Nota: Las imágenes (salvo error) son fotografías veraces de conflictos reales y actuales o relativamente actuales como la guerra de Irak, las tensiones en la frontera de Gaza o la crisis de Georgia. Las imágenes han sido descontextualizadas, ajenas a cualquier intencionalidad política o reivindicativa, y en ningún momento pretenden ofender o molestar a ningún lector o visitante del blog.  

martes, 19 de octubre de 2010

Nihil desperandum: ¿En qué estado se encuentra el rebaño del lobo?

"-¿Qué haces tanto tiempo delante del ordenador?
 -Escribo.
 -¿Y  qué escribes?
 -Mi libro.
 -Ah, ¿Pero no lo habías terminado ya?"


Es un error común para quien no conozca el proceso de redacción de una novela pensar que ésta se escribe de principio a fin, y que cuando uno termina ésta está realmente terminada. ¿Lioso? Intentaré explicarme.

El manuscrito tiene un principio y un fin, y una barbaridad de letras negras y espacios en blanco que llenan todas las páginas que hay entre las tapas de encuadernación de librería (porque -y esto es prácticamente inevitable- deseando ver nuestro libro como algo físico que podemos tener en nuestras manos hemos corrido a imprimirlo a la tienda o papelería más cercana); está “terminado”.

Pero el trabajo acaba de empezar.

Todavía hay incoherencias de trama que aún no hemos identificado, el ritmo varía a veces, y quizás algunos personajes no han quedado tan “cuadrados” como nos habría gustado. ¿Qué ocurre?

Ocurre que no hemos terminado de escribir nuestro libro: estamos en la última pero no menos importante fase, en la que deberemos pulir todos los pequeños detalles.

Si hemos sido aplicados y hemos recabado información sobre el tema ya sabremos esto de antemano, por lo que no nos cogerá por sorpresa... o quizá un poco sí. Sabíamos que era frustrante, que mucha gente deja sin terminar sus proyectos precisamente en esta fase, que el trabajo pasa de ser completamente creativo a una rutina para la que no estábamos preparados… lo sabíamos, pero no lo sabíamos.

No éramos plenamente conscientes de ello, y para nosotros (sobre todo si no hemos sido aplicados y no conocíamos este proceso) era una idea lejana, un mero trámite antes de que nuestro libro estuviese en las imprentas.

Por eso coinciden tantos escritores en la importancia de la constancia, la implicación y la fuerza de voluntad como atributos imprescindibles para el buen escritor.

Si se me permite una pequeña apreciación, yo especificaría un poco más: estas habilidades no forman necesariamente a alguien que escribe buenos libros, pero sí a alguien que los termina aceptablemente. 

Y ese es el punto en que se encuentra El rebaño del lobo, pendiente de un último empujón que me haga verlo terminado, sí, pero sobre todo completo.

sábado, 16 de octubre de 2010

Sinopsis: ¿De qué trata el rebaño del lobo?

"El murmullo del río era tranquilizador, casi soporífero. Junto al tenue y agradable calor del sol de mayo, la sensación era la de un tierno abrazo. La hierba estaba fresca y verde, y el ambiente en el parque a la vera del cauce olía a las miles de sustancias que pueblan el aire primaveral. La situación no podía ser más idílica. 

Julia lloraba. No había tenido el valor para suicidarse."

Según lo previsto, y salvo cambios de última hora, todo indica que estos serán los dos primeros párrafos de El rebaño del lobo, si es que finalmente termina imprimiéndose.

Pero para entender la novela en sí, mejor será que explique qué me llevó a escribirla. Hace ya un tiempo (puede que un par de años), un buen amigo mío con mucha imaginación me hablaba de un sueño que había tenido, en el que él era el último superviviente de la ciudad tras un gran cataclismo nuclear. En su sueño, mi amigo sobrevivía entre las ruinas de la ciudad, luchando contra fuerzas invasoras con sus pocos recursos.

No dejaba de ser un peut-être, un quizá evidentemente alocado, pero reconozco que aquella noche, en aquellos momentos de reflexión que preceden al sueño, recordé aquella fantasía suya y no pude sino imaginarme en esa situación. ¿Qué ocurriría si un pequeño grupo de adolescentes fuesen los últimos supervivientes de su ciudad? ¿Qué comerían? ¿Dónde dormirían? ¿Asaltarían los comercios repentinamente desatendidos? ¿Sería para ellos el paraíso, un enorme patio de juegos, o la ciudad acabaría convirtiéndose en su cárcel?

Mi intento por responderme a mí mismo esas preguntas fue lo que poco a poco devino en mi primera novela: El rebaño del lobo.

En aquél momento, yo escribía una inocente ópera espacial (para quien no conozca el género, incluye básicamente aquellas historias de naves espaciales, planetas y rayos láser que se salen de los cánones de la ciencia ficción). La trama, repleta de retruécanos y subtramas, era visiblemente demasiado ambiciosa tratándose de mi primera novela. Por lo tanto adopté la costumbre de dedicarme a El rebaño del lobo cada vez que me sentía bloqueado escribiendo aquella larga y laberíntica novela que parecía no finalizar nunca (y que sigue inacabada).

No escribía con mucha constancia, ya que para mí escribir no dejaba de ser una afición. Durante muchos meses el manuscrito de ambas novelas cogía polvo en una carpeta, mientras intermitentemente me dedicaba no solo a esos sino a muchos otros proyectos, sin nunca terminar ninguno. Finalmente, tras muchísimo tiempo sin atender el manuscrito, volví a él, y en apenas dos meses terminé el primer borrador. Fue la primera vez que plasmé un FIN a una novela, y para quien no lo haya vivido diré que es una experiencia irrepetible. No obstante, como explicaré en otras entradas, esas tres letras no son ni mucho menos el final del trabajo.

Lo cuento de éste modo, porque por el momento no se me ocurre un modo mejor de explicar el argumento sin quizá desvelar demasiado.

Baste saber que un grupo de jóvenes sobrevive en soledad en una ciudad desierta y semi destruida, ciudad que a aquellos que me conozcan sin duda les resultará familiar. No sabemos por qué, y hasta aquí puedo leer.

Más información en entradas siguientes.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una humilde presentación

"Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar al otro margen, el otro margen es lo que importa."
José Saramago

En primer lugar, bienvenidos a éste espacio que, sin pretensiones, me he decidido a crear para compartir con todos vosotros mis experiencias en la que dicen es una vivencia obligada para todos: escribir un libro. En píxeles plasmaré, si el tiempo me lo permite y  la dedicación no me abandona, todo el esfuerzo, pero también las recompensas que implica abordar la confección de una novela, así como el gran sueño de todo escritor novel: la publicación.

Pero vayamos por partes.

¿Qué es El rebaño del lobo?
El rebaño del lobo es, amén del nombre de éste blog, uno de los proyectos que más me ha entusiasmado en mucho tiempo: mi primera novela, la misma que espero ver algun día publicada, y que ojalá tú que ahora lees estas líneas puedas tener algún día entre manos si ese es tu deseo. 

¿De qué tratará este blog?
En éste blog hablaré principalmente sobre mi novela, El rebaño del lobo, así como de mis experiencias intentando publicarla, pero también de otros proyectos todavía en el tintero, así como de cualquier cosa relacionada con el mundo del arte y la literatura, pero especialmente todo aquello que pueda interesar a los escritores noveles en general.

En futuras entradas ahondaré en la novela, así como en qué me llevó a escribirla, cómo fue el proceso, y aquello que tanto miedo y al mismo tiempo tanto anhelo despierta en nosotros los novatos: la edición.

Sin más, tan sólo espero que la ilusión con que acometo este proyecto llegue a traducirse en buenos momentos para todos aquellos que decidáis dedicarme algunos minutos de vuestro tiempo.

Un saludo.