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sábado, 28 de enero de 2012

S.O.P.A., P.I.P.A., A.C.T.A.... ¡Y mi novela en porretas!

Pero qué rabia da cuando las cosas podrían haber salido bien... yo tenía una novela planeada, y siempre me decía: escríbela, Moskatel (porque yo de pensamiento me llamo por el apellido, raro que es uno), escríbela antes de que se le pase el arroz. Y es que era una novela que tenía su momento, y ese momento era hace dos o tres años.

Ains...


Antecedentes
 Eran tiempos de cambio. La fiebre del reageton daba paso a la resaca propagandística post 11S y 11M. La web2.0 se desperezaba; casi nadie sabía lo que era un tuit, y yo comenzaba a averiguar a las duras (¿acaso hay otra forma?) lo que eran un pico y una pala.

La música estaba alta, como siempre.
"Escucha [insertar nombre de colega]. El verdadero problema de la sociedad virtual no será la individualidad; esta estará garantizada. El problema, el auténtico problema, será la privacidad. Derecho a una privacidad no vulnerada... y derecho a una privacidad que garantice la impunidad."
"¿Impunidad ante qué?"
"Ante la guerra. Todos esos ataques de Denegación de Servicio, los hackeos de las embajadas y las grandes corporaciones... ¿por qué no? Tendrás que defender tus derechos, o tal vez quieras vulnerar los de alguien. Cuando lo hagas, más te vale que no te relacionen con tigo."
"¿Conmigo?"
"Con tu identidad real. O si lo prefieres, con la identidad legal que te liga con el censo de un estado."

Qué bonito, qué antisistema, qué punki y qué todo. Pero era una tendencia palpable, se notaba en ciertos sitios de la web, en esos dashboards británicos que aparecían alguna vez en las noticias, en aquellos grupúsculos de bromistas anónimos, sin rostro ni edad.

Por algún lado tendrá que reventar la cosa. Esto es lo que piensa un aficionadillo a la ciencia ficción, como yo. Ni que decir tiene que imaginar una de las posibles formas en que reventaría, y darle a todo un buen toque de sci-fi, me parecía una manera cojonuda de rellenar unos cientos de páginas entre dos tapas de cartoné.


La idea
Este es un extracto de los apuntes que escribí, el bosquejo de lo que se trataría en la novela.:


 1.    Descripción
 a)    Novela corta.
 b)    La sociedad se ve reflejada en su paralelo informático. Un grupo de insurgentes va a la guerra contra los medios de control de la red en pos de una revolución de las libertades del individuo.
 c)    Año: 2065

 2.    La era de la red:

 2.1.    Identidad:
Cada persona tiene una identidad paralela en la red, la que verdaderamente le representa y mediante la que ejerce su trabajo, sus relaciones, su vida, en definitiva. El convenio internacional de la red prohíbe el uso de más de una id por individuo físico, a pesar de que los Hacker continuan luchando por la derogación de ésta ley.
 2.2.    Vivienda:
¿Dónde vives? Tengo uno de aquellos host virtuales, en Housedotcom. ¿De veras, y puedes permitírtelo? A duras penas, ya sabes cómo funciona. Sí. Yo sigo inscrito en el host social... Joder, lo que daría por ser de House.

La vivienda física ha perdido importancia. Por muy poco dinero, la inmensa mayoría vive en pequeños cubículos, donde no precisan más que cama, ordenador, y cuarto de baño. Sin embargo el host o hosts en que el individuo puede publicar la información que desee, crear un negocio u ofertar su actividad (por ejemplo como ilustrador, programador, redactor, etc) son lo que más se aproxima al concepto virutal de vivienda.
 2.3.    Trabajo:
Los sectores de prensa, comercio, publicidad, transportes, etc, se coordinan a distancia,     mediante ids virtuales. El antiguo modelo de proletariado ha desaparecido: el trabajo manual está completamente automatizado, las máquinas son mantenidas y reparadas por programas de rutina, la única labor humana es la revisión y mantenimiento de dichos programas.
 2.4.    Sistema legal:
Los comités de empresa han aumentado su influencia sobre la clase política, yendo el interés de los dueños de empresas de electrónica y punto com de la mano de los intereses de los gobiernos.
 a)    El Convenio Internacional de la Red:
Llamado simplemente “el Convenio”, está controlado en su mayoría por las mayores empresas y grupos económicos, sectores a los que no conviene que la libre difusión  de la información dé fuerza a la comunidad. Dicta leyes represivas para cohartar la libertad de la comunidad.
 b)    Hackers:
Subversivos, sin más organización que la acción espontánea, defienden la libre difusión de información, el fin del Convenio y sus leyes, así como la separación de los poderes económico y legislativo en los distintos gobiernos de cada país.
 c)    La comunidad:
Término con el que se autodenominan los menos favorecidos por el nuevo orden, quienes según dicen los ideólogos de la revolución de la red merecen obtener un trato justo.



Como ya he dicho, es solo un extracto de un documento que no era sino una amalgama de ideas enumeradas y apenas elaboradas. Pero la idea estaba allí: una novela (del argumento ni os cuento) que mostrase las inquietudes que ya se veían venir (la lucha por la libertad en la red) de un modo fantástico y especulativo, pero en cierto modo cercano.


La novela en porretas
Pero apuré demasiado. "El año que viene la escribo". Y el año que viene dio paso al siguiente, y este al que venía a continuación... y la novela se quedó con las vergüenzas al aire, desnuda y sin "chicha". Si hubiese salido hace dos años, por ejemplo, o incluso ahora mismo, todavía podría haberme adelantado un poco a la tormenta mediática... pero de escribirla ahora, una vez saliese a la calle sería agua pasada, harina molida.

Cosas del momento.

Esta imagen del colectivo Anonymous terminó de hundirme en la miseria. La "World Wide Web War I"... ¿sabíais que mi novela se iba a llamar "World War Web"?

El tema me atraía porque, como buen especulador aficionado, quería tratarlo cuando aún era pronto, cuando la nieve virgen estaba sin pisar y podía andar sin seguir las huellas de nadie. Ahora ya... ¿cómo escribir sobre esos Hackers sin pensar en Annonymous? ¿Cómo sobre el Convenio sin pensar en A.C.T.A.? Sería escribir una historia que ya está escrita... y eso estropea el reto, y por tanto la diversión.

Perdí el tren esta vez...

¡Qué emocionante es que la ciencia, la propia historia, el mundo, vayan tan deprisa... y qué soberana putada que le dejen a uno la imaginación en porretas!

domingo, 15 de enero de 2012

Relato: A la distancia de un parpadeo



―Recuerdo las pesadillas que me atormentaban en mi niñez –dijo entonces sin venir demasiado a cuento, dejando reposar a un lado del cenicero la colilla casi extinguida mientras con un lánguido gesto de la mano removía los hielos de su copa vacía-. Todas y cada una de las noches, todas, sin descanso, me atormentaban aquellos desvaríos infantiles, aquellos monstruos sin rostro, bestias inimaginables que lo peor que podían hacer era, con mucho, terminar con tu vida.

―¿Acaso no es eso lo bastante terrible? –dije yo, dejando que mi vista vagase sobre el revuelto desván.

―No, amigo mío, no lo es. ¿Qué horror hay en soñar con un peligro de muerte, cuando despertamos y nos descubrimos con vida y a salvo?

―Supongo.

―Sí, supones… -agitó de nuevo los hielos, y como si en ese preciso instante fuese en el que se diera cuenta de que la copa llevaba siglos vacía, estiró la mano para alcanzar la agonizante botella y servirse otra-. A veces me despertaba tan solo para dormirme de nuevo y tener otra pesadilla. Tres, cuatro, cinco pesadillas en una noche… y al día siguiente las recordaba todas.

―No creo que eso sea posible.

―Puede que te cueste creerlo cuando no lo has vivido. Es más, me jugaría la mano a que sí lo viviste.

―Te aseguro que la perderías.

―Ah, pero es que pudiste vivirlo y no recordarlo. ¿Cómo sabes que cada noche no sueñas con horrores fuera de toda medida, que a la distancia de un parpadeo no acechan las mayores angustias que puedas concebir?

―Nunca sueño –mentí.

―Sueñas, querido amigo. Claro que sueñas, o de lo contrario estarías muerto, o desquiciado, o quizá primero esto y luego aquello. Todos soñamos; pero no todos tenemos la suerte de recordarlo una vez nos sacudimos las legañas.

―Aunque fuera así, no estoy seguro de que fuera precisamente una suerte.

―Claro que no. No mereces saber lo que es  porque no lo comprendes, y no lo comprendes porque no has tenido la suerte de experimentarlo.

―Otra vez: suerte. ¿Es una suerte que esas horribles pesadillas te persigan aun despierto y de día? Di más bien maldición.

―¿Maldición? ¿Sería para ti una maldición contemplar las fauces del fondo marino, por terrible que esto sea? ¿Sería una maldición sondar los desiertos del planeta rojo, aun cuando entrañase un peligro mortal? ¿Acaso no sería más bien una bendición asomarte para contemplar con tus propios ojos el interior de un agujero negro, habiendo a mi juicio pocas cosas más horribles en este universo, y a la vez tan hermosas? Ese terror es un pequeño precio a pagar a cambio de hoyar las tierras que he hoyado, a cambio de contemplar los evos y conversar con las multitudes de seres que aguardan tras el estrecho velo de la consciencia.

―Eso son locuras. No son sitios reales, no son seres reales. Son sueños, imaginaciones.

―¿No son reales? Me consta que jamás has estado en el polo norte.

―No, no he estado.

―Y sin embargo, es real.

―No es comparable. No he estado allí, pero he leído sobre él, he visto imágenes… y todo estando despierto.

―Desde luego, desde luego, el Polo norte existe. Pero tú no lo has percibido directamente, no has estado allí, y sin embargo es real para ti debido a una relación, por así decirlo, en segundo o tercer grado.

―Sí.

―Del mismo modo, son reales las tierras que he visitado, las vidas que he soñado. No por sí mismas, pero sí en la medida en que han pasado a formar parte de  mí y de mi experiencia humana.

―De acuerdo –dije algo agotado ya de tanta y tan efectista retórica-. Te daré la razón a condición de que continúes. 

―Solo quería que comprendieses que mi capacidad no es una maldición, sino que en efecto es una suerte.

―Una suerte que te roba el descanso y con él la salud.

―Puede ser. También nos roba el descanso vivir, ya sea trabajando en una fábrica o subiendo a la cima de una montaña. ¿No puedo yo cansarme del mismo modo cabalgando un pegaso o derribando los muros del valhalla, volando sobre los andes o enamorándome de una actriz?

―Supongo que cada cual es muy libre de considerar el insomnio una bendición, por raro que esto sea.

―Desde luego es algo infrecuente, eso no lo niego.

―Pero también decías antes que el horror no era tal; que no puede asustarnos aquello que se desvanece al despertar.

―Y así es.

―Entonces…

―Entonces, ¿cuál es la parte mala?

―Sí.

―En esta vida hay cosas peores que el  miedo. Lo sabrías, de haber vivido más.

―¿Más que alguien que no ha salido de este desván en los últimos seis años?

―Reconocerás que aun así te llevo ventaja, si contamos las horas que has malgastado durmiendo para después olvidarlo todo.

No tenía sentido llevarle la contraria.

―Hay cosas peores, ya lo creo –continuó-. Las pesadillas infantiles están inundadas de monstruos y enemigos, todos más o menos determinados, pero siempre ajenos. Quizá sea porque aún no conocemos del todo el mundo que nos rodea, quizá aún no hayamos identificado las formas que realmente causan pavor. Eso llega más tarde, en la vida adulta. Es entonces cuando las pesadillas traspasan esa poco definida barrera de lo ajeno y pasan a ilustrarse con terrores mucho más propios.

―No te sigo.

―Lo sé, desde luego.

―Voy a hacer como si no hubieses dicho esa última frase, ¿estamos de acuerdo?

―Desde luego –repitió con aquella irritante expresión en el rostro.

―Por ejemplo, cuéntame cuándo tuviste tu última pesadilla, y cómo fue.

―No me hará falta irme muy atrás en el tiempo. Apenas unas horas antes de llegar tú me he despertado en mitad de un sueño, cuando la tensión emocional ha sido demasiado violenta. Desde luego, y como de costumbre, antes de despertarme por completo, en esa fase entre la consciencia y la inconsciencia he repasado de nuevo y revivido cada parte de mi sueño para almacenarlo en mi memoria consciente y añadirlo a mis experiencias vividas en lo que tú llamas realidad.

―¿Y de qué iba el sueño?

De qué iba… como el que comenta una película –refunfuñó expresando su disgusto con una mueca-. Si lo que quieres es una sinopsis… era capturado y juzgado injustamente por un crimen no cometido; una vez subsanado el error, no sabría decir cuánto tiempo después pero pareció una eternidad para mí, era demasiado tarde: en cierto modo había perdido la razón; era apenas una sombra de quien fuese años atrás, y el daño era a estas alturas irreparable. Fue entonces cuando desperté, con el pulso acelerado todavía y la angustia asomando a  mi garganta en gemidos y lamentos –dió un largo trago a su copa con aire afectado, para posar después su mirada en mí–. Veo la indiferencia en tus ojos. Comprendo que no lo entiendas, después de todo no esperaba que lo hicieses. Pero eso no lo hace menos insultante.

―No pretendo insultarte.

―Tampoco estoy seguro de que pretendas comprenderme.

―Está bien –dije llevándome una mano a mi palpitante sien–. Explícamelo, hazme entenderlo.

―Para eso tendría que forzar tu mente como se fuerza la virtud de una muchacha.

―Eso es sencillamente repugnante.

―Calma, calma, mi querido y obtuso amigo. Es solo... un peut etre, un suponer.

―Me pregunto si acaso sabes lo que es disfrutar de una mujer. Fuera de tus sueños, desde luego.
Recibió el golpe en silencio, bebiendo con amargura de su copa y apuñalándome con su mirada herida.

―Sigo esperando –le conminé a hablar.

―Y esperarás eternamente, si no haces más que faltarme al respeto y alardear de tu hombría, como si esto fuese una de las vulgares tascas que sin duda frecuentas, allá en el mundo real. Deberías saber que tuve una juventud, como todo el mundo. Sencillamente los placeres de la carne nunca fueron, por así decirlo, un bocado digno de mis apetencias. Claro que eso no me impidió picotear por aquí y por allá, por simple gula, ya sabes.

―Dime lo que he venido a escuchar, por lo que más quieras.

―¿Tan pronto? Confiaba en que charlásemos durante un rato más –dijo contemplando con incertudumbre su copa, de nuevo vacía.

Quité el seguro de mi Springfield 1910 de nueve milímetros. 

―Pero qué orador estás hecho… ¡Me has convencido de nuevo! –exclamó divertido.

―Dónde está.

Escribió la dirección en una servilleta de papel. A él le dejé en aquel mugriento desván, nadando en su locura, la araña enredada en su propia red. Cogi un avión esta misma mañana, y un taxi me llevó hasta la solitaria urbanización.

Apareció al primer timbrazo, enmarcada entre las blancas jambas de madera pintada como un ángel que mantuviese abierta la entrada al paraíso. Allí estaba el rostro que llevaba viendo toda mi vida adulta; aquél rostro que mis ojos veían hoy por primera vez.

―Hola, Jody.

―¿Le conozco? –preguntó ella, con esa amplia sonrisa que tantas veces me había hecho estremecer en sueños.

―No lo creo –dije-, pero yo sí que te conozco bien a ti.

Desenfundé el arma. Quité el seguro. Contemplé, complacido aunque aterrado, el modo en que se dilataban sus pupilas.

―Te conozco muy bien, Jody. Jodídamente bien.

La encañoné, aunque ese no era el estilo de Jody. Ella prefería matar limpiamente. Estrangulamientos, venenos lentos… a su horrible modo, era tan metódica en sus crímenes como el más exigente de los artistas.

―Aunque debo decirtelo: ojalá no te hubiese conocido nunca.

Mi mano temblaba sobre su sien. Yo no era un asesino; ella lo era. Y sin embargo… demasiadas veces había contemplado en mis sueños aquellas atrocidades, aquella frialdad con que Jody torturaba y eliminaba a todo aquel que cayese en su red. La viuda negra, así la llamarían los periódicos, si no fuese tan jodidamente lista.

Tan lista…

―No matarás a nadie más, Jody.

―Hijo de puta… -dijo finalmente, ahora que la bonita sonrrisa se había borrado para siempre de su rostro-. ¿Pero cómo… ?

―No lo creerías –dije antes de que la bala se incrustase cuatro metros más allá, en el suelo de parquet.

Y era cierto. ¿Cómo podría nadie creerlo? ¿Cómo puedo creerlo yo mismo? ¡Piedad! ¿Quién puede dar crédito a este loco, que ha tenido que matar a una asesina para que sus horribles crímenes dejasen de visitarle en forma de horrendas visiones en mitad de la noche?

Declaración de los hechos  firmada por el acusado a diez de Julio de 1994, facilitada a este periódico con motivo del reportaje sobre el misterioso caso de "la Viuda Negra”.

martes, 3 de enero de 2012

Seleccionado para la X Convocatoria Calabazas en el Trastero: Catástrofes Naturales



Pues efectivamente, el penúltimo día del año leí la feliz noticia, y aún ahora (tras las uvas y los brindis, los polvorones y la eterna noche del primero de enero) sigo igual de ilusionado que entonces. Ilusionado no solo por publicar otro relato, mi segundo en papel, sino especialmente porque llevaba un tiempo detrás de publicar en esta antología, a la que ya envíe un relato para la convocatoria anterior (Día de Difuntos), aunque con peor suerte entonces.

Calabazas en el Trastero -no es la primera vez que hablo del tema- es una antología periódica que recoge en papel trece relatos de terror fosco -no es la primera vez que prometo explicar lo que es el fosco y luego no lo hago-; organiza la  Biblioteca Fosca, y de la edición se encarga Saco de Huesos.  

Os dejo el comunicado:

 Estimados lectores:

Después de largas deliberaciones, ya tenemos la composición para la décima antología de Calabazas en el Trastero, cuya temática es "Catástrofes naturales". La lista de relatos incluidos en la antología es la siguiente (por orden alfabético):


Chicxulub, la cola del diablo (Ángeles Mora)

El último hombre sobre la tierra (Tomás Blanco Claraco)
El último tuareg (José María Pérez Hernández)
En la orilla (Raelana Dsagan)
Fobia (Óscar Muñoz Caneiro)

In anima vili (Borja F. Caamaño)

La cruz del hambre (Pedro Moscatel)
Naturaleza uno (José Luis Cantos Martínez)
Niños de mameyes (Jorge Eugenio López-Rivera)
Noa reflejada (Jorge Asteguieta)

Noche estrellada (Pedro López Manzano)

Pangea sumergida (Juan Ángel Laguna Edroso)
Toque de difuntos (Santiago Sánchez Pérez (Korvec))

El libro contará con un prólogo, cortesía de Nocte, del escritor Miguel Aguerralde.


La publicación de este número está prevista para febrero del 2012.


Os recordamos que podéis suscribiros a Calabazas en el Trastero en papel por un mínimo de tres números por 6 euros ejemplar (gastos de envío incluidos) o disfrutar de la revista en formato digital, tanto en ePub como en PDF, por tan solo 2 euros. Tenéis más información en
http://sacodehuesos.com/calabazas-en-el-trastero

Muchas gracias a todos por hacer posible este proyecto.


Juan Ángel Laguna Edroso
Editor
Saco de huesos, SL
www.sacodehuesos.com

Así que el 2011 ha terminado estupendamente, la verdad. Si se me permite un minuto de egocentrismo, diré que vamos de buen año, que es una frase cojonuda que se dice poquísimo últimamente. La publicación de El rebaño del lobo, la impresión de este relato (que por cierto se llama La cruz del hambre), la de El ejército de luz, seleccionado para la I Antología Descubriendo Nuevos Mundos, algún que otro relato más en publicaciones electrónicas, y mucho trabajo: catorce relatos y una novela han salido en 2011 de mi teclado.

No es mucho si lo comparamos con los éxitos y el trabajo de ese ejército de escritores profesionales, de ese mar de gente que se dedica mejor que yo a lo que más me gusta en este mundo y de la que todavía tengo mucho que aprender. Pero sí me parece lo bastante como para pensar que (poco a poco) vamos empezando; y si esto no nos lleva a ninguna parte, disfrutaré el camino, del mismo modo que lo he disfrutado durante estos primeros y torpes pasos.

A lo tonto modorro, que se dice a veces, y aunque sea a trancas y barrancas, este blog está durando más de lo que yo mismo imaginaba. Empezó allá por... [consulta las estadísticas de blogger, con cierta culpabilidad al darse cuenta de que no las comprobaba en siglos] ...septiembre del 2010. Hay que ver...

Soy de los que piensan que desearle a alguien que 2012 vaya mejor que 2011 es tan peligrosamente ambiguo, aleatorio e indiscriminado como desear que marzo vaya mejor que febrero. Además, este deseo es bueno únicamente al cincuenta por ciento; el otro cincuenta consiste en un incómodo recordatorio de lo malo que debieron ser 2011 o febrero. Por lo tanto, a vosotros que leéis, no os deseo un feliz año 2012... sencillamente espero que no seáis desdichados (ni este año ni cualquier otro), y os deseo mucha suerte en todo lo que emprendáis. No suena tan bien, pero es mucho más de lo que suele ser común. Y si parece poco, supongo que puedo desearos un feliz siglo veintiuno :P.