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sábado, 21 de junio de 2014

El bosque de las historias I

Cuando llegué me encontraba exhausto. El sudor frío me empapaba la camisa y los pies me hervían dentro de los zapatos, llenos de rozaduras y ampollas. Me aflojé la corbata, me lancé la chaqueta del traje por encima del hombro y suspiré. «¡Ya ha pasado lo peor!» pensé, y me acerqué a la señal para enderezarla. 

—Bodhisattva literario —leí—, también se arreglan zapatos.

Pero no pude enderezarla porque no se quedaba en su sitio. Estaba clavada al poste de madera con un único clavo y era imposible dejarla en posición horizontal sin que girase otra vez sobre su centro.

—Es un cartel testarudo, el de este poste —salió una voz de entre los árboles, y al momento supe que se trataba de mi mentor, el que me convertiría en el mejor escritor vivo o muerto.

—¿Es usted el bodhisattva, el que se encuentra en posesión de la verdad absoluta? —dije, solo por confirmar lo que yo ya sabía—. ¿Me enseñará cuál es la manera única y verdadera de ordenar las palabras dentro de una frase? ¿Me dirá el número exacto de palabras que debe contener un párrafo? ¿Me mostrará el patrón por el que se cortan todas las grandes historias?

De donde había venido la voz salió a pasos largos uno de esos ancianos endurecidos. Esos poseídos por un último fogonazo de juventud, como el destello de una estrella que quema su último combustible antes de morir. Me dedicó la sonrisa protocolaria y distante que podría haberme dado el dueño de la librería de viejo de mi barrio.

—Y también arreglo zapatos, si te interesa.

Bajó la mirada hacia mis pies y consiguió que me sintiese avergonzado por el estado en que habían quedado mis zapatos tras la caminata.

—Le imaginaba de otra manera —dije con la esperanza de redirigir su atención.

—Entonces tú eres el único culpable de tu decepción.

Me fulminó con una mirada seria y neutra, observadora. Sonreí nervioso, y entonces rió con una alegría que me sorprendió por lo sincera.

—¿Por qué dijo que el cartel es testarudo?

Frunció por un momento el ceño como si yo le hubiese preguntado «¿es este el planeta Tierra?». Después señaló al poste y al cartel, este último girado noventa grados más de lo que se considera apropiado para una señal decente y respetable.

—Es testarudo porque hace que la gente incline la cabeza o intente ponerlo recto, como has hecho tú. Y esa gente solo quiere leerlo. Si lo que el cartel quiere es comunicar algo, ¿por qué ponerlo difícil?

—Igual el cartel prefiere que solo lo lean quienes se tomen la molestia de entenderlo. Eso hace más valioso el mensaje.


—Pero el mensaje es el mismo —dijo él—. Y cualquier idiota puede girar un cartel. ¿Qué me dices a eso?

No supe qué contestar.
 

jueves, 12 de junio de 2014

Ciencia y revolución en la Feria del Libro de Calatayud

Entrada rápida, la verdad es que se explica sola. Para los bilbilitanos que me leéis por aquí y para quien pueda acercarse, allí estaremos ;).