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martes, 15 de mayo de 2018

Mis libros preferidos

De un tiempo a esta parte ya no hago reseñas, quitando el duelo con L.G. Morgan y una humilde colaboración en Sagacomic, y es algo que echo mucho en falta.

A veces cierro un libro genial y me entran ganas de gritarle al mundo todo lo bueno que tiene. Otras, me apetece publicar mis impresiones buenas o malas sobre una novela que acaba de salir al mercado o que ha publicado un conocido. Si ya no lo hago es por pura falta de tiempo. O eso me digo a mí mismo. Y sin embargo es algo tan sano como divertido, con casi tanta importancia como la propia escritura.

Empecé a escribir reseñas para alimentar el blog y hacer al mismo tiempo callo y contenido; la mayoría de veces no eran más que una forma de reflexionar por escrito, un diálogo con uno mismo que de paso terminaba aquí. Y en cualquier caso no eran gran cosa: admiro mucho a los reseñadores de primer nivel que tiene nuestro fandom, con blogs de la talla de Rescepto, Sense of Wonder, el citado Sagacomic o Autopsias literarias del Dr. Motosierra, por citar solo algunos de mis preferidos. 

El caso es que aunque cuando me siento ante el portátil priorizo otras cosas (escribir novelas y relatos, para empezar), las ganas están ahí y yo necesito quitarme esa espina. Para empezar en este sentido, voy a desquitarme con veinte microrreseñas. No están todos los que son, pero a lo largo del tiempo las lecturas siguen acumulándose, los libros se recolocan en mi lista de preferencias personales y toca echar un vistazo atrás para contaros, en pocas líneas, por qué los siguientes son algunos de mis libros preferidos.

Allá vamos:


La casa en el límite

William Hope Hodgson, 1908
Esta novela es un descubrimiento reciente que me habría encantado leer cuando conocí a Lovecraft en mis primeros años de instituto. Imágenes poderosas, oníricas, ajenas, atemporales, extrahumanas. Horror cósmico antes del horror cósmico, literatura weird antes del weird, fantástico cuando este estaba en pañales y mucho sentido de la maravilla. Un crescendo que se le habría desarmado en las manos a cualquier otro autor nos eleva a cotas imaginativas que deberían haberse superado en estos ciento diez años desde su publicación. La novela, sin embargo, sigue perfectamente vigente.


Un mundo feliz

Aldous Huxley, 1932
Esta distopía es una de las primeras culpables de mi afición a la prospectiva, y de que todavía se me pueda encontrar bajo el nick de Aldous en algún que otro foro. Menos polarizada que el 1984 de Orwell (la comparación por excelencia), en mi opinión tiene un halo de amargura más pesimista que la del autor de Homenaje a Cataluña; no en vano Orwell se antoja un luchador con causa y Huxley ese enfant terrible que recorre el mundo primero y la mística después en busca de algo siempre inconcreto. En Un mundo feliz el enemigo se muestra más ambiguo e indeterminado, las advertencias o preocupaciones del autor son un poco menos evidentes pero calan quizá más hondo. Y por qué no decirlo, son menos susceptibles de ser tergiversadas hasta lo absurdo por las hordas neocon.



The shadow out of time

Howard Phillips Lovecraft, 1936
Publicado en castellano bajo muchos nombres y dentro y fuera de diversas recopilaciones, puede leerse en la reciente edición de Sportula, en formato bolsilibro, bajo el título de  En las sombras del tiempo. Se trata de uno de mis relatos preferidos del frikazo (y genio) de Providence, del que me atrajo lo onírico y me engatusó lo especulativo, muy por encima del terror y el suspense que también trabaja en sus cuentos. Esta historia es una de mis preferidas y lo es, precisamente, por la sensación de enormidad, de maravilla y fantasía desatada que me despertó en la adolescencia. Habla de descubrimientos más allá de los descubrimientos, de lo que culebrea en esa zona remota en la que no hay nada cuando miramos atrás en el tiempo, o a las estrellas, o al futuro, o a lo que está fuera de cualquier coordenada humana.

 

 

La Fundación

Isaac Asimov, 1951
De vez en cuando me doy de cabezazos al pensar que nunca podré volver a leer la trilogía de la Fundación por primera vez (o la pentalogía, o ya puestos toda la obra de este pedazo de escritor, divulgador, fandomita, miembro fundador de los Futurians y varias cosas más). En estos libros nos encontramos una idea tan loca y atrayente como la de aplicar las predicciones de dinámica de gases a las grandes masas de población y así poder anticipar el futuro de un imperio galáctico abocado a su ocaso. Por si esto no bastase, la narración nos atrapa y nos lleva en vilo a lo largo de una trama de relojero con personajes más memorables (si bien no muy carismáticos) de lo que se le admite normalmente a Asimov y, sobre todo, haciendo gala de un amor confeso y sin ambajes a la ciencia y el conocimiento.

Y bueno, además está lo de las patillas.


El guardián entre el centeno

J. D. Sallinger, 1951
El libro asesino, como pasó aquí en España con el rol y la katana. Más allá de la consabida leyenda negra (que podéis buscar online, si os interesan esas cosas) este es uno de esos libros que calan. Una clase maestra de diálogo, interno y externo, y no siempre explícito. Imbuído de ese desprecio por el nudo y el desenlace que caracteriza por igual a los grandes literatos y a los pretenciosos, Sallinger nos embarca en un viaje en espiral al interior del sumidero. En El guardián entre el centeno nos metemos en la piel de un adolescente escupido por el sistema y hacemos nuestra su rebeldía.

 

 

Las estrellas mi destino

Alfred Bester, 1957
El autor viaja cinco siglos en el futuro para revisitar el tema de la venganza. En una sociedad en la que la teleportación (el jaunteo, llamado así en honor a su descubridor) es posible, un hombre se libra milagrosamente de la muerte y vuelca todos sus esfuerzos en devolver la papeleta al capitán y la tripulación de la Vorga, la nave que podría haberle recogido pero hizo caso omiso de su petición de socorro. Una novela atrayente y atrapante, cínica, desprovista de héroes, villanos o maniqueísmo.

 

 

Los cañones de agosto

Barbara Tuchman, 1962
Rompiendo la norma del resto de libros de esta entrada, que son todos novelas o relatos largos, aquí tenemos un ensayo bélico. Eso sí: uno como no he leído otro, y que sin duda merece un hueco en esta lista tan personal como arbitraria. A Barbara W. Tuschmann hay que alabarle no solo su enorme labor historiográfica (que le mereció entre otros reconocimientos el Pulitzer por este mismo The Guns of August), sino también un talento innegable como narradora y divulgadora, capaz de contagiar a cualquiera su pasión por el tema tratado. En este libro parte de una tesis concreta: la de que la mayor parte del desarrollo de la Primera Guerra Mundial es una consecuencia directa de los movimientos y decisiones de este primer mes de agosto de 1914, antes del estancamiento y la guerra de trincheras. A lo largo de todo el libro y como cimentación y aderezo de esta tesis, nos muestra de manera magistral los diferentes planes y contraplanes de las fuerzas en liza, los contextos nacionales e internacionales y las implicaciones políticas o personales para los representantes de gobiernos y estados mayores. Para quien disfrute con un buen ensayo histórico, un libro muy recomendable. Para cualquier interesado en este periodo, un imprescindible.

 

 

Dune

Frank Herbert, 1965
Por razones sentimentales y subjetivas me es muy difícil hablar de este novelón sin evocar las sensaciones de epicidad, de grandiosidad, de mundo completo e inmersivo que me despierta cada vez que lo releo y que me remiten a la confección de mundos de El señor de los anillos de Tolkien (que se ha quedado fuera de esta lista porque así son las listas). Creo que, aunque todos estos veinte libros lo han hecho en mayor o menor medida, y siempre es capcioso identificar en uno mismo este tipo de cosas, Dune me ha influido mucho, muchísimo a la hora de escribir; especialmente, a la hora de escribir novelas. Si no lo has leído tienes que hacerlo.   


Ubik

Philip K. Dick, 1969
Atribuirle a la lisergia el alcance y la magnitud de las realidades que teje y entreteje Dick en cada una de sus historias y a lo largo de su obra sería denostar una mente potente, aguda e imaginativa que nos ha dado alguno de los mejores momentos de paranoica caza de la verdad en la ciencia ficción y que ha inspirado a toda una legión de creadores. Ubik es solo un ejemplo más de esta caza, al que hay que acercarse a sabiendas de que el autor no va a darnos todas las respuestas a las grandes preguntas que plantea la novela. Me parece, de hecho, que a él le habría encantado que le resolviésemos algunas de ellas.

(Leedla y, después, echadle un vistazo al programa que le dedicaron en Spoiler Club, que merece mucho la pena).

 

 

Cita con Rama

Arthur C. Clarke, 1973
Si algo hace bien Clarke es maravillar. En Cita con Rama asistimos a la aparición en el espacio próximo a la Tierra de un objeto gigantescode factura artificial y, presumiblemente, no humana. Lo que sigue es como una gran obra pictórica que ir asimilando pedazo a pedazo, que puede abarcarse de un vistazo pero no aprehenderse hasta que se pormenoriza, se disecciona, se la bebe descubrimiento a descubrimiento y detalle a detalle. Un magnífico portal de entrada al lado hard de la ciencia ficción, con el que (de manera inevitable y  a veces ingrata) comparar obras posteriores del subgénero.    


Los desposeídos

Ursula K. Le Guin, 1974
En su propio subtítulo original, An Ambiguous Utopia, Ursula anuncia lo que encontramos al leer la que podría ser novela cumbre de la ciencia ficción social (y muy posiblemente de toda la ficción anarquista, de hecho). Una utopía, sí, pero no una utopía edulcorada y acrítica, ni mucho menos idílica, sino un estudio serio de los posibles e inevitables males que podrían aparecer en una sociedad postrevolucionaria, descentralizada, igualitaria y libre (a saber: la burocratización, la autocensura, la fragmentación del ideal, la personificación de la revolución o la inercia recentralizadora, por mencionar algunos). Desde el Tao de Lao-Tse al apoyo mutuo de Kropotkin, las influencias políticas, sociales y en definitiva filosóficas de Le Guin se entretejen con su propio pensamiento y su aguda mirada para darnos una novela, además de inspiradora y apasionante por lo político, poderosa en sí misma por sus personajes, su épica y su alcance.


Pórtico

Frederik Pohl, 1977
Pórtico es oscura. Es reminiscente de obras como el 2001: Odisea en el espacio de Kubrick y Clarke. Es menos optimista que la mayor parte de las obras clásicas del género, una de las piedras en el camino hacia la ciencia ficción derrotista, postmoderna, autofagocitaria de las décadas que vendrían a continuación. La tecnología de una raza alienígena desaparecida y muy avanzada sirve, en esta ocasión, para presentarnos a un personaje, el protagonista, atípicamente humano (es atípico en el género), inestable, poliédrico y en definitiva tangible, cuya forma de ganarse la vida consiste en una versión elaborada y fascinante de la vieja ruleta rusa.

 

 

Las puertas de Anubis

Tim Powers, 1983
Las puertas de Anubis es aventura. Fantasía. Viajes en el tiempo. Algo de historia, también, aunque con licencias. No diré que es steampunk, pero desde luego es steampunkish. Y sobre todo, es increíblemente divertido y absorbente. Lectura obligada: pura evasión en el mejor de los sentidos.


Libros de sangre

Clive Barker, 1984
Terror. Visceral a veces, sobrenatural casi siempre y, sin excepción, una experiencia intranquilizadora. En estos tomos de relatos Clive Barker reúne pesadillas con las que remueve miedos extraños, cotidianos, ajenos y propios mediante un imaginario de sexo, sangre, pecados y locura, que elude una y otra vez todo tipo de clichés para imprimir en el lector un profundo desasosiego, sí, pero también esa maravilla que a veces solo causa el horror. 

 

 

Hyperión

Dan Simmons, 1989
Me quedé atrapado en el inicio de esta novela. Me gustaría plasmar alguna vez algo tan evocador como esa melodía de piano suspendida en el aire, esa nave orbitando al ras sobre la selva virgen, bajo la tormenta, y las fieras rugiendo en la distancia. Y eso eran solo las primeras páginas. Esta no es solo una novela buena, entretenida o profunda. Además de todos esos parámetros que la hacen aparecer junto a las otras de esta lista, tiene la peculiaridad de ser un trabajo artesano, meticuloso, puro amor a la técnica y los secretos del oficio, la forma al nivel del fondo en una obra maestra en todo el sentido gremial de la expresión.


Marte rojo

Kim Stanley Robinson, 1992
En la contraportada de mi edición se la compara con Guerra y paz, y al menos en extensión, amplitud temporal y de elenco, podríamos darlo por bueno. La trilogía compuesta por Marte rojo, Marte verde y Marte azul es mucho más que una novela de ciencia ficción dura sobre la colonización y terraformación de Marte (con lo que sin embargo cumple perfectamente), siendo el aspecto político y social el que en seguida capitaliza las tesis especulativas, muy de la mano del factor ecologista. De nuevo en una suerte de utopía anticapitalista, asistimos a la antesala, el desarrollo y las consecuencias del proceso revolucionario. Algo menos libertario que Le Guin, por aprovechar el ejemplo, Robinson propone una sociedad bullente y en pugna de la que emergen ideas que van desde un cooperativismo semi capitalista, o una suerte de socialdemocracia participativa y constitucionalista, al municipalismo libertario, pasando por diversas formas de comunismo. Una lectura que puede resultar densa y que muchos abandonan, pero que tiene su recompensa.

 

 

El instante Aleph

Greg Egan, 1995
Escuchaba a compañeros más expertos y leídos que yo, verdaderos forofos de la ciencia ficción dura, hablar sobre el alcance especulativo de un tal Egan y me sentía automáticamente atraído por esos libros. Eran lo que había que leer. La mandanga buena. Lo difícil que es conseguir los libros en castellano (es un autor del que se ha traducido y editado poco y no siempre en condiciones) junto a la temible y perenne pila de lecturas pendientes confabularon para retrasarlo, pero finalmente me hice con esta novela en su versión original (Distress) y pude comprobar por mí mismo a qué venía aquel entusiasmo. De nuevo los científicos como protagonistas y motores del progreso, de nuevo una utopía anarquista (micro utopía, esta vez: una isla viva, un medio de producción capturado a la corporación y reconvertido por los bio-ingenieros en paraíso político) y además una especulación arrolladora, al más puro estilo de grandes como Clarke. Más que recomendable.


Mundos en la eternidad

Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, 2001 (publicación original de Mundos en el abismo: 1988)
Lectura reciente, de este último año, con la que sigo entusiasmado. Toda una constatación de que la literatura de aquí puede alcanzar las cotas más altas y mirar de frente a la internacional, aunque por desgracia pueda quedar enterrada entre otras obras y hasta el aficionado especializado tenga que escarbar para descubrirlas. Ciencia ficción dura, espacial, enorme, con muchísima maravilla y de una calidad pasmosa. Este tomo incluye una reescritura de las dos primera obras (en orden de publicación, no cronológico) del universo de Akasa Puspa creado por el tándem valenciano y que después fue expandido en otras novelas y antologías por los propios autores y otros nombres reconocibles del género.


Ronda de noche

Terry Pratchett, 2002
El siempre añorado Terry enhebra en su vigésimo novena historia del Mundodisco una estupenda trama de viajes en el tiempo, divertidísima e inteligente como siempre, que además sirve de homenaje (aunque no es la última novela de la guardia, ni la última en la que aparecerá) a uno de sus más carismáticos y queridos personajes: el cínico y contradictorio Sam Vimes, de la guardia de Ankh Morpork. Aquí Pratchett se recrea en la esencia del personaje, en su origen... y lo mismo hace con ese otro gran personaje que es la propia ciudad.


El problema de los tres cuerpos

Liu Cixin, 2006
Un ejemplo de lo que puede ser la ciencia ficción cuando se la dota de ritmo, drama, suspense y buenas ideas. Una lectura que me ha tenido pasando páginas como un loco, que me ha recordado a las piezas más grandes del género. Leer una novela casi contemporánea y descubrir que se está leyendo un clásico inmediato es uno de esos momentos para atesorar. (Sobre todo si te pasa como a mí, que las mejores novelas que he leído, como ejemplifica este post, se publicaron antes de que Verne, Tolkien, Orwell o Asimov cayeran en mis manos y empezara todo esto.) En esta novela de primer contacto a la manera china nos ahorramos la visión occidental del asunto y asistimos a una trama trepidante que arranca en la revolución cultural y se extiende mucho, mucho más allá.


...

Y con este, ya está. Estas son mis recomendaciones, seleccionadas con cuidado tras mucha indecisión y, al final, algo de gritar: «a la mierda» aleatoriedad.

Se me quedan fuera imprescindibles como Diez días que conmovieron al mundo, El señor de los anillos, Cartero, 1984, El juego de Ender, Planilandia, Ensayo sobre la ceguera... y muchos más títulos que me han influido, que me parecen grandes obras y que deberían estar aquí. Pero veinte ya son más de los que suelen meterse en una pequeña selección y esto no puede ser más que una muestra.

Eso sí, por ser precisamente eso, una muestra de los libros que he leído y que más huella me han dejado o que me han venido a la mente al redactar esta entrada, se pueden sacar algunas conclusiones. A saber:
  • Que mi género literario preferido es la ciencia ficción, y en un sentido más general, el fantástico. Aquí no puede sorprenderse demasiado nadie que me conozca.
  • Que la mayoría de las obras que he leído y desde luego mis preferidas pertenecen al siglo veinte. No ha sido hasta hace pocos años que he empezado a leer mucha más literatura contemporánea, y a estar al tanto de las novedades de autores como Ada Palmer, Paolo Bacigalupi,  Ann Leckie, China Miéville y tantos otros. Leer en inglés ayuda, aunque cada vez es más una elección y menos una necesidad, gracias a la valentía y esfuerzo de un buen puñado de editoriales, la popularización del fenómeno y, cómo no aprovechar para mencionarlo, el trabajazo desinteresado y nuca lo bastante reconocido de gente como Marchetto y sus Cuentos para Algernon.
  • Que a la hora de buscar grandes obras del fantástico universal sigo eligiendo extranjeros. Junto a la obra a cuatro manos de Aguilera y Redal, ha habido otro autor en castellano que no ha entrado en la lista por los pelos; pero por lo visto ahí termina la cosa para mí, de momento. Culpad a mi ignorancia. Seguro que hay muchas obras en castellano que compitan de tú a tú con los grandes del género, sea en el catálogo de las editoriales o, quién sabe, en algún cajón. Porque me temo que obviando la inevitabilidad de los números (unos cuarenta y cinco millones contra los casi ocho mil millones del resto del mundo), esto no es tanto un problema de calidad, que la hay, como de dificultad a la hora de encontrar grandes libros en un medio saturado y de elevarlos a la categoría de eso: clásicos universales de todos los tiempos. Nadie se desgarrará las vestiduras si digo que el género fue un reducto de unos pocos en la península durante muchos años y hasta hace poco tiempo. A eso, por supuesto, hay que sumar sesgos y prejuicios que siguen ahí.
  • Hablando de sesgo: que mi lista está totalmente inclinada y casi delimitada a autores masculinos. Sería fácil haberla maquillado a posteriori. También argüir que esto se debe a un siglo veinte con menor cantidad de mujeres escritoras (falso) o a un mundo editorial que ha dificultado a la mujer publicar primero y hacerse ver después (cierto, pero insuficiente). La verdad es que el hecho de que haya leído menos libros escritos por autoras y que solo dos hayan llegado a esta lista evidencia un problema. Hoy en día leo a un número mucho mayor de autoras, casi paritario. Pero a veces me pregunto si no tendré un gusto que ha sido condicionado, sesgado y limitado a lo largo de mucho tiempo y por diferentes mecanismos. En ese caso, toca desaprender algunas cosas y aprender otras por métodos activos, no pasivos.
Y eso es todo. Espero no haberos aburrido. ¡Prometo dosificarme la próxima vez, si la hay!