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jueves, 17 de noviembre de 2016

Vuelta a las andadas

He vuelto a las andadas
he vuelto a enloquecer
lo vi escrito en la luna
luna creciente


Pues sí, aquí estamos de nuevo. Había ganas, y también un pinchazo de culpabilidad cada vez que pensaba en el blog, como el que se siente cuando se mira esa maceta seca de la terraza, o ese grifo que vamos a arreglar un día de estos. Nada nuevo; lo mismo que siento siempre que paso un tiempo largo sin actualizar. Aunque sí, vale: nunca había tardado tanto como esta vez. Pero hace ya un tiempo leí a Aitor Solar, aka Entropía, no sé si en Facebook o en alguna caverna parecida, ni sé muy bien si estaré parafraseando muy fielmente, que más vale sentirse culpable por no actualizar el blog que actualizarlo deprisa y corriendo, sin aportar contenido de calidad ni fondo. 

Retorno cual Jedi. La desazón que
me causaba haber abandonado el blog
era tan incómoda como compartir
ascensor con Darth Vader.
Lo mismo que me dijo a mí hace años un jefe que tuve: «No lo hagas rápido. Hazlo bien». Cosa rara que le digan a uno eso, en este siglo.

No sé si lo haré mejor o peor, ni quiero hacerlo con tanto descanso que se quede en nada, pero sí que retomo la actividad. Menos preocupado por gustar o llamar la atención, quizá (¿cuánta gente lee blogs ahora?), y reconociendo esta bitácora como lo que ha sido durante estos años: un ejercicio fenomenal para la escritura, una diversión, un lugar para la puesta en orden de las propias ideas y un punto de encuentro con las de todos vosotros.

Para terminar esta entrada de relleno reinauguración —que sí, que la siguiente ya es contenido de verdad, lo juro: reseña de la última de Óscar Bribián, un pedazo de novela de horror y terror— lo más justo es que os haga un breve resumen de lo que ha pasado en este tiempo. 

En mi última entrada antes del parón os anunciaba mi participación en El abismo mecánico, antología resultado del I Premio Cápside-CIFICOM (del que me llevé el alegrón de quedar segundo). Desde aquello, hace ya la friolera de un año largo, he continuado escribiendo pero a un ritmo más lento de lo que acostumbraba, por diferentes obligaciones. Podéis ver por las portadas de la derecha (si me leéis desde un ordenador) que mis publicaciones de relatos en antologías de varios autores han caído en picado desde entonces; 2015 cerró sin que os anunciase la aparición de mis relatos El juego de la oca degollada y Aquello gritó bajo la lluvia en las antologías Círculos infernales y Bestiario de lo sobrenatural II: Noche de brujas, respectivamente, haciendo un total de seis relatos publicados solo en ese año. Este 2016, sin embargo, envié a convocatorias solo dos relatos, los únicos que he escrito. De nuevo hubo alegrón, eso sí, y uno de ellos fue seleccionado de nuevo en la II Antología CIFICOM. 

Entre los motivos de esta sequía de lo breve también hay uno positivo. Y es que si publico poco relato, envío poco relato y en definitiva escribo poco relato, es porque estando falto de tiempo prefiero centrarme en las distancias largas. Ya no tengo como antes la posibilidad de compatibilizar la escritura de una docena de relatos con una novela a lo largo del año, así que toca focalizar. Ojalá se alineen los planetas (y los comités editoriales de lectura) y pronto pueda anunciar la publicación de alguna de mis novelas de ciencia ficción... pero aún no está esa nave en el horizonte.

La falta de nuevos relatos en papel se ha visto más que paliada por la aparición de mi tercer libro en solitario, Quién tiene miedo a morir, como os anunciaba ya en mi anterior entrada. Sigue haciendo la misma ilusión, y es todo un empuje para continuar dando caña.

Y hablando de dar caña hay más que anunciar, aunque ya fuera del apartado literario. Como muchos sabéis, la música es una faceta muy importante de mi vida. Tras disolverse definitivamente mi anterior banda por nuestras diferentes situaciones laborales y geográficas me encontraba huérfano en lo musical, pero esta primavera de 2016 encontré a una gente estupenda aquí en Zaragoza y ya tenemos nuestro primer disco: Misantropía, un EP de cuatro temas con el que ir dándonos a conocer. ¡Deseadnos suerte!



Eso es todo por ahora, creo. Pronto volverán las reseñas, especialemente esa cruzada que proponías, Morgan. Las noticias que puedan interesar a un aficionado a la ciencia ficción. Los artículos de literatura y cultura friki, minoritaria y peleona. Los relatos. Y todas las demás locuras. 

¡Nos leemos!

sábado, 5 de noviembre de 2016

Ya a la venta: Quién tiene miedo a morir

Un tres de junio de dos mil trece, el año de las muertes de Mandela y Chávez, y también el año en que aquel pedrolo enorme cayó en los Urales, mi yo de veintidós años mandaba un correo tímido y esperanzado a la editorial Saco de huesos. Para entonces ya había publicado alguna cosilla en el buque insignia de la editorial, la revista Calabazas en el trastero. Es más, recientemente el jurado secreto de la convocatoria de relatos había rechazado mi historia A Yolanda no le asusta el cementerio, lo cual es ley de vida y se toma uno con toda deportividad. Tras preguntarle por correo cómo había quedado mi relato (porque es una práctica masoquista muy frecuente entre los participantes del Calabazas), Juan Ángel Laguna Edroso, editor de Saco de huesos, me confesó que el relato había sido descartado porque a uno de los jueces no le encajaba en la temática, que era en este caso supersticiones, y aquí de nuevo toda deportividad, porque también es ley de vida. Pero cuando el editor dice que el relato le ha gustado mucho y que él lo habría incluido, y que en general gustó entre el jurado, ahí ya la deportividad se le vuelve a uno de plastilina y las leyes de la vida son unos decretazos de sinvergüenza en funciones, y apetece sacar la guillotina, y, y... y nada, se incluye el relato en esa antología que estaba uno pergeñando. Y pensando en unas cosas y en otras, se envuelven todos esos relatos en una historia pequeña pero a la vez más grande, que permita hablar de estas cosas, o sugerirlas, o exorcizarlas. Y se escribe un correo tímido y esperanzado, un tres de junio de dos mil trece, que diga: «Te escribo porque he terminado de revisar aquella antología de la que te hablé con motivo del relato A Yolanda no le asusta el cementerio, que finalmente he transformado en una novela antológica, y me gustaría enviárosla a Saco de Huesos».

Las cosas de palacio van despacio. 

Mucho.

Y ya se sabe: las de editorial, más.

Pero más vale tarde que nunca y dos años después, poco antes de Penumbra, recibo el sí, y uno más tarde, coincidiendo con Espantabrujas, aquí está. Con su pedazo de portada, obra de Marifé Castejón, y con ilustraciones en el interior. Con su maquetación, sus páginas, su negro sobre blanco... todo lo que tenía que ser. Es un libro especial para mí, porque es la expresión de una etapa, de aquella escritura febril de relatos para cada convocatoria de Calabazas; de las tertulias en los foros de OcioZero, de las que surgieron tantas amistades; también del intercambio casi epistolar en estas islas solitarias que son los blogs (intecambio que espero retomar) y en definitiva marca el ecuador del primer lustro que he dedicado a lo que voy a llamar, casi teniendo que pedir perdón por pasarme, carrera de escritor. No es una carrera que pague el alquiler, y en ella no se corre contra otros, si no contra el tiempo y a veces en todas direcciones... pero sea cual sea el recorrido, carrera es, al fin y al cabo.

Por hoy no más brasa. Os dejo con la contraportada y la ficha técnica:


El temor ante la muerte es uno de los más extendidos, uno de los temas centrales de la literatura de terror desde su propio nacimiento. Después de todo, es la sublimación del miedo a lo desconocido, del horror cósmico que nos señala, implacable y frío, nuestro lugar en la existencia. Quizás por ello, muchas veces, en la narrativa de género, la muerte queda relegada a un símbolo, una metáfora, un recordatorio estético que se conforma con mantenerse en el cuadro como un leve resquemor, una inquietud de fondo suficiente para alimentar el desasosiego. No así en este libro.
A través de trece relatos encadenados, Pedro Moscatel rinde un homenaje al género de terror sin perder de vista las raíces del mismo. Historias de aparecidos, escalofriantes relatos realistas, ciencia ficción distópica, epidemias de no-muertos, costumbrismo lúgubre, juegos metaliterarios y narraciones pulp se dan cita en una obra que es más que una mera antología. En sus páginas nos confrontamos a la cuestión definitiva, a la verdad última.
Quién tiene miedo a morir.
Porque aunque a veces los editores tendamos a mirar hacia otro lado, incluso los lectores a apartar la vista, hay libros que están hechos para ser leídos. Aunque estremezcan. Aunque duela. Aunque no nos dejen dormir. Porque al final del camino solo queda espacio para su brutal honestidad, para la verdad que encierran y que son capaces de plantear con total franqueza.

Páginas:   182
Precio:   14€
Editorial:   Saco de huesos
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