Páginas

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dos hermanos


-¿Te arrepientes? -dijo Uno, tras lanzar una rápida mirada al desierto patio de butacas.

-¿De qué podría arrepentirme? -repuso Otro.

-No te hagas el tonto. Crees que eres astuto por ser capaz de fingir tu estupidez; pero hacerse el tonto solo es inteligente si uno sabe cuando parar. Si no sabes cuando renunciar a la pantomima te convertirás irremediablemente en el imbécil que finges ser. 

El silencio cundió en la sala de cine, mientras Otro recapacitaba sobre estas palabras.

-Me arrepiento -admitió finalmente-. Cada día. ¿Acaso tú no?

-Por supuesto. Pero mi arrepentimiento no es un modo de torturarme a mí mismo, sino el modo en que siento curiosidad hacia las cosas que no fueron pero que podrían haber sido si tan solo hubiera tomado decisiones diferentes. Es ese arrepentimiento el que me ayuda a ser humano; es el tuyo el que mediante la tortura y el dolor innecesario te convierte en una bestia.

De nuevo Otro tuvo oportunidad de reflexionar sobre las palabras de Uno en la intimidad que les otorgaba el abandonado edificio. Una sonrisa se formó en su rostro cuando se levantó de su butaca para enfrentarse a su interlocutor.

-Pero no somos humanos, ni tú ni yo. Somos bestias.

-Salvajes -convino Uno, desenfundando su sable.

-Animales -dijo Otro, armándose a su vez y acometiendo con su metal.

-¿Sabes, hermano? A veces me pregunto si no sería mejor echarse a dormir.

-¿A dormir?

El crujir y restañar del acero delgado resonaba bajo la antigua bóveda del Gran Vía, mientras ambos contrincantes caminaban sobre las butacas cual zancudo sobre las aguas.

-Tumbarse en algún lugar, bajo tierra quizá, y pensar.

-¿Pensar?

-Solo pensar.

El filo atravesó a Uno limpiamente, a la altura del corazón.

La sorpresa rieló en sus pupilas secas y dilatadas.

-¡Te tengo! -se jactó Otro.

Uno se arrancó con fastidio la espada, completamente limpia de sangre.

-¿Al mejor de tres?





© Copyright 2011 Pedro Moscatel

domingo, 18 de septiembre de 2011

Sobredosis de Zombies


La noche de los muertos vivientes. El amanecer de los muertos. El día de los muertos. La tierra de los muertos. Reanimator. Zombies party (the shaun of the dead). Bienvenidos a zombieland.

Estas son las películas que vi en una semana, tras reflexionar hondamente sobre el género zombie y llegar a la  conclusión de que, habiendo incluso una editorial dedicada casi exclusivamente a él (me refiero a Dolmen, para quien no la conozca) el género está lo suficientemente asentado en nuestro país como para tenerlo en cuenta. Lo que dure la fiebre, si es que aún dura, ya es otra cosa, pero mientras tanto, ¿por qué conocerlo un poco?

La impresionante portada de la última antología publicada por Dolmen.
Lógicamente me remití al cine, al de entonces y al de ahora. Al de Romero y al de las parodias. Y me quedo como estaba: La noche de los muertos vivientes fue estupenda. Estupenda y casposa, pero más lo primero que lo segundo. Romero siguió estrujando la gallina zombie de los huevos vivientes, y eso me parece pero que muy legítimo. El zombie se convirtió en otro arquetipo como el hombre lobo medieval, o los góticos vampiros y espíritus, pasando por el ya venerable no muerto creado por el doctor Frankenstein (con la ayuda de Shelley). Y ese nuevo vacío arquetípico lo ocuparían pronto legiones de muertos provenientes del cómic, la televisión, la literatura, los videojuegos, y la más B de las series B: la serie Z, que llenaría los rincones peor iluminados (tal vez los segundos menos iluminados, ejem) de nuestros videoclubs.

"-El terror cósmico, esa es la movida. Lovecraft, Derleth, Bloch..."
"-¡Pero qué dices, colgao, el terror gótico es lo bueno, con sus vampiros y sus fantasmillas y toda la pesca!"
"-Bueno, joder, pues el terror Belénestevaniano, el barriobajismo y la telebasura de opereta, decimos que ese es el género más terrorífico."
-"¿Antes o después de irse Carmele?"
-"Están hablando de ocio para zombificados. Haceros los longuis y vámonos antes de que alguien cite a algún tronista de hombres mujeres y viceversa..."
Vi estas películas... y ahí paré. Se me ocurrieron varias ideas para relatos, incluyendo uno que narraba el advenimiento del apocalipsis zombie en mitad del rodaje de un western en el desierto de almería, o un infame relato sobre la guerra civil española, que se titulaba (y por suerte no pasó del título) El generalísimo se comió a la cabra, y que narraría la historia de un puñado de cenetistas y legionarios (es que xD) obligados a unirse para combatir a los cadáveres en lo que más adelante tal vez se recordaría como una guerra necrofratricida, y perdón por el mal chiste. 
"-Y ahí me ponéis un par de zombies. Si necesitáis algo, estaré en mi caravana, gestionando los royalties..."

Pero me cuesta mucho entrar en ese género, y eso que desde la barrera parece divertidísimo. Me quedaré en la ciencia ficción, la fantasía, el terror, el psicothriller, el realismo... lo que sea, pero casi parece (de momento) que me costará entrar en esto de los sacos de carne.
"-¡¿Sobreactuar?!    ¡¿¡Yo!?!   ¡¡¡OH, JOHNNY, PERO SI YO NUNCA SOBREACTÚO!!!" [llantos]

Qué se le va a hacer, cuando el teclado mudo y la página en blanco me dicen "Moscatel (por que a mí mi psique me llama por el apellido, como casi todo el mundo), déjate de cosas raras y escribe de naves espaciales, de sueños y de borrachos, de humo y palabras y de locos de manicomio, que es lo tuyo, y en esta vida no se puede hacer de todo".

Al menos me quedan los zombies poligonales (ese resident evil, el primero, el de los noventa, con esas puertas que tardaban siglos en abrirse, y esas escaleras que siempre te llevaban a un mal lugar...), Walking dead, que todavía no la he visto, y la oportunidad de intentarlo de nuevo cuando se me olvide aquello que decían el teclado mudo y la página en blanco, con una voz muy parecida a la mía y que no pasaba por los oídos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Tutorial: Cómo cambiar el favicon de vuestro blog

Una corta introducción

La nueva interfaz de Blogger, entre otras cosas, nos permite cambiar el favicon de nuestro blog desde la plantilla, sin necesidad de implementar código adicional.

Estupendo, diréis algunos... pero, ¿qué es el favicon?

El favicon es ese pequeño icono que aparece junto a la barra de direcciones (y en algún otro lugar) y que identifica el sitio web. El de Blogger es esta "B" blanca sobre fondo naranja:

Aquí podéis ver la disposición de los favicones en el explorador de Mozilla:


Y aquí podéis ver lo estiloso que queda El rebaño del lobo en la lista de blogs de La vieja calle del panadero:

Lo siento, sibarita, pero tendrás que seguir mi consejo para que tu blog luzca así de aparente... :P

Cómo diseñar nuestro favicon paso a paso (poco más o menos)

Lo primero es elegir una imagen, la cual (o una parte de ella) convertiremos en nuestro icono. Yo he elegido esta:
Los requisitos de Blogger para la imagen que utilizaremos son los siguientes: la imagen debe ser cuadrada y pesar menos de 100kb. En teoría, después es Blogger el encargado de transformar la imagen en .ico (formato de icono de windows) y reducirla a 16x16 o 32x32 píxels de resolución. Por si acaso (podríais necesitarlo para otra cosa) os enseñaré a hacer esto también.

Utilizaremos Gimp, un programa que podéis descargar gratuitamente.

Una vez abierto el programa, hacemos click en Archivo/Nuevo... y en el cuadro de diálogo que aparecerá a continuación elegimos una resolución de imagen de 32 píxels de ancho por 32 de alto.
Una vez hecho esto, abriremos la imagen en cuestión como una capa o layer haciendo click en Archivo/Abrir como capas... y seleccionando el archivo concreto.
Naturalmente, no veréis un pimiento ya que la capa seguramente será mucho mayor de 32x32px. Pero no os preocupéis, fiaros de mí y pronto tendremos listo nuestro favicon. 
Os recomiendo que aumentéis el zoom (ctrl + rueda del ratón) hasta tener centrada el área de trabajo.
PixelS... PIXELS!!! PIXEEEEEEEELS!!!!!
Ahora, nos toca reescalar la capa para ajustarla a nuestro fondo de 32x 32, haciendo click en Capa/Escalar capa... (asegurándonos de tener seleccionada la capa de nuestra imagen).
No tenéis por que escalar la imagen exactamente a 32x32, sino utilizar este margen como límite para encuadrar en él la sección de imagen que queréis incluir en el icono. Yo, por ejemplo, escalo la imagen a 42x34. Debéis ir probando las distintas resoluciones (no importa no acertar o pasarse) e ir recolocando la imagen con la herramienta de desplazamiento (la que tengo seleccionada en la captura anterior). 
Una vez encontréis el tamaño y encuadréis la imagen, deberíais tener algo así:
El área resaltada en rojo es el tamaño total de la imagen, incluyendo lo que nos sobra.
No os preocupéis por el pixelado, tiene que ser así. En la vista previa, a la derecha, podéis ver que el icono se ve perfectamente al reducirse de tamaño.

A continuación, debemos eliminar ese exceso. Para ello, nada más fácil que hacer click en Capa/Nuevo desde visible. Una vez hecho esto, eliminamos las capas sobrantes haciendo click derecho en ellas y pulsando Borrar la capa. Solo debería quedarnos la capa de nombre Visible. 
Ahora, guardamos nuestra imagen (Archivo/Guardar como...) en formato [.ico].
 
...y ya tenemos nuestro flamante favicon!!!

Colgando nuestro favicon

Desde el apartado de Diseño de nuestro blog (lo conocéis todos, ¿verdad?) tenemos desde hace no mucho tiempo la opción de incluir nuestro favicon:

Esto es una gran mejora, ya que antes era necesario editar el código HTML de nuestra plantilla, lo que puede ser muchísimo más aparatoso.

No olvidéis que, para que vuestro favicon aparezca en el explorador, probablemente tengáis que reiniciar el explorador y limpiar caché y cookies.

Espero que os pongáis a ello, a ver si conseguimos que desaparezca de la blogosfera esa B  blanca y naranja tan aburrida y simplona :S.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Seleccionado para el I Certamen de género fantástico: Descubriendo Nuevos Mundos


Ayer 4 de septiembre, el jurado del I Certamen de género fantástico: Descubriendo Nuevos Mundos emitió el fallo del mismo, y con el mail que he encontrado en mi bandeja hace apenas diez minutos la verdad es que me han alegrado el lunes.

Junto a otros muchos (la organización ha decidido ampliar el número de seleccionados, en vista de la calidad de los relatos presentados) mi relato El ejército de luz aparecerá publicado en una antología que contendrá un total de 22 relatos y 12 ilustraciones. No puedo esperar a leerla...

Aquí la lista de seleccionados de entre los 169 relatos presentados a concurso:


Categoría: Ilustración/Fotografía artística.

Trabajos seleccionados 12 (selección inicial de 11 ilustraciones).

Ganador vale de 200 euros de la Fnac + portada de la antología: David Puertas

Seleccionados por orden alfabético: Sonia Corral, Escudero, José Gabriel Espinosa, Mayke Luis García Díaz "Maikel", Claudia (Cklo) Labella, Marisa López "Sarima", Nacho de Marcos, Piedad Ortiz, Gonzalo Paniagua, Óscar Pérez, Nacho Tenorio.
 


Categoría: Relato Largo.

Trabajos seleccionados 12 (selección inicial de 7 relatos).

Ganador vale de 200 euros de la Fnac: Sergio R. Alarte.

Seleccionados por orden alfabético: Ricardo Cebrián, Juan Cuquejo, Juan Francisco Donoso, Guillem López, Laura López, Carlos Martí, Pablo Martínez F., Ana Morán, Luis Palicio, Andrea Peña, Elaine Vilar.



Categoría: Relato Corto.


Trabajos seleccionados 10 (selección inicial de 8 relatos).

Ganador vale de 200 euros de la Fnac: Antonio Domenech.

Seleccionados por orden alfabético: Rayco Cruz, Gonzalo Fernández, Leonardo Gala, Alfonso Gutiérrez, Alberto Morán, Diana Muñiz, Julián Muñoz, Pedro Moscatel, Gloria Torres.



Enhorabuena a todos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

De juerga con los cultistas

Escribo con pulso incierto estas líneas impías, trazos de una mente hecha jirones por la pavorosa verdad indecible, una verdad torturadora que jamás debiera revelarse a aquellos que esperen conservar la cordura. Pues aquellas fuerzas intangibles que recorrieron los evos del tiempo a través de lejanas estrellas, aquellas sombras que ennegrecen los rincones oscuros de la tierra, aguardan acechantes en sus guaridas al margen del tiempo, en malditas dimensiones de locura que...

-¡Iä! ¡Iä! ¡Cthulhu ftagn! -llegó el clamor desde las profundidades, en clave de rumba.

-Por el poder de los primigenios... -rezongó Eduardo Felipes Naveamor, depositando su pluma de cuervo de nuevo dentro del tintero con forma de cráneo humano.

-Yo vengo de la ihla, de la ihla de R'lyeh, de fumalme cuatro porroh que un profundo me invitó -continuaba el canto pagano, por llamarlo de alguna manera.

-Así no hay quien reinvente el terror gótico, leñe -mascullaba Eduardo mientras recorría con fastidio los crujientes escalones de madera que conducían a la cripta.

Aquel bramido de mil gargantas inhumanas adquiría una presencia todavía mayor entre aquellos muros de antigua piedra desacralizada: ¡Ay, que pena me da, que se me ha muerto el Shoggoth...!

Con una teatralidad depurada por la costumbre, Eduardo se estremeció de terror al acercarse a la pesada trampilla de la que provenía el sacrílego sonido. Doblando las rodillas (pues era el mejor modo de levantar peso, y su mente estaba perturbada por la terrible verdad, pero no tanto como para tomarse a broma los devastadores efectos de la escoleosis), Eduardo levantó la trampilla para apartarse al instante, mareado por la nauseabunda vaharada de aire con olor a ambiente cerrado, y lo que creyó distinguir como un leve toque de lavanda y eucalipto.

Descendía renqueante hacia el final de aquella escalera de peldaños arrancados de la roca virgen, cubiertos de un légamo de un indescriptible tono iridiscente. A cada paso aumentaba en volumen aquella desafinada orgía de cánticos guturales, ese desabrido rasgueo de guitarras tocadas por dedos que poco o nada tenían de humanos.

-¡No me gusta que al arrecife, te lleves la minifarda! ¡Que los profundos hasta la cintura, se quedan en el agua!

Cantaban. Y también:

-¡Te pillé en Insmouth, con lah manoh en el bacalao, te pille rezando a Dagon y ahora tó huele a pescao!

Finalmente Eduardo llegó a aquel portal en la roca, la fuente de aquella luz impía, de aquellos cantos impíos, de aquellos impíos...

-¡Callarse coño! ¡Joder ya!, ¿eh?

-Uuuuhhhh -le abuchearon los profundos, dejando a un lado las guitarras y el licor de huevas de kraken.

-Ni uhhh ni ah -insistió Eduardo.

-Cuidadito, ¿eh? -intervino uno de los profundos, de estrávica y húmeda mirada.

-Cuidadito leches, que no estoy yo...

-Aquí menos, a ver si...

-¿A ver qué, eh? A ver... ¡A ver!

-¡Mira... mira!

-Ni me hables, que te... que te...

-Que te, que te, qué. Tú a mí, ¡de qué!

-Pues eso -dijo Eduardo, desandando lo andado, escalera arriba.

-Pues bueno.

-¡Pues vale! -zanjó Eduardo Felipes Naveamor, tratando de recordar la trama del relato que la juerga de aquellos profanos seres milenarios había interrumpido. Había un manicomio... no, era una estatuilla... ¿o era un barco? Demonios, si tan solo hubiese escrito sobre reyes bárbaros con poca ropa, como le había recomendado Robert E. Howard...

Porque hasta él tenía que divertirse de vez en cuando...