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jueves, 18 de abril de 2013

Mars One: ¿Quieres formar parte de la primera colonia permanente en Marte?


¿La mayor estafa del siglo? ¿O la alternativa a una colonización politizada del planeta rojo? Mars One es una organización sin ánimo de lucro, el gran proyecto del investigador holandés Bas Lansdorp, tras cuyos esfuerzos cuatro astronautas se establecerían en una colonia permanente en el planeta vecino en el año 2023. La iniciativa se sostendría en una financiación mezcla del crowd-founding (70.000$ llevan recaudados, antes incluso de que el proyecto se conozca ampliamente) y, lo que más revuelo ha levantado: un reality show que seguirá la preselección, formación, selección, viaje y estancia de los colonos, y de cuyos ingresos se espera obtener la millonaria cifra necesaria para financiar esta locura con visos de genialidad.

Una viaje de ida sin billete de vuelta
Cualquiera puede formar parte de la primera colonia marciana, incluídos tú y yo. Tan solo es necesario grabar un vídeo en el que expliques por qué quieres abandonar la Tierra y pasar el resto de tu vida en Marte. Entregar este vídeo, a partir del próximo mes de Julio, tendrá un precio de 25$. Esperan (una estimación un poco prematura, en mi opinión) un millón de solicitantes, es decir, 25 jugosos millones de dólares, y esto apenas es el principio. El problema evidente es que los colonos no volverán a la Tierra, si no que deberán estar dispuestos a vivir en Marte el resto de sus días de vida, o lo que es igual, morir fuera de casa. A esto se añaden los peligros evidentes de la colonización. Y, sin embargo, es de preveer que una avalancha de gente se lance al que dejará de ser el sueño de la ciencia ficción y pasará a ser una realidad: la conquista del planeta rojo.

Gran Marciano
La comparación parte de la misma organización: Big brother, el reality por excelencia, dos palabras que ayudan y ayudarán a meter a golpe de martillo el interés por la exploración espacial en las cabezas de la población. Mars One puede convertirse en el acontecimiento televisado más importante de la historia, a la grupa de un aparato publicitario y de mass-media que cubra todo el proceso y tenga en vilo a... bueno, a todo el mundo. Veremos a los preseleccionados, viviremos con ellos el duro entrenamiento de siete años, la convivencia de los aspirantes en un medio simulado al detalle (incluyendo el desfase temporal de las comunicaciones, como en los famosos experimentos rusos), seremos testigos de la elección de los cuatro afortunados, ganadores del billete al exilio. Mars One, contando ya con el interés de una avalancha de compañías deseosas de venderles sus tecnologías (millones de dolares invertidos por estos emprendedores pueden empezar a dar frutos),  espera lanzar una red de satélites orbitales efectiva a partir de 2016. En el ostracismo más flagrante de la historia de la humanidad, a partir de 2023 los colonos repararán placas solares, discutirán por los cereales y patearán el polvo marciano ante la atenta mirada de una audiencia que se cuenta en millardos, igual que la edad de nuestro planeta. Tal vez, con toda probabilidad, veamos situaciones tensas, de peligro, desórdenes de la convivencia, o la clásica locura del colono típica de la ciencia ficción. Se espera una afluencia frecuente de colonos, a partir del primer grupo enviado, en grupos también de cuatro astronautas. ¿Será realmente este el modo más adecuado de establecer la esperada colonia? 

¡Eh tú, Obama, aparta esa sucia bandera de mi jardín!
En palabras de la organización: Mars One cree que la exploración humana del sistema solar debería consistir en un esfuerzo global, por encima de la ambición de una nación individual. La exploración marciana ofrece una oportunidad para celebrar el poder de una humanidad unida.

Y servidor no puede más que desear que esto sea así, casi tanto como dudarlo. En tiempos de la guerra fría esperábamos una colonización llevada a cabo por los gobiernos; con la llegada de la globalización, una exploración del sistema solar monopolizada por grandes corporaciones, atraídas por la minería de recursos. Y ahora que una propuesta comunitaria, global y apolítica entra en escena, ¿deberíamos tomarlo como síntoma de un cambio en el ambiente global? Wikimedia, los cables de Wikileaks, Mega, PirateBay, Anonymous, las revoluciones que hemos vivido y vivimos en estas dos primeras décadas del milenio, la enésima crisis del capitalismo como doctrina económica, pero que arrastra en su caída a los sistemas seudodemocráticos del liberalismo bestial, deshumanizado e involutivo... ¿Qué ocurre con el poder económico cuando la gente no compra sus periódicos, no ve sus programas televisados ni sus noticiarios de títeres porque accede a la información y el ocio por vías alternativas y demostradas como mejores? ¿Qué le ocurre cuando el pueblo financia el ocio que desea (¿crowdfunding amenaza a las grandes productoras?) y lucha activamente contra la obsolescencia programada?  ¿Qué ocurrirá con el sistema de producción cuando bien una política equilibrada de consumo, bien una revolución alimentaria (transgénicos) o energética, o quizá incluso avances en la tecnología de deconstrucción y reconstrucción de estructuras moleculares complejas (¡Descarga el esquema molecular, introduce un kilo de patatas e imprime tus propias google glasses!) hagan tambalear sus cimientos?

Pensemos en ello, con los ojos puestos en un cielo que cada vez se antoja menos místico y más inmediato.

viernes, 12 de abril de 2013

Isaac Asimov nos enseña a escribir ciencia ficción


Este genio del género sacó tiempo de entre su enorme producción de novelas, relatos y ensayos divulgativos para redactar estos impagables consejos. ¡Pero qué majo era este hombre!

Os dejo con el texto:


Escribir ciencia ficción
A menudo recibo una carta de algún joven afanoso, aspirante a escritor, que me pide algunas "sugerencias" sobre el arte de escribir ciencia ficción.
Tengo la sensación de que estos jóvenes piensan que debe existir alguna fórmula mágica que los profesionales mantienen celosamente en secreto, pero que yo, como soy un tipo tan bueno, voy a revelar.
Lo siento, pero no hay tal cosa, no hay fórmula mágica, ni trucos secretos, ni atajos escondidos.
Lamento tener que decirle que es cosa de mucho trabajo durante largo tiempo. Si usted conoce algunas excepciones a esto, se trata precisamente de eso: de excepciones.
De todas maneras, hay algunos principios generales que, según mi modo de ver, podrían ser útiles.
Son estos:

1) Usted tiene que prepararse para una carrera de escritor exitoso de ciencia ficción de la misma manera que lo haría para cualquier otra profesión altamente especializada. Primeramente, tiene que aprender a usar sus herramientas, tal como un cirujano debe hacerlo con las suyas. La herramienta básica para cualquier escritor es su lengua, lo que significa que usted debe desarrollar un buen vocabulario y refrescar sus conocimientos de cosas tan prosaicas como la ortografía y la gramática.
El vocabulario está por encima de toda discusión, pero puede ser que usted piense que la ortografía y la gramática son cosas superfluas. Después de todo, si usted escribe una historia brillante y espléndida, seguramente el jefe de redacción estará encantado de corregir su ortografía y su gramática.
¡No es así! Él (o ella) no lo hará.
Además, se lo dice un veterano, si su ortografía y su gramática son desastrosas, usted no puede escribir una historia brillante y espléndida. Quien no sabe usar la sierra y el martillo no fabrica muebles magníficos.
Aun si usted fue aplicado en el colegio, desarrolló su vocabulario, sabe deletrear "sacrilegio" y "sobreseer" y nunca dice "entre usted y mi" o " nunca no hice nada", eso no basta. Están también la estructura sutil de la oración y la construcción estilística del párrafo. Está el entrelazamiento inteligente de la trama, el manejo de los diálogos, y miles de otros enredos.
Si usted no sirve para ser escritor,
siempre puede dedicarse a alguna
profesión inferior, como la
presidencia de los
Estados Unidos.


¿Cómo hace usted para aprender todo eso? ¿Lee libros sobre cómo escribir, o asiste a clases sobre el tema, o a conferencias? Todas estas cosas tienen valor inspirativo, seguro, pero no van a enseñarle lo que usted quiere saber realmente.
Lo que sí ha de enseñárselo es la lectura detenida de los maestros de la prosa. Esto no significa que usted se obligue durante años a quedarse dormido sobre los clásicos aburridos. Los buenos escritores son invariablemente, fascinantes; ambas cosas van juntas. A mi juicio, los escritores de lengua inglesa que hacen el mejor uso de la palabra justa en el momento preciso y que arman sus oraciones y párrafos con la mayor habilidad y estilo son: Charles Dickens, Mark Twain, y P.G. Wodehouse.
Léalos, también a otros, pero con atención. Representan su aula.
Observe lo que hacen y trate de explicarse por qué lo hacen. No sirve de nada que se lo explique otra persona. Hasta que usted mismo no lo vea y no se lo incorpore, no hay nada que pueda ayudarlo.
Pero supongamos que a pesar de sus esfuerzos usted no termina de aprender. Bueno, puede ser que usted no sea escritor. No es una desgracia. Siempre le queda la posibilidad de dedicarse a alguna profesión ligeramente inferior, como la cirugía, o la presidencia de Estados Unidos. No será lo mismo, por supuesto, pero no todos podemos ascender a las alturas.
En segundo lugar, para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la lengua, también hay que saber de ciencia. Puede que usted no quiera hacer mucho uso de la ciencia en sus historias, pero de todas maneras tendrá que conocerla, para que lo que utilice esté bien utilizado.
Esto no significa que usted tenga que ser un científico profesional, o un egresado de carrera científica. No necesita ir a la universidad. Pero sí significa que tiene que estar dispuesto a estudiar ciencia por su cuenta, si su educación formal fue débil en ese aspecto.
No es algo imposible. Uno de los mejores escritores de ciencia ficción "dura" es Fred Pohl, que ni siquiera terminó la secundaria.
Por supuesto que hay muy poca gente que es tan brillante como Fred, pero usted puede escribir mucho menos bien que él y ser todavía bastante bueno.
Afortunadamente, ahora se publica mucha más ciencia de divulgación de buena calidad que en las generaciones anteriores, y usted puede aprender mucho, con bastante poco esfuerzo, si lee los ensayos de algunos autores de ciencia ficción como L. Sprague de Camp, Ben Bova, y Poul Anderson, o incluso Isaac Asimov.
Más aun, los científicos profesionales están escribiendo ahora también eficazmente para el público, como lo testimonian los magníficos libros de Carl Sagan. Y siempre está "Scientific American".
En tercer lugar, aun si usted sabe ya bastante de ciencia y también aprendió a escribir, todavía no es seguro que pueda sacar algo coherente de ambas cosas a partir de sus borradores. Deberá convertirse en un lector diligente de la ciencia ficción misma para aprender las convenciones y los trucos del oficio como, por ejemplo, entretejer el medio ambiente con la trama.

2) Usted tendrá que ejercitarse en el oficio

La instrucción decisiva la da la misma práctica de escribir. Y usted no debe esperar a que su preparación esté terminada. El acto de escribir es en sí mismo parte de la preparación.
Usted no podrá entender completamente lo que hacen los buenos escritores hasta que no lo haya intentado usted mismo. Aprenderá mucho cuando vea que su historia se le está deshaciendo en las manos o que está empezando a formar un todo. Escriba a partir del primer momento, entonces, y siga escribiendo.

Bob Heinlein lo hizo, pero él
era Bob Heinlein. Usted es solo
usted.
3) Usted tendrá que ser paciente.

Como escribir es en sí mismo un modo de aprender, no piense que va a poder vender la primera historia que escriba. (Sí, ya sé que Bob Heinlein lo hizo, pero él era Bob Heinlein. Usted es solo usted).
Además ¿por qué habría de desalentarlo eso? Cuando completó su primer grado en la escuela ¿no había terminado todo para usted, no? Después vino el segundo, después el tercero, después el cuarto, y así sucesivamente.
Si cada historia que usted escribe es un paso más en su educación literaria, no importa que las editoriales la rechacen. La próxima historia será mejor, y la otra todavía mejor, y eventualmente...
Pero, entonces, ¿por qué molestarse en presentar las historias a las editoriales?
Si no lo hace ¿qué modo tiene de saber cuándo se gradúa? Después de todo, usted no sabe qué historia va a poder vender. Podría ser la primera. Casi seguro que no será, pero podría ser.
Naturalmente, aun después de haber vendido su primera historia, puede ser que usted no logre colocar las doce siguientes, pero habiéndolo logrado una vez, es bastante probable que pueda hacerlo de nuevo, si persevera.
Pero, ¿qué pasa si usted escribe y escribe y no logra mejorar, y lo único que consigue son papeletas con notas de rechazo? Una vez más, puede ser que usted no sea un escritor y tenga que conformarse con un puesto inferior, como el de presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos.


4) Usted tiene que ser razonable.
Escribir es una de las tareas más maravillosas y satisfactorias que existen en el mundo, pero tiene unos pocos defectos insignificantes.
Por ejemplo: que un escritor no puede casi nunca ganarse la vida con ella.
¡Ah sí! Algunos escritores ganan mucho dinero; son aquellos cuyos nombres todos conocemos. Pero por cada escritor que gana a montones, hay miles que tiemblan cuando llega la cuenta del alquiler. No debería ser así, pero es.
Tome mi caso: tres años después de haber vendido mi primera historia, llegué al estadio en que uno vende todo lo que escribe, es decir me convertí en un escritor exitoso. Sin embargo, pasaron diecisiete años más hasta que pude ganar como escritor lo suficiente para llevar una vida confortable.
Así que, mientras trata de convertirse en escritor, cerciórese de que tiene otro medio de ganarse la vida decentemente; y no abandone ese trabajo hasta que haya vendido su primer texto.

jueves, 28 de marzo de 2013

Steam Tales: Antología Steampunk, en preventa

En breves, probablemente a lo largo del entrante mes de Abril, estará lista la antología resultado del certamen Steam Tales de ediciones Dlorean, en la que participo con mi relato El azul del cielo. Por el momento, ya es posible reservar ejemplares en la web de Dlorean por un precio reducido.

¡Qué ganas tengo de hacerme con el mío!

lunes, 11 de marzo de 2013

El monstruo en mí, de Ignacio Becerril Polo


Dentro de nosotros hay un monstruo que se oculta, que acecha, que teje retorcidas elucubraciones para justificar sus más bajos instintos.

Ignacio Becerril nos engaña en El monstruo en mí. Nos promete un monstruo, una aberración, pero cerramos el libro y nos quedamos con la sensación de dejar en la estantería un muestrario, un álbum plastificado lleno de retales de humanidad.

A lo largo de esta antología de terror con agradables visos de ciencia ficción, descubrimos que el autor no guarda ningún monstruo en su interior, sino un  febril anhelo de confirmación de identidad, una renuncia declarada a los instintos que nos bestializan.

Y es que, para colmo, Ignacio Becerril es un optimista incurable... ¿Monstruo? Si lo había al inicio, es vencido tras cada golpe de efecto, tras cada inspirada nota al pie, hasta que de la fiera no queda más que una mascota domesticada, un peut etre que sirve de recordatorio de lo que se esconde tras la renuncia a la humanidad.

Aquí una de esas notas al pie que comento, acerca de la frase de los grabados de Goya:
Si «el sueño de la razón produce monstruos», ¿qué es lo que produce el sueño del corazón? ¿En qué nos convertimos cuando desterramos de nuestra vida la compasión, la bondad, la humanidad más esencial...?
Estructuralmente, encontramos tres novelas cortas entrelazadas con unas cuantas historias breves, hasta un total de nueve escritos. Los relatos quedan en el recuerdo y cumplen con creces los requisitos para acompañar a las tres novelas cortas, pero definitivamente quedan ensombrecidos por estas últimas, que son hablando claro una auténtica gozada.

En La ciudad inhabitada se cruzan el terror cósmico de Lovecraft y los personajes de la narrativa contemporánea en un mosaico que desemboca en género, con todas las letras. Los que disfrutéis con cualquier variedad del fantástico sabréis a qué me refiero, conoceréis esa sensación cuando lees algo de un escritor que disfruta leyendo las mismas cosas que tú.

Casa ocupada ha sido definida por Juan Laguna -y creo que en este caso su entusiasmo es sincero, por mucho que sea también el editor de esta antología (ed. Saco de huesos), o precisamente por eso-, como «la mejor historia de casas encantadas que he leído en castellano» (estoy parafraseando de memoria, podría no ser exactamente así). Yo lo digo con lo boca pequeña, porque no he leído tantas historias sobre el tema como para sentar cátedra, pero aun así lo digo: hasta el momento es la mejor historia de casas encantadas escrita en castellano que he leído. Ese terror puro, tierno, macabro, inocente... el tipo de contradicciones que si es bien llevado da pie a las buenas historias.

Y, para cerrar el libro, El hombre que soñaba con mariposas. Una historia de rumbo cambiante (¿sabía Ignacio a dónde se dirigía cuando la comenzó?), con apariencia aglomerada, como si los giros argumentales fuesen añadidos uno sobre otro sin mucha claridad... y al final, cómo no, el final. Y para el lector imaginativo la imagen mental de Nacho sonriendo, sabiéndose vencedor y diciendo: Pensabas que no lo lograría, ¿verdad? Pensabas que la historia no merecería la pena, pero la merece. Y tanto que la merece: sin lugar a dudas mi preferida.

En cuanto al apartado formal de la obra, debo decir algo que puede sonar peor de lo que es, así que leed el párrafo hasta final. Ahí va: no me gusta cómo escribe Ignacio. Sin conocerle personalmente, creo que es alguien capaz de mirar durante media hora al cielo, a un arroyo, al vuelo de las cigüeñas. En sus historias no hay diferenciación entre cosas relevantes y cosas irrelevantes: todo importa, todo merece ser escrito, y eso hace que el ritmo decaiga a menudo, que las páginas pierdan fuerza en algunos momentos, y que a veces leamos palabras sin obtener, a cambio, lo que veníamos buscando: una historia. En esto pensaba a mitad de La ciudad inhabitada. Y tras terminar la antología, la sensación fue la misma que al terminar esa primera lectura: ¡A la mierda las formas! Sí, es un aspecto que no me gusta de sus relatos... Pero no me importa. ¿Y qué si no me gusta cómo escribe, cuando me gusta tanto lo que escribe?

Pero ese, el ritmo, es el único aspecto negativo que puedo achacarle. La prosa, por mucho que a veces sea algo clásica, es muy correcta y por momentos rica en imágenes mostradas con inteligencia. Los relatos están trabajados, y por encima de todo, las reflexiones del autor y de sus personajes dan sentido a una antología con un mensaje detrás, algo que es muy de agradecer. Probablemente no haya mejor baremo que la sensación que nos deja un libro al dejarlo en la estantería. Como dije al principio, un muestrario, un álbum plastificado lleno de retales de humanidad. La humanidad de Nachob, como se hace llamar por el mundo electrónico, y la nuestra. Y entre esos retales el recuerdo de aquél monstruo que creemos domesticado y que aun así, en una lucha constante y día a día, a duras penas mantenemos a raya... la mayoría de las veces.

sábado, 2 de marzo de 2013

Ciencia blanda, ficción dura



Un buen amigo, de esos a los que se les perdonan los arranques de filosofía a partir de la tercera cerveza, me dijo que la sociedad es, en su mayoría, minoritaria. No sé si la acuñaría él o si sería una cita que no capté, pero en cualquier caso qué rabia que una frase así no se me ocurriera a mí. Salvo para un par de grupúsculos que nunca cambiarán, y tras superar ese instinto organizador que tan incrustado está en la biología de nuestras mentes, resulta reconfortante pensar en el conjunto humano como un grupo de minorías en convivencia, un... me morderé la lengua y evitaré usar la palabra crisol; mejor repito lo mismo: las minorías son mayoría.

Si esto puede parecer cierto en campos como la política, la sociedad o la cultura, no lo es menos cuando se trata de los géneros, en este caso literarios. Y es que la minoría, después de todo y como invento humano que es, resulta estar subordinada a esa mente organizadora tan nuestra, y el esquema en que se organiza tiene forma fractal.

Si lo analizamos, podemos partir por ejemplo del mecanismo del lenguaje, el medio de la escritura, y si seguimos aumentando la escala y escogiendo entre las distintas ramas nos encontramos con la literatura, de la cual la narrativa, y así la ficción, el género (pan)fantástico, y el de ciencia ficción. Y cuantos más aumentos aplicamos, más minorías hay, y con más ahínco se trazan unas fronteras ya difusas por la óptica de la lente: ciencia ficción blanda o social, biopunk, space western... La paradoja reside en que, para que las minorías existan, la lógica organizativa debe mandar. Y uno de los principios más básicos de la agrupación es el siguiente: para pertenecer a un grupo, debes compartir sus atributos característicos.

Podemos coger cualquier western y trasladar a nuestro llanero solitario a Marte; podemos cambiar a los pieles rojas por pieles verdes,  al séptimo de caballería por la legión espacial, y llamarlo space western. Si consideramos que esto es ciencia ficción, sin embargo, estaremos diciendo que por transcurrir en el espacio, esta novela pertenece a la ciencia ficción. Es decir, que las novelas de ciencia ficción son aquellas que transcurren en el espacio. Un poco limitado, ¿no? Y más ahora que la colonización espacial lleva décadas siendo una realidad. ¿Es Apolo 13 un film de ciencia ficción, o un thriller histórico? Decir que una novela de vaqueros espaciales es de ciencia ficción es como decir, con perdón, que nos estamos meando en todo un género con siglos (si me preguntan a mí, diré que faltan cinco años para que se cumplan los doscientos años) de trayectoria.

¡Al loro, que no estamos tan mal!: que nadie se confunda; hay mucho space western (y muy bueno), que entra perfectamente en el género de la ciencia ficción, como es el caso de la serie Firefly o del manga Trigun. Pero también hay mucha ficción considerada como ciencia ficción que, sencillamente, no cumple los requisitos. 

Pero es normal que se dé este desconocimiento. Después de todo, ¿cuáles son los requisitos? O, por decirlo de otro modo:


¿A qué podemos llamar ciencia ficción? 
Hagamos un pequeño ejercicio de contextualización.

Mary había oído a su marido y al doctor Polidori hablar acerca de las investigaciones de Luigi Galvani y Erasmus Darwin, quienes teorizaban sobre el uso de la electricidad como catalizador en la reanimación de la carne muerta, y habían conseguido inducir movimientos en cadáveres mediante la correcta aplicación de impulsos eléctricos. 

Isaac había crecido rodeado de las revistas de la tienda de su padre, las cuales tenía que leer con cuidado para que después pudiesen ser vendidas. En ellas los robots eran seres despiadados, y el futuro era un lugar desolado y apocalíptico. Él, por otro lado, pensaba que la ciencia estaba abocada a traer un nuevo mundo lleno de maravillas para la sociedad.

Philip se encontraba en constante estado de alerta. Su tratamiento con pentotal sódico no justificaba aquellas visiones, y el colgante en el cuello de aquella mensajera, mostrando el símbolo del pez cristiano y la mística vestica piscis, se le antojaba como el catalizador de su nuevo estado de percepción. Dudaba de su salud mental, es cierto, pero al mismo tiempo debía creer como cierta su doble vida como cristiano perseguido durante el siglo primero, así como las comunicaciones con V.A.L.I.S., el ente extraterrestre super inteligente.

Mary Shelley trasladó su curiosidad y sobrecogimiento a su novela Frankenstein, elucubrando sobre ese avance tecnológico y adelantándose a conclusiones que todavía no se habían asentado: ¿funciona el cuerpo en base a estímulos eléctricos? Además, incorporó un importante fondo moral: ¿Puede el hombre crear vida sin atentar contra la propia naturaleza de esta? 

Isaac Asimov dotó a la mayoría de sus obras de un intenso positivismo. ¿Por qué debería ser un robot una criatura diabólica, un enemigo? ¿Acaso no podrían ser ayudantes funcionales y amigables? Y, dado el caso, ¿qué les diferenciaría de los humanos? También vio con buenos ojos la polémica energía nuclear, y más tarde se interesaría (entre infinidad de otros temas) por un futuro en el que la energía pudiese ser un bien inagotable. 
   
Philip K. Dick pobló sus escritos con personajes paranoicos, tramas de destinos inciertos y una realidad con fronteras, cuando menos, difusas. ¿Hasta qué punto hay semejanza entre el mundo que nos rodea y la imagen que nosotros percibimos de él?
 
Como ellos tres, cualquier escritor de ciencia ficción se caracteriza por llevar sus inquietudes a la ficción. Puede ser una inquietud nacida de un gran avance científico (la nanotecnología, nanocitos, el apocalipsis teorizado en forma de grey goo), o la exposición de una teoría propia del autor (Asimov en La Fundación propone utilizar la física de gases para estudiar la conducta de la superpoblada sociedad del imperio galáctico), lo que podríamos llamar ciencia ficción dura. También puede ser que esa inquietud la origine un sentimiento político o de malestar social (1984, de George Orwell, o Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley), en cuyo caso hablaríamos de la ciencia ficción blanda o social, que nace de las ciencias humanísticas como la filosofía, la psicología, la antropología, la historia, etc. etc. Y no hay que olvidar el componente distópico, que también caracteriza a estas dos últimas, en que se teoriza con un futuro disfuncional para asentar una tesis. O la ucronía, que utiliza la disociación de tiempo como medio para mostrar situaciones propias de nuestro tiempo en contextos ajenos, como ocurre en el steampunk, en el que encontramos fuertes críticas a la industrialización, o en el cyberpunk, que descubre el velo de la lacra corporativista, y a menudo defiende la identidad individual. El transhumanismo de los pilotos de la Cofradía en Dune, de Frank Herbert, novela en la que la inteligencia artificial ha sido prohibida tras una horrible guerra entre humanos y máquinas pensantes, es uno solo de los ingredientes que forman esa genial receta con sabor a terraformación que tantas novelas (unas ecológicas y otras mesiánicas) ha inspirado. 

Y todo esto nos lleva al mismo punto: la ciencia ficción es el género de la especulación, el género del ¿y sí...? el género de las ideas. Si la fantasía en un sentido general es el género de la maravilla y la imaginación (me viene a la mente Michael Ende), dentro de este encontramos la épica o espada y brujería como el género del heroísmo, los valores y las grandes aventuras (Ursula K. Leguin, Michael Moorcok). El terror fantástico, como el género del estremecimiento sobrenatural e irracional (Clive Barker, Stephen King). Y la ciencia ficción como un batido de imaginación y razón, en el que principios plausibles nos causan esa maravilla de la fantasía o ese estremecimiento del terror.   

Rod Serling dijo: la fantasía es lo imposible hecho probable. La ciencia ficción es lo improbable hecho posible.


Para terminar, os dejo con esta reflexión de Philip K. Dick, que en unas frases condensa mucho mejor que yo el propósito de este artículo: En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como "un relato, novela o drama ambientado en el futuro", desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. ¿Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia... Sin embargo, la aventura espacial carece de la nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alternos. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia ficción?

miércoles, 13 de febrero de 2013

Seleccionado en el I Concurso de relatos STEAMTALES


Toca celebración: menuda alegría me he llevado al enterarme de que la editorial Dlorean ha publicado dos días antes de lo previsto la relación de ganadores del I Concurso de relatos Steamtales, pero sobretodo al encontrar mi nombre encabezando la lista.

Este es el texto que hoy mismo ha publicado la editorial en su web:

Por fin podemos anunciaros los ganadores del I concurso de relatos Steamtales.
Suena a tópico decir que ha sido dificil, que hay mucho nivel y que muchos relatos muy buenos se han quedado fuera, pero es que es así. Hemos disfrutado mucho leyendolos todos y hemos sufrido sobremanera al tener que seleccionar a los elegidos. Habeis demostrado tal nivel que hubiera dado para hacer dos antologías. ¡Sois la leche!
Bueno, no me enrollo más que lo estais deseando, estos son los afortunados:
 
El azul del cielo, Pedro Moscatel
El corazón púrpura, Manel Güell
Novygorod convulsa, Francesc Barrio
El abordaje, Javier Araguz e Isabel Hierro
La última voluntad de Fredrik Foxter, Angeles Mora
La venganza tiene rostro de diablo, Ana Morán
El último confín, Victor Nuñez
Las máquinas de Von Klein, Led Marlow
La caida de Rodas, Alejandro Ros
La delgada figura de un caballero, Alejandro Morales
El misterioso caso del documento robado, David Monzón
Jaque Mate, Fernando Fantin
 
Los doce seleccionados formarán parte de la antología acompañados por otros cinco relatos de nuestros autores Dlorean.
 
El moderno prometeo, Alexis Brito Delgado
El extraño caso del crimen del señor Linder, Miguel Angel Naharro
My Steampunk Army, Raúl Monntesdeoca
Segundo de Dios, Nestor Allende
El niño de engranajes y tuercas, Joaquin Sanjuan
 
17 relatos, a cada cual mejor, que componen una antología magnífica que podremos disfrutar en las próximas semanas.
Pronto podreis ver la portada de la antología y las fechas de publicación.
Saludos a todos y gracias!

 


Sobre Dlorean Ediciones 
La editorial comenzó su andadura ayer mismo, como quien dice, en 2012. Es una editorial enfocada sin el menor reparo a la literatura de género, lo que últimamente es especialmente refrescante, tras el cierre de algunas editoriales españolas de ciencia ficción, terror y fantasía. Con una evidente influencia y pasión por el pulp y el mundo del cómic, en Dlorean ya han publicado títulos en dos de sus colecciones, Savage y Ciudadela, dedicadas al género de aventura que caracterizó el pulp y a la fantasía épica, respectivamente, y han anunciado una línea dedicada al Steampunk (de la que esta antología formará parte) y otra a la ciencia ficción light, por el momento. Veremos con qué nos sorprenden a continuación.


jueves, 7 de febrero de 2013

La hora del mar, de Carlos Sisí


Cuando me enteré de que PriceMinister nos ofrecía a los bloggers la oportunidad de elegir de entre una selección previa uno de los libros aparecidos en 2012 para leerlo y comentarlo en nuestra web, la decisión fue bastante sencilla. Elegí La hora del mar, del malagueño Carlos Sisí, porque era el único libro de la lista que cumplía dos importantes condiciones: era literatura de género, y además de un autor español. 

Carlos Sisí se ha labrado un nombre en el mundillo gracias al espaldarazo que le proporcionó su serie Los caminantes, en la que al más puro estilo de Max Brooks y su Guerra Mundial Z, nos mostraba su idea de lo que sería el apocalípsis zombie en la soleada joya del sur. No he leído esta saga, por lo que tenía curiosidad por ver cómo se defendía Carlos frente al teclado, especialmente en este nuevo libro suyo en que se desmarca de la temática zombie.

Este es el texto de la contraportada: 
Unos días antes de la noche de San Juan, los océanos de todo el mundo se llenan de peces muertos. El fenómeno llama la atención de las agencias medioambientales, que no encuentran explicación alguna. A bordo del barco Vizconde de Eza, un grupo de biólogos y geólogos parten hacia el Mediterráneo parra realizar un informe, pero acaban asistiendo, con infinito horror, a una de las experiencias más increíbles de toda su vida.

Al mismo tiempo, los fondos marinos explotan: una cadena de seísmos submarinos asola los mares con fatales consecuencias en las costas. Esto, sin embargo, es sólo el principio de una serie de acontecimientos que pondrá a la Humanidad en jaque a medida que ésta se enfrente a un inesperado adversario: el planeta Tierra.

La hora del mar es una alucinante propuesta del autor de la aclamada saga «Los Caminantes». Carlos Sisí ha vuelto a dar forma a una elaborada trama que no da un instante de respiro y nos transporta, página tras página, hacia un final sorprendente.
Lo primero que se nota al adentrarse entre las páginas de La hora del mar es un aroma inconfundible a thriller de manual. Emulando a gente como Harris, Grisham, Chricton o Brown, el autor despliega todo el arsenal de trucos habituales del género, manteniendo la intriga (a veces demasiado) y dosificando las escenas para marcar un ritmo decididamente cinematográfico. Sisí domina la descripción de las escenas de acción, al más puro estilo de Verhoeven y sus tropas del espacio (tan diferentes de las de Heinleim), pero sabe marcar el contrapunto mediante un desarrollo impecable de sus personajes. 

Tanto es así, que cuando pretende que odiemos a uno de ellos lo consigue sin problemas, para al capítulo siguiente hacernos admirar a otro recién aparecido. Algunos destacan sobre los demás: Pichou, Merardo y Koldo forman un trío de ases, a grandes rasgos todo lo que esta historia necesitaba para ser redonda. Pero, tal vez por cumplir con los estándares de extensión, o quizá por una preferencia que no pudo remediar, Carlos Sisí incluye una larga subtrama en los Estados Unidos que, pese a ser sobresaliente (buenos personajes, geniales diálogos y mucha y muy bien llevada acción) parece metida con calzador, hilada con el resto de la trama (que transcurre en la península) como si a un jarrón de arcilla ya terminado se le añadiese un pegote de barro simplemente por no desaprovecharlo.

Es por esto que la novela alcanza en su edición rústica las quinientas y pico páginas, adoleciendo de un desarrollo bastante cansino y sin apenas información que ensucia la impecable ejecución del principio y el final de la novela. De esto, del final de la novela, me encantaría hablar abiertamente, pero me no quiero revelar la trama. Mi opinión: ...descafeinado, pero aprueba. Un seis sobre diez con opción a alegato.

Por lo demás la edición es sobresaliente, y tan solo se encuentran un par de erratas menores. En cuanto al estilo, como ocurre a menudo con los escritores de thriller, el autor utiliza un lenguaje que de simple le hace caer en la repetición de palabras, hasta cuatro y cinco veces en algunos párrafos, lo que por otro lado no ocurre con demasiada frecuencia.

Personalmente, no me ha gustado la divagación sobre la teoría de cuerdas que el autor ha puesto en boca (más bien en mente) de uno de los personajes, un divulgador científico, para más señas. Aquí se ha metido en camisa de once balas, dejando ver su ignorancia sobre el tema, lo que es una lástima cuando sobre otras cuestiones como las militares y geológicas se ha documentado a conciencia. Hay muchos otros errores de física elemental a lo largo de la novela, pero a estos hay que darles el pase en pro del argumento. 

Siempre y cuando os guste el género —a mí me ha llegado a recordar a la peli setentera Capricornio Uno—, podréis disfrutar de La hora del mar, en la que Carlos Sisí se muestra a la altura de cualquier otro escritor de thriller internacional.