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martes, 11 de enero de 2011

Escribir un libro II: ¿El huevo o la gallina?

Continuamos con esta serie de posts sobre el proceso de planteamiento, redacción, publicación y distribución de una novela. En la entrada anterior, establecíamos como primer paso imprescindible la determinación de una idea o concepto, es decir, qué queremos contar. Una vez tengamos esto claro, la pregunta sería: ¿Cómo lo contamos?

Y aquí es donde las cosas se complican. Hay quien asegura que lo mejor es establecer en primer lugar la trama, y hay quien asegura que lo mejor es identificar antes a los personajes. Hay quien dice que estos bosquejos en los que definamos tanto trama como personajes (siempre antes de comenzar a escribir) deben ser exhaustivos y hay quien dice que no deben ser más que un leve boceto.  Cómo siempre, el mejor modo es el que mejor funcione para cada uno.

Este es el mío...


Primero la gallina

¿Quién pone el huevo? O lo que es igual: ¿qué le lleva a la gallina a poner el huevo? ¿Pondría un huevo similar en caso de ser otra gallina, quizá una parda o de corral?

No es un ejemplo muy afortunado...

Lo que intento decir es sencillamente lo siguiente: una trama determinada no nos dará a un tipo u otro de personaje, más allá de estereotipos y obviedades. Imaginemos la escena del robo de un banco. La trama por sí misma nos daría como personaje a un ladrón que roba un banco, y lo definiría como un criminal. Pero ¿y si queremos mostrar a un personaje entrañable dentro de su condenabilidad? Un personaje impulsado a robar el banco, quizá un joven empleado de una gran multinacional que presenció la violación y posterior intimidación (despido incluido) de una joven secretaria. Quizá un joven que no ha venido al banco pistola en mano por que buscase dinero; alguien que sabe exactamente en qué lugar de la caja fuerte se encuentra la única copia de la cinta de vídeo de las cámaras de seguridad de la oficina del presidente del consejo empresarial... Aún así seguimos sin saber nada sobre nuestro protagonista.

Ahora cambiemos de planteamiento. Olvidemos por un momento toda la historia (la trama) y volvamos al personaje, un joven comprometido, que fue un idealista pero que empieza a dudar, que empieza a cuestionarse la utilidad de luchar por lo que cree. Al principio interesado en el teatro, terminó estudiando económicas al deber afrontar la necesidad de dinero en su hogar tras la muerte de su padre. Ha terminado trabajando en una importante multinacional, y aunque a los suyos no les falta de nada, tiene la sensación no solo de haber sacrificado sus mejores años sino de haberse traicionado a sí mismo y a sus ideas. Si a continuación colocamos a este personaje como testigo de la vejación de la inocente secretaria, es probable que la trama brote por sí sola, ¿no os parece?

Puede haber gente para la que esto no funcione así, pero para mí esto es casi una máxima: primero los personajes.

Ahora bien, crear unos personajes creíbles y bien definidos no solo es una de las partes más complicadas de la redacción de una novela, sino también uno de los factores más determinantes para medir su calidad.

Me gustaría decir que tengo un sistema concreto para crear personajes, pero estaría mintiendo. Es verdad que a veces tomo notas sobre el carácter o las motivaciones, pero en otros casos me limito a establecer la edad y poco más, ya que el resto lo tengo más o menos claro en mi cabeza... No digo que sea una buena práctica, entre otras cosas porque no creo que lo sea, pero a menudo sencillamente escribo un párrafo como el de más arriba, el del joven que roba el banco, y lo demás (detalles y trama) parece desarrollarse por sí mismo.

Sin embargo hay gente que hace verdaderas burradas, llegando a escribir extensos textos sobre el pasado de sus personajes, diálogos que muestran sus formas de expresarse, etc., y eso sabiendo que dichos textos no verán la luz jamás: solo serán un trasfondo sobre el que edificar unos personajes más creíbles. Me parece un poco exagerado, pero imagino que funciona bastante bien.


Y después el huevo

De modo que tenemos la idea, lo que queremos contar. Y tenemos un protagonista o un elenco de personajes con distintos aspectos de personalidad que les hacen idóneos para ese desenlace que tenemos en mente. Pero ¿cómo llenamos el espacio que queda entre el momento en que presentamos a los personajes y el momento en que éstos ejecutan el gran final?

No quiero decepcionar a nadie, pero soy de la opinión de que no existe un modo concreto.

Dicen que Hemingway era uno de los más acérrimos defensores del uso de tarjetas para diseñar sus tramas. Esto es usar pequeñas tarjetas en las que apuntar escenas o momentos de la trama para después poder ordenarlas una y otra vez a voluntad, dando lugar al orden adecuado. Es una técnica que he usado pero que no me ha dado buenos resultados. Prefiero hacer mis cábalas de un modo más interno. Es más, me gusta dejar la mayor cantidad posible de huecos y lagunas. Y es que una excesiva planificación puede ser muy peligrosa: podemos tener la sensación de haber terminado con todo el trabajo creativo, -que al fin y al cabo es el más atractivo- incluso antes de escribir el primer párrafo. Puede que haya gente cuya dedicación y voluntad le permita escribir una novela a pesar de esto, pero yo, que me considero incapaz, hago lo posible por mantener mi propio interés el mayor tiempo posible. Cuando escribo me gusta que haya cosas que incluso yo no sepa; me parece que la mejor manera de transmitir misterio al lector es sentirlo tú mismo en primer lugar.

Supongo que no he explicado mucho sobre el mejor modo de diseñar una buena trama, pero a este nivel (el de planificación) no creo que haya mucho más que añadir; planifica la trama igual que inventarías una melodía silbada; ya habrá tiempo de convertir las notas intuidas en armonías exactas y elaboradas (durante la propia redacción de la novela).


Mi experiencia y conclusión

En el caso de El rebaño del lobo, confieso que la planificación fue mínima. Hasta que no llevaba escritos unos cuantos capítulos no sabía siquiera cómo terminaría la novela. Pero aunque esto fue muy divertido, me llevó a un proceso de reescritura innecesariamente arduo, que me podría haber ahorrado con un mejor equilibrio entre planificación e improvisación. Veremos qué ocurre con el siguiente libro...

En fin, en el siguiente post hablaremos sobre el modo en que afrontaremos la redacción del libro en sí (tono, narrador, ritmo narrativo y tensión...) y posiblemente sobre la organización de capítulos y extensión que querremos para nuestra novela.

Y si alguien tiene curiosidad por algo que se me quede en el tintero... se admiten sugerencias, como siempre.

6 comentarios:

  1. La planificación es la base de cualquier trabajo,.. Yo peco de excesivamente planificador en el mío e incluso en mi vida personal.

    Creoq ue hay relatos/novelas que se centran más en los personaje mientras que en otras el centro está más en la historia. En ambas es crucial planificar quiénes son lo personajes, cúal es su historia incluso fuera del argumento, pero en el segundo tipo de relatos ésto es menos importante.

    Gracias por tus consejos, me dan ganas de escribir algo.

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  2. Muy útil y muy interesante. Un saludo y ánimo, que esperamos leer más textos tan buenos como este.

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  3. Creo que tienes razón, no existe un modo concreto. Cada cual debe encontrar el suyo.
    El trasfondo de los personajes ayuda a meterse en sus mentes a la hora de narrar sus acciones y diálogos, no lo veo mal siempre y cuando se realice dentro de un tiempo razonable.

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  4. Sibarita: como bien dices, la planificación es esencial tanto en el tema que nos ocupa como en muchos otros. Pero cuando dices que la planificación de los personajes no es tan importante en relatos centrados más en la historia... quizá sea así en relatos más cortos, como por ejemplo un cuento de Lovecraft, pero no en una novela larga, ¿no te parece? Considero que en cualquier novela de determinada duración la profundidad de los personajes sigue siendo crucial por mucha importancia que tenga la historia. Por supuesto es sólo una opinión. ;D

    Francisco: Gracias por pasarte por aquí y comentar, me alegro de que te haya parecido interesante.

    Watson: El problema está en determinar ese tiempo razonable... sobre todo porque a veces buscamos excusas para retrasar al máximo posible el momento de afrontar la verdadera escritura. No hay que pecar nunca de exceso.

    Un saludo a todos.

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  5. Dicen que hay dos tipos de escritores: los de brújula y los de mapa. Los de brújula son los que parten de una idea o de un personaje y avanzan con la historia sin saber a dónde les va a llevar el viaje. Los personajes se les rebelan, los finales cambian, el libro les sorprende... Definitivamente, yo no soy de esos.
    Yo soy de los de mapa y GPS. Lo primero que escribo de la novela es el índice (y con una aproximación del número de páginas que quiero dedicar a cada capítulo en función de la importancia de lo que quiero contar en él y de la relevancia del mismo en el resto de la trama). Equilibrio. Después, empiezo a escribir la obra.
    Por supuesto que previamente he perfilado la historia y la naturaleza de los personajes (al menos los principales), de manera que a mí no se me rebela nadie, ya que conozco su naturaleza y nunca se me ocurriría proponerles algo en contra de la misma.
    En mi experiencia, cada escritor/a debe escoger el estilo que más le cuadre con su forma de expresarse, y una vez hecha la elección, echar un ojo al resultado. En mi obsesión por el equilibrio y la coherencia (tanto argumental como en la personalidad de los implicados), la planificación es fundamental ya que sin ella me sentiría perdido. ¿Cómo conseguir que la obra mantenga el ritmo sin caer en divagaciones o naderías? ¿Cómo multiplica el trabajo de revisión una mala o inexistente planificación?

    PD: El huevo, siempre el huevo, primero. Ya que las teorías evolutivas hablan de que primero fuimos reptiles que emergieron del agua para ocupar la tierra (incluidas las gallinas), se supone que el primer ser vivo susceptible de ser llamado gallina nación de uno de estos huevos con lo que... primero el huevo.

    PD2: ¿Ves lo que te decía de la obsesión por la coherencia? :D

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  6. ¡Sea pues, el huevo! xD

    En efecto, cada uno a su manera. Yo prefiero ese pequeño caos controlado, esa nube eléctrica de sentimientos de la que brotan las reacciones inesperadas pero humanas de los personajes y por tanto las tramas; así es como espero conseguir una consecuencia real y genuina, y no una derivada de la planificación y por tanto (para mí y según mi modo de trabajo) más proclive a caer en la artificialidad. Pero este es mi modo de hacer las cosas, porque yo quizá le doy más peso a algunas de entre las muchas cosas que tiene para ofrecer la creación literaria, y otro escritor se las dará a otras.

    quod erat demostrandum: cada uno, a su manera.

    Un saludo.

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