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martes, 21 de marzo de 2017

Duelo de reseñas: II

¡Dice Morgan que soy astuto! Pero también que ella es una blanda, y eso no puede ser en serio. Me parece a mí que aquí lo que se está dando es la tradicional bravata de la esgrima escénica: no soy Íñigo Montoya, así que si quiero salir entero de esta voy a tener que rumiar bien cada lance.



 

Pero primero, lo primero: responderé a mi colega escritora. 

Sobre si un relato es o no de tema supersticioso, Morgan aduce (y resumo, porque la explicación es algo larga), que no lo es si lo contado tiene un fundamento racional para sus protagonistas. 

Hay dos serios fallos que lastran este argumento: primero, no se aplica a mi relato, porque el protagonista tiene en todo momento un acercamiento racional, descartando lo sobrenatural, hasta la catarsis de la historia. Sería entonces, como decir que los relatos de Lovecraft no tratan el terror sobrenatural porque los personajes protagonistas acaban por comprobar que sus miedos son corpóreos y vivos. Y segundo: si el caso fuese distinto, y si en todo momento mis personajes tratasen la superstición que nos ocupa como si no lo fuese... ¿en qué cambia eso las cosas? Una cosa es, como bien apunta Morgan, que el autor esté obligado a mantener la coherencia interna del mundo, y otra muy distinta (y falsa) que el autor esté obligado a articular su mensaje desde el prisma de los personajes. Así, una novela en que un asesino en serie cree justificadas sus acciones no es una novela sobre un héroe, sino una novela sobre un criminal. O por decirlo de otro modo, un mundo de fantasía que no lo es para sus personajes, porque es natural para ellos, sí lo es para nosotros (nuestro prisma es el crucial para articular el mensaje). 

Y esto enhebra muy bien con lo que comenta Morgan sobre mi segundo relato en Quién tiene miedo a morir, que llamé Bajo el hielo de Vostok. Desde el punto de vista de nuestra amiga este relato está más imbricado en la historia central del libro, hasta el punto de que para ello influye el (supuesto) escritor del manuscrito y aparente antagonista. La respuesta... tendrá que esperar, porque interpretar o no esta y tantas otras cosas es una de las gracias del libro, y no quiero intervenir en la experiencia de Morgan.

Y ahora sí, continúo con la reseña del segundo relato de Entremundos, llamado Restitución.

Me parece una historia nacida de alguna convocatoria, por la relevancia que tiene en el relato el clásico de Wilde El retrato de Dorian Gray. Pero con una apasionada de los clásicos como es la autora resulta difícil asegurarlo. Se trata en cualquier caso de un relato breve, muy bien medido, con imágenes memorables y un ambiente logrado. Si la referencia al clásico hubiese sido solo eso, y no estuviese mencionada de manera tan obvia y quizá hasta algo invasiva, habría ganado muchos enteros para mí. Algo tienen los pintores, las drogas, el alcohol y la bohemia, que sirven para originar relatos de terror a las mil maravillas. La historia y el recurso me han recordado a otras de Lovecraft, Barker, Bueso, Tamparillas o Nacho Cid. Y yo, sin poder compararme con los de esa lista, hice algo parecido y también con reminiscencias de Gray, en mi Solo tú me satisfaces, en Calabazas en el trastero: Aparecidos. De momento, un relato que me ha gustado más que el primero, y que curiosamente no me había dejado ningún recuerdo, mientras que sí lo había hecho el anterior. Cosas de la memoria (escasa, en mi caso: seguro que Morgan me lo perdona y no me lo tiene en cuenta).

Ahora me tocará recibir mi merecido, en el blog de Morgan... Seguro que ella que es más aplicada no tarda más de un mes, como un contrito servidor. ¡Miserere mei!

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