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sábado, 5 de noviembre de 2016

Ya a la venta: Quién tiene miedo a morir

Un tres de junio de dos mil trece, el año de las muertes de Mandela y Chávez, y también el año en que aquel pedrolo enorme cayó en los Urales, mi yo de veintidós años mandaba un correo tímido y esperanzado a la editorial Saco de huesos. Para entonces ya había publicado alguna cosilla en el buque insignia de la editorial, la revista Calabazas en el trastero. Es más, recientemente el jurado secreto de la convocatoria de relatos había rechazado mi historia A Yolanda no le asusta el cementerio, lo cual es ley de vida y se toma uno con toda deportividad. Tras preguntarle por correo cómo había quedado mi relato (porque es una práctica masoquista muy frecuente entre los participantes del Calabazas), Juan Ángel Laguna Edroso, editor de Saco de huesos, me confesó que el relato había sido descartado porque a uno de los jueces no le encajaba en la temática, que era en este caso supersticiones, y aquí de nuevo toda deportividad, porque también es ley de vida. Pero cuando el editor dice que el relato le ha gustado mucho y que él lo habría incluido, y que en general gustó entre el jurado, ahí ya la deportividad se le vuelve a uno de plastilina y las leyes de la vida son unos decretazos de sinvergüenza en funciones, y apetece sacar la guillotina, y, y... y nada, se incluye el relato en esa antología que estaba uno pergeñando. Y pensando en unas cosas y en otras, se envuelven todos esos relatos en una historia pequeña pero a la vez más grande, que permita hablar de estas cosas, o sugerirlas, o exorcizarlas. Y se escribe un correo tímido y esperanzado, un tres de junio de dos mil trece, que diga: «Te escribo porque he terminado de revisar aquella antología de la que te hablé con motivo del relato A Yolanda no le asusta el cementerio, que finalmente he transformado en una novela antológica, y me gustaría enviárosla a Saco de Huesos».

Las cosas de palacio van despacio. 

Mucho.

Y ya se sabe: las de editorial, más.

Pero más vale tarde que nunca y dos años después, poco antes de Penumbra, recibo el sí, y uno más tarde, coincidiendo con Espantabrujas, aquí está. Con su pedazo de portada, obra de Marifé Castejón, y con ilustraciones en el interior. Con su maquetación, sus páginas, su negro sobre blanco... todo lo que tenía que ser. Es un libro especial para mí, porque es la expresión de una etapa, de aquella escritura febril de relatos para cada convocatoria de Calabazas; de las tertulias en los foros de OcioZero, de las que surgieron tantas amistades; también del intercambio casi epistolar en estas islas solitarias que son los blogs (intecambio que espero retomar) y en definitiva marca el ecuador del primer lustro que he dedicado a lo que voy a llamar, casi teniendo que pedir perdón por pasarme, carrera de escritor. No es una carrera que pague el alquiler, y en ella no se corre contra otros, si no contra el tiempo y a veces en todas direcciones... pero sea cual sea el recorrido, carrera es, al fin y al cabo.

Por hoy no más brasa. Os dejo con la contraportada y la ficha técnica:


El temor ante la muerte es uno de los más extendidos, uno de los temas centrales de la literatura de terror desde su propio nacimiento. Después de todo, es la sublimación del miedo a lo desconocido, del horror cósmico que nos señala, implacable y frío, nuestro lugar en la existencia. Quizás por ello, muchas veces, en la narrativa de género, la muerte queda relegada a un símbolo, una metáfora, un recordatorio estético que se conforma con mantenerse en el cuadro como un leve resquemor, una inquietud de fondo suficiente para alimentar el desasosiego. No así en este libro.
A través de trece relatos encadenados, Pedro Moscatel rinde un homenaje al género de terror sin perder de vista las raíces del mismo. Historias de aparecidos, escalofriantes relatos realistas, ciencia ficción distópica, epidemias de no-muertos, costumbrismo lúgubre, juegos metaliterarios y narraciones pulp se dan cita en una obra que es más que una mera antología. En sus páginas nos confrontamos a la cuestión definitiva, a la verdad última.
Quién tiene miedo a morir.
Porque aunque a veces los editores tendamos a mirar hacia otro lado, incluso los lectores a apartar la vista, hay libros que están hechos para ser leídos. Aunque estremezcan. Aunque duela. Aunque no nos dejen dormir. Porque al final del camino solo queda espacio para su brutal honestidad, para la verdad que encierran y que son capaces de plantear con total franqueza.

Páginas:   182
Precio:   14€
Editorial:   Saco de huesos
Dónde comprar: