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miércoles, 26 de febrero de 2014

Más sobre Hasta siempre, princesas

Nuestra antología alrededor de la figura de la mujer ya casi está aquí. Vamos, que falta nada y menos, tan poco... que (aunque aún hay que esperar un poco para que esté a la venta) yo ya he recibido mi ejemplar en casa.

Ahí lo tenéis, bien acompañado por parte de la sección de ciencia ficción:

Así que como lo prometido es deuda y ya se va comentando por Facebook, os presento a los dieciséis autores que hemos colaborado en este proyecto, con la inestimable presencia de L.G.Morgan como prologuista y haciendo un especial énfasis en el trabajo realizado por José Luis, que además de participar con su relato ha sido nuestro coordinador e ideólogo a lo largo de estos meses locos.

Estos son los relatos en orden de aparición en el libro:

1. La venganza eterna (Ángeles Mora)
2. La mujer con alma de cuervo (Rebeca Gonzalo)
3. El celo trastornado
(Gervasio López)
4. La portadora del mal (Manel Güell)
5. Las dos muertes de la espía (Cristóbal Sánchez Morales)
6. La señora de las manzanas (Ana Morán Infiesta)
7. Los fantasmas del pasado (Juan Ignacio Vidal)
8. La elegida de Amón (Beatriz Troitiño)
9. La dama carmesí (Tony Jiménez)
10. La vieja Pata de Hueso (Juan Angel Laguna Edroso)
11. La prueba de la serpiente (Elena Montagud)
12. El corazón solitario (David Gómez)
13. La voz del viejo Mississipi (Luisa Fernández)
14. La reina de la tierra (Anna Morgana Alabau)
15. Los ojos de piedra (José Luis Cantos)
16. La Francia de los cinco años (Pedro Moscatel)

Cada uno de nosotros hemos elegido a una mujer de la historia o la mitología para centrar nuestros relatos en torno a ellas. La Pandora enviada como castigo divino, la legendaria pirata Anne Bonny, la temible Isabel Báthory, o la no tan lejana en el tiempo Janis Joplin, la bruja blanca del rock. ¿Que a quién he elegido yo? Pues la pregunta tiene trampa, y el relato sorpresa. ¿Por qué creéis que está el último? No puedo contaros más, tenéis que leerlo. 

Pronto (os avisaré) podréis haceros con el libro en vuestra librería o en la web de Libralia. Mientras tanto y por si los títulos de los relatos no os dan bastantes pistas sobre la identidad de nuestras princesas, aquí tenéis el booktráiler creado para la ocasión:

viernes, 21 de febrero de 2014

Hasta siempre, princesas, próximamente a la venta

Me hace mucha ilusión poder presentaros por fin este libro. Cuando os hablaba de Ciencia y revolución, mi próxima novela (para la que todavía tendréis que esperar un poco más) ya os adelantaba que si había entrado en contacto con Libralia, la editorial que va a llevarla adelante, había sido gracias a otro proyecto grupal del que todavía no os podía decir nada. Pues fin del misterio, porque el proyecto era este, y esta misma mañana se hacía oficial con el anuncio en el Facebook de la editorial:
«Nuevo viernes, nueva propuesta. Esta semana os proponemos un nuevo libro para que el fin de semana sea aún mejor. De Juana la loca a Janis Joplin. De La Mona Lisa, a Elizabeth Bathory. De Medusa a Mata-Hari. De Eris a Morgana… "Hasta siempre, princesas" es una colección de relatos en los que la mujer —representada por una diversa gama de personajes cruciales tanto en la historia, como en el folclore— es la protagonista. Venganzas, suspense, terror, narraciones históricas, revisiones de mitos… Fantasía y realidad unidas de la mano para conformar un viaje a través del tiempo y la imaginación. Un viaje en el que la única premisa es la fuerza y la garra del equivocadamente conocido como “sexo débil”.»
¿Qué os parece? La antología, coordinada por José Luis Cantos, reúne las historias de un buen equipo de compañeros, entre ellas mi relato La Francia de los cinco años, que cierra la colección. Como siempre os avisaré cuando esté a la venta y os iré dando noticias... de momento, y para que vayáis abriendo boca, os dejo la portada que también ha desvelado hoy Libralia:
 

miércoles, 19 de febrero de 2014

12 cosas que todo escritor novel debería saber

Este blog, lo decía el otro día, comenzó al mismo tiempo que mi aventura como escritor novel. Mi yo de diecinueve años intentaba asomar la cabeza y abrirse paso en ese nuevo mundo de gente que no se conforma con escribir y enseñárselo a amigos y familia, sino que además tiene la temeridad de intentar publicar sus historias para que las lea todo el mundo. Bueno, tal vez no todo el mundo, claro, pero sí una fracción aceptable. Al menos más gente de la que cabe en nuestro salón, ¿es mucho pedir eso?

Ahora tengo veintitrés, que sigue sin ser demasiado pero ya es otra cosa. Va a salir a la calle mi segunda novela y tengo varios relatos publicados en papel, he evitado pisar las minas del camino (estafas, engaños, coediciones y autoediciones) y he conocido a mucha gente genial pero, ¿os cuento un secreto? Ahí va: sigo atravesando un montón de incertidumbres, tengo una tonelada de anhelos todavía por cumplir y mucho trabajo cuya recompensa es incierta. Sigo sintiendo que acabo de llegar y que mañana podría ocurrir cualquier cosa. Y me encanta. 

Así que, aunque sigo siendo un recién llegado y mi experiencia no es más válida que la de nadie, aunque internet está lleno de este tipo de artículos (algunos escritos por ese yo de diecinueve años del que hablábamos antes, el mismo que a veces hace que me entren ganas de comprar un Dlorean), ahí va el mío:

12 cosas que todo escritor novel debería saber

1. El mundo es una mierda. Sí, es un principio duro, lo sé, y lo siento. Pero es que es muy importante. Yo soy un tío positivo, uno de esos que siempre le ven el lado bueno a todo, uno de esos tan felices que a veces te apetece darles un puñetazo en la boca del estómago para que dejen de contarte lo bonito que es todo. Pero no soy idiota, y sé que el mundo está lleno de desgraciados. Como escritor novel eres una persona que quiere algo, publicar. Como persona que quiere algo, eres susceptible de ser engañado por un desgraciado. Así que mucho cuidado: ahí fuera hay estafadores y timadores que querrán sacar dinero de tu obra sin retribuirte, hacerte pagar por publicar, robar tu autoría... incluso hay gente que te hará la vida imposible o te desprestigiará profesionalmente por una discusión tonta en internet o por la razón más antigua: porque sí. Mucho cuidado...

2. El mundo, por otro lado, es genial. Contradicciones a mí... ja. Hay desgraciados, sí, pero pronto verás que no son tantos. También hay mucha gente genial, gente con la que merece la pena hablar, compartir, debatir, gente de la que aprender y junto con la que crecer. Así que escribe en foros, hazlo con humildad y exponte a críticas, debate, aprende. Muévete. Lee blogs, crea uno si no lo tienes (además es un ejercicio genial que te ayudará a ser mejor escritor y a tener constancia), mantente al día. Ve a convenciones, charla con editores y escritores. ¡Empápate de ese mundo, si tú también quieres ser una parte de él! Seguro que de regalo te llevas un buen puñado de amistades.

3. Nadie empieza bien. Y punto. Nadie. Nadie, nadie, nadie. Yo publiqué a los veinte la primera novela que escribí, El rebaño del lobo. Tuve muchísima suerte, ya había escrito muchos relatos y fragmentos de novelas antes de eso y a pesar de todo el libro no es ni mucho menos perfecto, es una novela de juventud con sus defectos inevitables. Hay gente que publica una primera novela genial, estupenda, maravillosa, revolucionaria. En los periódicos se lee: "la mejor ópera prima de la década", y otras cosas por el estilo. Pero no, no te engañes: antes de esa el autor ha pasado años escribiendo, mejorando su técnica y confeccionando novelas, aunque hasta ahora no ha conseguido publicar. No hay otro misterio. No hay apenas genios, y desde luego tú no eres uno. Si lo fueses, si fueses el tipo obsesivo de persona capaz de olvidarse de comer y dormir durante días enteros, capaz de escribir un novelón en una semana, te diré que aun así tienes que aprender primero y trabajar, trabajar muchísimo. De eso no se libra nadie.

4. Registra. No es broma. Merece la pena. Ahora hay opciones privadas, como safecreative, que no entraré a valorar. Lo importante es: consigue que haya constancia con peso legal de que reclamaste la autoría de tu obra antes que un posible plagiador. El Registro de la Propiedad Intelectual es la opción que hoy por hoy da más garantías.

5. Tu tiempo y tu trabajo son valiosos. No envíes tu obra al tuntún, porque estarás perdiendo un tiempo valiosísimo, exponiendo tu texto y tal vez destruyendo oportunidades de publicar otras obras en el futuro. En lugar de ello investiga. Envía tu manuscrito a aquellas editoriales que publiquen libros como el tuyo y no pierdas el tiempo con otras. Envía tu manuscrito a editoriales que en su web anuncien que reciben manuscritos, porque muchas veces las editoriales cierran la recepción cuando están saturadas. Envía tu obra correctamente: si te dan instrucciones en la web de la editorial, síguelas a pies juntillas. Si no, en general siempre es positivo redactar un e-mail educado pero en tono personal, sincero, sin darte aires, explicando claramente y en un par de líneas lo que ofrece tu novela. Puedes adjuntar en este e-mail una breve propuesta o esperar a que la soliciten; la propuesta deben ser un par de hojas como mucho, con un resumen muy breve de tu obra, las razones por la que crees que podría interesarles (personaliza, si envías a varias editoriales haz cada una diferente: a nadie le gusta que le envíen un texto frío y genérico, y a los editores tampoco) tus datos y alguna información de interés (si has publicado algo anteriormente, si tienes un blog...). Si en la web de la editorial no lo solicitan y si desde la editorial no te lo piden, no envíes tu manuscrito. Espera siempre a que te lo pidan.

6. Nunca jamás deberías pagar por publicar. Ya lo comentaba nuestro amigo Watson en su blog. Esto debería ser de sentido común. Oye, has trabajado, has sudado tinta, y tu novela está lista. Si es interesante, con esfuerzo y compromiso de tu parte puede que consigas que un editor quiera publicarla en su sello. Si no es así, sigue intentándolo, y mientras lo haces, sigue escribiendo. No hay otra fórmula, y finalmente lo lograrás. ¿Que te piden un dinero por publicar tu obra? Di: no. Insúltales si quieres, ignórales, haz lo que te plazca, pero siempre di: no. Si tu texto es bueno entonces tiene un valor artístico y económico, por lo que siempre deberías obtener algo (aunque sea un pago simbólico) a cambio de él. Lo normal es que cobres un porcentaje de entre el diez y el quince por ciento del P.V.P. de cada ejemplar. Ahora bien, ¿además de que cedes tu texto, te piden que pagues un dinero? Huye. Te están estafando, te quieren robar los muebles y aun encima enviarte la factura del camión de mudanzas. Ni se te ocurra. Muchos escritores que caen en esto se arrepienten con el tiempo, ven que sus obras no han sido bien publicadas o que tal vez su calidad no era la que debería haber sido, se avergüenzan de haber publicado mediante este sistema y son rechazados por otros escritores y muchos lectores. No merece la pena, y trabajando duro y con constancia puedes convertirte en un auténtico escritor profesional o semi profesional. Cuando consigas publicar tu obra por sus méritos literarios y no a cambio de dinero, entenderás lo que es sentir tu trabajo reconocido.

7. Escribir no es ir en bici. Esto se olvida. Te lo digo yo: pasa un par de meses sin escribir y habrás perdido forma hasta un punto que no creerías. Así que ya sabes, si todos los grandes lo dicen es por algo: escribe todos los días. ¿Eres vago o caótico? Pues si un día no puedes escribir, al siguiente el doble. Si no avanzas con tu novela escribe un relato, y si no una entrada para tu blog o cualquier cosa que se te ocurra, pero construye cada día párrafos y oraciones, estructuras narrativas, diálogos y personajes.

8. Tienes que amar las letras. No existe en todo el mundo un buen escritor que no disfrute leyendo. Seguro que si estás aquí y quieres convertirte en escritor no tengo que decirte esto, pero lee a diario, lee tanto como puedas. Lee a grandes autores, los mejores que encuentres, y siempre intenta aprender, pero sobre todo disfruta. Después, analiza por qué has disfrutado; si lo averiguas, incorpóralo en tus textos.

9. Tienes que pensar a lo grande. Vende tu coche por diez mil, y alguien te dará siete mil. Véndelo por siete mil... y no sacarás más de cinco mil. ¿Jodido, eh? En esto de las letras, como en todo lo que la vida puede ofrecerte, tienes que apuntar muy alto, todo lo que puedas. Si tu objetivo es ser un escritor conocido y exitoso, que publica en las mejores editoriales y es traducido a muchos idiomas, trazarás un camino que puede llevarte hasta allí o hasta algún punto entre ahora y esa meta, lo que también está genial. Porque piénsalo: si tu objetivo es publicar en Amazon, no trazarás un camino que pueda llevarte a ningún sitio más y es probable que nunca llegues a nada. Conseguir lo que quieres puede ser difícil si te esfuerzas, o imposible si no lo intentas. Visualiza siempre tu futuro y traza objetivos.    

10. No eres el mejor escritor del mundo ni lo serás nunca, pero a veces tienes que creer lo contrario. Aquí nos jugamos muchas cosas. Horas de trabajo, de sueño... ponemos en juego otras profesiones, familia, pareja... y durante años es probable que no recibas nada a cambio. En esa situación es fácil pensar que el sueño nunca va a llegar, que esto de escribir es una locura... en esos casos, es necesario tener autoestima. No beses el espejo, pero tampoco seas injusto contigo. Ten fé en tu obra y sigue siempre hacia delante. Vive a base de macarrones, olvida lo que era dormir siete horas seguidas, pero no te rindas. 

11. A pesar de todo puede que no valgas para esto. Otros no te lo dirán, porque hay quien prefiere mentir a dar malas noticias, pero podría ser. Puede que no le dediques tanto tiempo como debieras, puede ser que por lo que sea ese talento no esté en ti... oye, vete a saber por qué, pero a veces pasa. ¿Y qué? Yo dibujo fatal, horriblemente, pero a veces me gusta hacerlo. Hago un garabato porque me relaja hacerlo, lo guardo y me quedo muy satisfecho. Hey, si no vales para escribir, tal vez tú sí que seas buen dibujante, o músico, diseñador, ingeniero, monitor de deportes de riesgo...

12. Nunca se termina de aprender. Esto debería saberlo todo escritor, novel o no. ¿Stephen King? Él también la caga. ¿George R. R. Martin, Paolo Bacigalupi? La cagan, claro que sí. Todavía aprenden, y todavía son falibles, y todavía están experimentando. A un nivel mucho más mundano, muchos escritores que conozcas publicarán un par de libros y se creerán la nata, te mirarán por encima del hombro y fingirán que ya lo saben todo. No admitirán delante de ti que están, por lo menos, tan perdidos como tú, si no más. Ten siempre presente esto. Puede que tú también caigas en esta trampa, nunca se sabe, así que vigila tus propios pasos. Todos, absolutamente todos, aprendemos todavía, tan perdidos y confundidos como el primer día. Habrá quien te dé la mano, y habrá uno o dos despistados que te pongan la zancadilla. Porque vamos todos juntos en esto, para bien o para mal. 

Así que recuerda. Ahora que sabes esto (seguramente ya lo supieses de antes, ¿verdad?), cuando seas mejor escritor que yo y hayas publicado mucho más, cuando hayas alcanzado el éxito internacional y vendas camiones de libros a cada segundo, no me vayas a poner la zancadilla. Yo solo soy otro escritor con más o menos arte, pero que ama lo que hace.

domingo, 16 de febrero de 2014

Relato: La hiel en los labios
























José Mariá accionó la grabadora.

—¿Se encuentra bien? —dijo, sentándose con torpeza en una orilla de la cama de hospital—. Podemos hacerlo en otro momento.

—Eso dice… pero ya ha activado la grabadora —dijo el convaleciente, y Mariá tuvo la decencia de mostrarse avergonzado—. No, me encuentro bien, y usted ha venido de muy lejos. Hagámoslo.

El divulgador carraspeó antes de adquirir su habitual entonación radiofónica.

—Dígame su nombre, Fernando. Para que conste en la grabación.

—Soy Fernando Lasanta Marcial.

—Repito para que conste lo que conozco de los hechos, según me hizo usted llegar en su mensaje. Sufrió un accidente el pasado seis de junio, cuando el ascensor en que viajaba con otras tres personas tuvo una avería crítica.

—Así es.

—Con motivo de dicho accidente, le sobrevino a usted un fallo cardiorespiratorio que le ha mantenido en estado de coma durante más de dos semanas. Dos personas murieron tras la caída del ascensor. La otra superviviente, una niña de seis años de edad, entró también en estado de coma.  

Fernando inclinó la cabeza.

—¿No es así Fernando?

El hombre suspiró.

—Eso me han dicho —asintió.

—Y usted, me decía en su  mensaje, tuvo lo que se conoce habitualmente como una experiencia extracorporal.

Fernando Lasanta se incorporó levemente. Mariá colocó otra almohada bajo la nuca del anciano coronel.

—Iremos más rápido —dijo Fernando— si me deja hablar a mí.





Fernando da dos pasos hacia el espejo. Se acerca tanto que tiene que contener el aliento para que el vaho no empañe el cristal. Entorna los ojos. Las gafas combaten la miopía, sí, pero las cataratas no hay lente que las despeje. Su escaso pelo está ordenado. Se ha afeitado bien el rostro, y las patillas están igualadas. Tiene pelo en la nariz. ¿Cuántos años hace que comenzó a salir? Siempre le dio asco el pelo en la nariz. Pero el vello puede cortarse; para sus arrugas, profundas y cetrinas, no hay solución.

—¡Detenga el ascensor! —ruega una voz de mujer.

—¡Para, que subimos! —grita, mucho más alto, la voz de una niña, y ese grito parece fuera de lugar en este edificio gris. Fernando sonríe, pero lo hace para sí, de esa manera privada que no alcanza el rostro, en una costumbre que arrastra desde la instrucción. ¿O le viene de antes, quizá?

Mira angustiado hacia el cuadrante de botones borrosos, sin saber qué hacer.

—Gracias por nada —resopla la mujer, tras contener las dobles puertas con la mano. Ha llegado por muy poco. Fernando, como de costumbre, se siente inútil e incómodo. Por otro lado y también como de costumbre, su mirada es altiva y orgullosa.

—Buenos días —dice un joven con uniforme de repartidor, que se ha colado tras la madre y su hija. Pulsa un botón. La madre otro. Fernando empieza a transpirar.

—Disculpen —ordena más que pide, y cuando le ceden espacio se inclina ante los controles del ascensor. Si fuesen de cristal o espejo, se empañarían también. Pulsa el botón para la décima planta y casi siente el ceño fruncido desaparecer del rostro de la madre, tras él, sustituído por la lástima y la compasión. Pero Fernando prefiere los ceños fruncidos.

El osito no dormía y su mamá le daba miel. Si el osito se dormía se la untaba por los pies.

Fernando mira a la niña. Esta deja de cantar y mira hacia arriba, a punto de descoyuntarse. Sonríe entornando los ojos, mostrando orgullosa sus escasos dientes de leche.

—Hola tú. ¡Yo soy una niña!

Fernando frunce el ceño. Ella sonrié más todavía. Y finalmente ocurre. Por primera vez en años, más de los que quiere admitir, el coronel sonríe. La madre trae a la niña hacia sí, y le lanza una mirada adusta a Fernando. El repartidor le mira con fijeza, lo que a Fernando le parece toda una impertinencia.

La luz se apaga.

Suena un golpe.

La luz vuelve.

Se va definitivamente.

Notan la aceleración.

Un sonido chirriante.

Dolor, un quedo llanto infantil, y después silencio en la oscuridad.

Mueren uno a uno.





—No es fácil de explicar —dijo el coronel Lasanta.

—No se contenga, Fernando. Habla con alguien deseoso de entender.

El coronel resopló, pero no había dureza en su mirada.

—No vi mi cuerpo, desde arriba, ni tampoco mi vida pasar ante mis ojos. No estaba a oscuras, porque para ser consciente de la oscuridad hay que recordar la ausencia de luz, ni tampoco en un túnel de luz, porque la luz no baña lo que hay más allá de la oscuridad. Estaba… más allá. Y «allá» no es una palabra que sirva. Tampoco «fuera», «entonces»… ni «yo», ni siquiera «ser». No se puede explicar lo que viví, al menos no completamente, pero el modo que mejor se me ocurre es este: me sentía como debería sentirse el recuerdo de algo que todavía no ha ocurrido.

José Mariá alzó las cejas. Fernando Lasanta no reparó en ello. Siguió hablando, con la mirada vidriosa y perdida en la lejanía del techo de la habitación de hospital.





Un retazo de conciencia, una levísima diferencia entre «yo» y «todo lo demás» que no recuerda el significado de la palabra alma, que no recuerda lo que es una palabra, ni un símbolo ni un significante, flota en el mar de frío absoluto que hay más alla del ubicuo campo de Higgs. «Aquí», a falta de una palabra mejor, todo ocurre al mismo tiempo, o eternamente en una divergencia en que los momentos no son consecutivos. Cada patético pensamiento de Ello ocurre en un instante que termina antes de comenzar, y que sin embargo podría medirse en infinitos cuantos de metrónomo, si tal cosa fuese posible en este mundo, por definición, inmaterial.

El conocimiento no es relevante para Ello. Tiene una vaga noción de todo lo que existe en su inmediatez, y esto es todo lo que puede decirse en palabras humanas sobre lo que siente y percibe de este lugar que llamaremos Aquí. Hay cosas. Cosas que no son Ello, y cosas que no son Aquí. Son otros Ellos, comprende Ello. Dos Ellos grandes y estáticos, y un Ellos más pequeño. El Ellos pequeño es inquieto y recorre el Aquí, aunque no se mueve en un sentido newtoneano de la palabra. De los otros Ellos, uno encoge, transmite confusión, indiferencia. Otro emite una sensación de anhelo, y esa sensación se estira y apunta al Ellos pequeño, que ha dejado de sentirse en el Aquí que Ello es capaz de percibir.

Hay otras cosas, Más Allá. No son Ello, ni Ellos, ni Aquí. Pero llenan el Aquí, de manera desordenada pero implacable. Y sienten, sienten en dirección a Ellos. El suyo es un sentimiento angustioso que le trae a Ello extraños sonidos: «violencia», «lujuria», «odio»… «hambre». Ello siente miedo, aunque no es capaz de entenderlo, cuando percibe la elongación de ese sentimiento que roza su posición en el Aquí. Ello es «yo», razona. «Soy». Y las Cosas de Más Allá se alimentarán de lo que Ello significa, y Ello dejará de ser. «Moriré».

Fernando cae en la cuenta de que los Ellos ya no están. Las Cosas de Más Allá estiran sus garras incorpóreas, abren sus fauces de la longitud de galaxias, y… un momento. ¿«Fernando»? ¿«Garras», «fauces», «longitud»?

Ello intuye esas nuevas Cosas con curiosidad. «Palabras», resuena en algún rincón de su conciencia, y esa vibración es en sí misma otra de estas Palabras.

«Soy» repite, y esta vez no se conforma con ello.

«Soy Fernando. Yo soy Fernando.» 

El conocimiento de algo que no está Aquí, que no proviene de Aquí, el conocimiento del concepto mismo de la existencia, abruma a Fernando como ocurre (ahora lo sabe) con la mente límbica del recién nacido. En breves instantes de eternidad al margen del tiempo, Fernando Lasanta es consciente de lo que es cognoscible más allá de los muros de la mente. Se gira una última vez y le sostiene una mirada a aquellos ojos sin pupilas, antes de regresar.





José Mirá apagó la grabadora.

—Está usted decepcionado —dijo el coronel Lasanta—. ¿No es lo que esperaba?

—No, no es eso —mintió José—. Es una historia increíble. Me pondré en contacto con usted si la emitimos.

Fernando Lasanta se encogió de hombros.

—Un momento —dijo, cuando José ya se dirigía hacia la puerta—. Esa niña, la que dicen que sobrevivió, ¿la ha visto usted?

José negó con la cabeza. No le mencione nada acerca de la mejoría de la niña, le había dicho el psiquiatra que llevaba el caso del coronel Lasanta. Es muy inestable a este respecto.

—No la he visto —dijo.

—Si la ve, ¿me hará un favor? —dijo Fernando Lasanta, con la voz firme pero un acusado temblor en las manos.

—Claro —volvió a mentir José.

Una lágrima rebasó el lacrimal del anciano.

—Dígale que ahora soy yo el hambriento.

José, airado, abrió la puerta.

—¡Entropía! —oía todavía la llamada de Fernando Lasanta, mientras recorría los pasillos del manicomio—. ¡ENTROPÍA! 





FIN

viernes, 7 de febrero de 2014

Ácronos vol.2, ya a la venta

Pues sí, y además un poco antes de lo previsto. Ya está a la venta en la nueva web de Tyrannosaurus Books Ácronos, antología steampunk vol2. En ella, junto a otras catorce historias retrofuturistas, aparece mi Disparos en la niebla.

Su puesta de largo tendrá lugar el próximo sábado 15 en Barcelona con motivo de la II Semana Retrofuturista, por si alguno os podéis acercar. Servidor no podrá acudir a esa primera presentación qué le vamos a hacer pero estarán allí los editores del retoño y algún compañero; si estáis cerca, ya sabéis.

Esta antología no habría sido posible sin la dedicación de su coordinador, Josué Ramos. Es compañero blogger y escritor, pero mi admiración se la gana por su faceta activista que tanto encaja con el romanticismo decimonónico que va de la mano del steam. Josué es una de esas personas que, en vez de quejarse de que la literatura que le gusta no tenga difusión, se levanta y hace lo que buenamente puede por cambiar las cosas. Y si eso no es steampunk, entonces nada lo es.

Gracias Josué, por confiar en mi historia, y también por dar ejemplo. A toda la ciencia ficción le hacen falta militantes así de entregados.