Páginas

jueves, 13 de junio de 2013

Anochecer, de Isaac Asimov y Robert Silverberg

Si las estrellas apareciesen una noche cada mil años, ¡cuánto creerían en él, y adorarían y preservarían los hombres por muchas generaciones  el renombre de la ciudad de Dios!
-Ralph Waldo Emerson

Si las estrellas apareciesen una noche cada mil años... yo creo que los hombres se volverían locos.
-John W. Campbell

Recuerdo la primera vez que leí Anochecer, el relato breve de Asimov, cuando era un chaval que apenas hacía algo más que garabatear historias inacabadas en cuadernos. Recuerdo apagar el ordenador (no lo leí en papel) y pensar, sencillamente pensar durante un buen rato. Aquel fue uno de los muchos momentos que me llevaron a ser escritor, y también uno de los muchos que me enseñaron a amar la ciencia ficción. Recuerdo comprobar después la fecha en que fue escrito, mil novecientos cuarenta y uno, y de paso leer del tirón la biografía de este autor en algún rincón de la red. Cuarenta y uno menos veinte... Veintiún años, y él ya había podido escribir un relato como este.

Veintiuno... entonces escribir como los grandes no debe ser tan difícil, me dije, y evidentemente me equivocaba. Hay mucho, muchísimo trabajo detrás de cualquier carrera literaria, y muchos palos a lo largo del camino. Pero bueno, si la tonta e ilusa idea de que yo podía hacer lo mismo que los grandes contribuyó al menos a que me lanzase a escribir, cómo me alegro de haberme equivocado.

Ahora, bastantes años después, me he hecho con la novela homónima y he podido compararla con aquel relato que, para mi sorpresa, tan bien recordaba todavía.


Relato y novela
Y aquí tenemos la desconcertante
portada de mi edición de bolsillo,
un caso típico de lo que a mí me
gusta llamar IFA (Ilustarción
Futurista Aleatoria).
Las citas con que abro la reseña no son casuales. John W. Era Dorada Campbell y un muy joven Isaac hablaban acerca de la cita de Emerson, según cuenta Asimov en su biografía, cuando el famoso editor le propuso que escribiera un relato acerca de ello: ¿Qué pasaría si las estrellas apareciesen cada mil o dos mil años?. Y dicho y hecho, bajo esta premisa Isaac Asimov escribió uno de sus relatos más famosos, leído por generaciones de aficionados y aparecido en una larga lista de antologías. 

Como ya he dicho, esto ocurrió en el cuarenta y uno; hubo que esperar hasta mil novecientos noventa para que, tras haber finalizado Asimov sus sagas de Robots, Imperio y Trantor, se le propusiera que trabajase junto a otros autores. Así surgió la novelización de Anochecer con la colaboración de Silverberg. No he conseguido averiguar el alcance de esta colaboración, ni si acaso pudo Asimov hacer algo más que guiar a Silverberg, estando como estaba en sus últimos años de vida. En cualquier caso el estilo y la prosa son homogéneos y no se notan cambios de manos (si es que los hubo), y además puede resultar divertido adivinar qué ideas de las añadidas al argumento del relato original proceden de qué autor.


¿Pero cuál es ese argumento?


La trama
Anochecer parte de una buena premisa. Nos muestra un escenario complejo, un sistema estelar de seis estrellas de diferente clase y órbita. Tenemos una estrella de luz amarilla similar a nuestro Sol, la más luminosa del sistema, también la enana roja Dovim, de luz más tenue, y otras cuatro estrellas agrupadas en un doble sistema binario dentro del sistema séxtuple que aparecen intermitentemente en días de seis soles, cuatro, tres, dos... o incluso, una vez cada muchas décadas, días con una única estrella en el firmamento, pero nunca ninguna. Nunca anochece en el planeta Kalgash en la novela, Lagash en el relato, y sus habitantes han evolucionado en un ambiente de luz constante. ¿Qué les ocurrirá entonces si, como han venido anunciando algunos científicos por un lado y unos fanáticos religiosos por el otro, sobreviniese un día sin ningún sol en el cielo, un día de completa oscuridad?

Pues, con toda probabilidad, un sobrecogimiento capaz de hacer tambalear los propios cimientos de la civilización.

Humm... un sol con anillos...  inquietante. A veces creo que había una época publicitaria en que los planetas tenían que tener anillos. Explícale tú al productor que no hay planetas en el cartel de esta película, y por qué eso es un problema...

De una extensión media-larga (unas cuatrocientas páginas en bolsillo), la novela se divide en tres partes: Atardecer, Anochecer y Amanecer, siendo la primera y la tercera completamente ajenas a la trama del relato original y sus nombres bastante auto explicativos. No imagináis la rabia que me da no poder hablar más del argumento, de las diferencias entre la novela y el relato, de mi opinión particular sobre el final... pero es que no quiero desvelar demasiado.

Sobre lo demás, cumple con lo esperado. Los personajes son intelectuales y de caracter previsible. Son reconocibles y memorables, pero no crudamente reales, algo que los seguidores de clásicos como Asimov solemos perdonar encantados pero que no deja de ser un factor a tener en cuenta. La prosa es ágil, el ritmo medido y la trama no deja cabos sueltos evidentes. Es cierto que el principio que inspiró el relato original sufre un poco llevado a la extensión de una novela: después de todo son muchas páginas, mucho tiempo para que pensemos en incongruencias. Pero estas incongruencias apenas son tales, y en cierto modo esto de afrontar un libro y pensar desde la primera página "veamos si es plausible" forma parte del rito de lectura de cualquier novela de ciencia ficción.


Conclusión
Me queda la curiosidad de saber cuánto hizo Asimov y cuánto Silverberg. Una cosa es segura: si buscáis una novela del primero, haríais mejor en leer Fundación, Bóvedas de Acero, El fin de la Eternidad o Los propios Dioses antes que Anochecer, un experimento a cuatro manos más cercano al thriller de lo que es habitual en Asimov. Pero no os confundáis: aunque distinto a lo habitual, Anochecer es un buen libro de ciencia ficción y una novela entretenida para la gente no aficionada al género. Y para los que en su día leímos el relato... para nosotros es una auténtica gozada.