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jueves, 10 de marzo de 2011

Cuidado, esperanza y miedo sobre las aceras


El alba se presentía, jugueteando ya con las tonalidades del borde del tapiz nocturno, anunciándose en una muestra natural de desaturación del color. Debería haber sido un amanecer rojo, o al menos anaranjado, para mantener un mínimo de coherencia con la noche que despedía. Pero en su típica indiferencia, el cielo sería hoy azul claro, blanquecino por la niebla y sin nubes altas visibles. No habría carnaza para los fotógrafos occidentales, no habría ningún prestigioso retrato premiado al amanecer de hoy en las portadas de las grandes revistas.

Bajó la mirada del cielo distante para atender de nuevo aquel pequeño rincón en el cercano suelo.

La mochila, recién recargada, pesaba más de veinticinco kilos entre el líquido y el dispositivo en sí. Se clavaba de tal manera que casi podía imaginar sus propios huesos desgarrando las fibras de sus músculos: vértebras, homóplatos y cadera lastimando y deteriorando la blanda y ajada carne de su espalda.

Regaba las calles a presión, como cada madrugada. Sin embargo hoy la cosa cambiaba; el sol saldría en menos de un cuarto de hora, veinte minutos como mucho, y él seguía regando aquél metro cuadrado de acera. Ni siquiera había recorrido una décima parte de su área, y todavía regaba aquellas diez o doce baldosas de piedra, con dedicación vocacional, si es que realmente existía alguien con vocación a la barrendería o, en su defecto, a la (similar pero más rimbombante) eliminación y tratado de residuos cívicos.

Las cosas iban a cambiar, por lo visto. Para bien, para mal... Para distinto.

El funcionario encargado del servicio de limpieza local había sido ejecutado tres días atrás, para empezar. Si eso no cambiaba en algo las cosas, que se lo dijesen a él. Por si fuera poco, las directivas y estamentos del Departamento de Higiene de los Inmuebles Públicos emanaban de alguna delegación ejecutiva del gobierno central, nada menos. Y el futuro del gobierno de aquel país era cuando menos incierto.

Pero lo peor de todo era el tema del petróleo, la clave del asunto. Ahí estaba el quid de la cuestión, sí señor, el meollo, la problemática, el asunto... la cosa. El futuro del petróleo y sobre todo de su precio era crucial para que las cosas pudiesen seguir de un modo aceptable.

Y es que el lubricante que empleaba para mantener la máquina, de base oleosa, lo pagaba él de su bolsillo.

Giró la válvula para dar más presión a la manguera; la mancha seguía allí, inamovible, prueba y testigo de lo ocurrido la noche anterior, noche que ya moría de oriente a occidente.

El agua del depósito se agotó con un ridículo borboteo.

Había que tener mucho cuidado. Había que tener mucha esperanza. Había que tener mucho miedo.

Cuidado.

Esperanza.

Miedo.

Cuidado, esperanza, miedo, se repetía mientras lloraba de impotencia sobre el charco de sangre reseca, el primero del mar de sangre que inundaba las calles de su zona de limpieza asignada.

Muchos riegan las calles de sangre. Tal vez el deber de los demás sea depositar cuidadosamente sus esperanzas y miedos en quienquiera que se encargue después  de limpiar la sangre de las aceras.


© Copyright 2011 Pedro Moscatel


6 comentarios:

  1. Gracias Francisco.
    No obstante, debo admitir que probablemente esa intensidad que mencionas provenga más del propio tema del relato y del contexto en que vivimos últimamente que de mis argucias y triquiñuelas de escritor. Se puede decir que con esta entrada he jugado un poco a ser oportunista... ;)
    Un saludo

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  2. Sí que es intenso. Y el final demoledor.

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  3. Aparte, Pedro. El ritmo, el estilo, juega a favor de viento, pero juega bien. :)

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  4. Me ha gustado el estilo tranquilo - forma para un relato de fondo agitado.

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  5. @Watson: Después de todo era mi intención, creo que el tema lo merece.
    @Francisco: Bueno compañero, siendo así me quedo más tranquilo, sabiendo que de darse el caso no hace falta jugar a favor del viento para ganar la partida. ;)
    @odiealex: Esa era una de las intenciones del relato, me alegro de que lo hayas notado.

    Gracias a los tres por comentar, un saludo.

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