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martes, 28 de enero de 2014

Ciencia no-ficción: un vistazo veraz a nuestro futuro inmediato

Decía Mariano Villarreal en su decálogo para escribir ciencia ficción que «la ciencia ficción NO es prospectiva: no trata de adivinar el futuro sino de especular con racionalidad acerca de posibilidades futuras y sus consecuencias». Y bueno, es cierto que en pro del mensaje el exitoso antólogo de Terra Nova (habrá un número 3, así que ya estáis enviando algo para la convocatoria) ha omitido la acepcion adjetivada y más general de la palabra «prospectiva» (que es la que por lo general utilizamos en este contexto), pero no por ello le falta razón en el fondo de la cuestión: los escritores de ciencia ficción no somos adivinos, somos especuladores. No adelantamos un futuro probable, sino que especulamos con factibles casi siempre remotos, y todos ellos tienen como reflejo la realidad de nuestro entorno. 

Otra cosa es que los aficionados a la ciencia ficción, y aquí se usa la acepción sustantivada con la que jugaba Villarreal en su decálogo, sintamos la tentación de practicar esa prospectiva que según mi recelada y muy poco amada r.A.E viene a ser el «conjunto de análisis y estudios realizados con el fin de explorar o de predecir el futuro, en una determinada materia». Vamos, que de vez en cuando nos apetece pensar en lo que va a pasar y no en lo que podría pasar; miramos al cielo, a la televisión o a nuestro entorno y decimos... ¿y ahora?

No podemos atisbar muy lejos en el porvenir, pero sí que podemos enfocar algunos retazos si miramos a nuestro futuro más inmediato. La ciencia ficción de nuestros padres y abuelos nos alcanza, y podemos hablar de proyectos tal vez menos sorprendentes por lo cercano pero que no dejan de ser maravillosos. La robótica humanoide o que imite anatomías animales ha llegado a ser práctica; la exploración del sistema solar se ha reanudado y a buen ritmo, en un escenario en el que compiten, colaboran y hasta se solapan las financiaciones y agencias públicas y privadas. La revolución de la información sigue desarrollándose y ya hay departamentos militares encargados de tareas puramente informáticas, en un escenario con presencia corporativa por un lado y de lucha directa (tristemente llamada terrorista) por otro, en tramas de espionaje que han manchado a la propia DARPA y que son dignas del mejor cyberpunk. 

Por si os interesan, estos son unos pocos de esos retazos:


Boston Dynamics se lleva el gato robótico al agua
Una desarrolladora privada a la que llevo siguiendo la pista varios años. Con proyectos de alto calado, el principal de ellos su robot cuadrúpedo Big Dog, la empresa de robótica afincada en Massachusetts recibió el apoyo financiero del departamento de armamento estadounidense, DARPA. Siguiendo la tónica general de la financiación gubernamental norteamericana, las inversiones son cuando menos poco claras, y la necesidad real de lo contratado más que cuestionable, pero hey, esto es libre mercado, baby. Nuestro afán infantil por los cacharritos nos hace alegrarnos porque una empresa de robótica reciba financiación. Nuestro miedo más o menos lógico a unas fuerzas armadas con robots asesinos nos hace preocuparnos porque la entidad inversora sea el programa armamentístico yanki. 

Uno de estos aparatitos con los que ya se está instruyendo a militares es el LS3 (al que sigue apodándose Big Dog en honor a una versión anterior), en principio un portador de equipo y munición autónomo diseñado para seguir a los soldados por terreno difícil.


Es curioso cómo ha evolucionado para tener un aspecto más artificial y en mi opinión menos escalofriante. ¿Relacionado tal vez con la famosa hipótesis del valle inquietante?

Aquí unas imágenes de aquel primer Big Dog:


Y aquí la inevitable parodia:


Otros proyectos incluyen el Cheetah, el robot que ostenta el record actual de velocidad con 28.3 millas por hora, y su versión más práctica, el Wildcat, que alcanza unas nada despreciables 16 millas por hora y se mueve por todo tipo de terreno.



En cuanto a robots antropomorfos, los ingenieros de Boston Dynamics han desarrollado el robot Petman, para la prueba fiable de equipo y camuflaje, pero sobre todo como primer ensayo y prueba para algo mucho más ambicioso: ATLAS, un robot humanoide todoterreno para usos militares.




Boston Dynamics fue comprada recientemente por la omnipresente Google, difícil todavía saber si lo hizo con el fin de eliminar competencia para sus otros proyectos en el sector o si hay un interés real en aprovechar las vías de investigación abiertas por el pionero equipo de Massachussets. Por el momento, Google ha asegurado que cumplirá con los contratos que Boston Dynamics tenía pendientes con el ejército de los Estados Unidos.


La Estación Espacial Internacional se jubila y el ambiente orbital se caldea
El proyecto internacional de la estación espacial se desmiembra. Hacia 2020 se espera el fin definitivo de la misión de la ISS, y más allá de ese momento la órbita terrestre podría ser un lugar muy diferente al actual.

No es ningún secreto que EEUU no ha sabido dar la talla en este apartado concreto de la carrera espacial. Solo hay que comparar el despilfarro inmenso que significó Skylab, un proyecto inviable y chapucero, con la funcionalidad y economía de recursos que llevó a la Mir a funcionar durante 12 años y por un coste mucho menor que el de los proyectos americanos que ni siquiera se llegaron a realizar. Los módulos diseñados y lanzados por la Unión Soviética siguen operativos en la sección rusa de la ISS. Sus sistemas de soporte vital funcionan todavía para toda la estación, y hoy en día, más de un cuarto de siglo más tarde, la NASA sigue demostrándose incapaz de emular esta tecnología. Estos mismos módulos rusos, que fueron diseñados para ser reutilizados, forman parte de un plan del Roscosmos (la agencia espacial rusa) para ensamblar una estación espacial rusa tras la desactivación de la ISS. ¿Qué harán entonces los Estados Unidos, hasta la fecha incapaces de mantener hombres en el espacio de manera permanente?

Pero la dualidad de la guerra fría quedó atrás, y estas dos potencias no son ni mucho menos las únicas. De entre las muchas agencias y bloques de agencias espaciales gubernamentales, avanza con más fuerza que el resto la china. El módulo Tiangong 1  fue lanzado ya en 2011, y los planes avanzan sin contratiempo para acoplar una Shenzhou en 2015 (fase de laboratorio orbital) y finalmente un módulo habitable para el establecimiento de una estación espacial de larga estancia (más similar a la Tiangong que vimos en Gravity) a partir de 2020. Teniendo en cuenta que China posó este diciembre la sonda Chang'e 3 en la superficie lunar, y que planean varias misiones automatizadas en el futuro próximo y una misión tripulada en la década de 2020, no es difícil ver por qué la estación espacial es un apartado crucial en los planes del programa espacial Chino.

Pero hasta ahora estamos hablando de iniciativas gubernamentales... ¿qué pasa con la industria privada? Por que sí, grandes empresas están viendo un filón en el sector aeroespacial, y no solo reciben contratos de agencias sino que empiezan a elaborar sus propios proyectos. Una de las más punteras del momento es la revolucionaria spacex, la creadora del Falcon-9, un cohete de próxima generación del que se hablan auténticas maravillas, o del impresionante cohete Grasshopper o «saltamontes». En los siguiente videos veréis por que lo llaman así. El primero está grabado desde un dron giroscópico y el segundo (de un vuelo distinto) desde el suelo:





¡Normal que las vacas se pongan nerviosas! Un cohete capaz de ser reutilizado significaría un descenso enorme en la inversión necesaria para las misiones espaciales, abaratando la puesta en órbita de módulos y satélites y haciendo más realizables sueños como el asentamiento en suelo lunar o la exploración humana del planeta rojo.


Y también...
Hay más futuros de los que hablar, avances maravillosos y anuncios de cosas increíbles por venir, nuevos materiales, revolucionarios medios de transporte... Pero el post corre el peligro de estirarse indefinidamente y mi única intención era la de despertar esa sensación de asombro que también habita fuera de la ficción. Así que os animo a investigar por vosotros mismos, a bucear en esas noticias que casi nunca se abren un hueco en la prensa generalista y descubrir maravillas que no son especulaciones propias de la ciencia ficción, sino adelantos de un futuro que ya casi está aquí.

jueves, 23 de enero de 2014

Ácronos vol.2, muy pronto a la venta

Tyrannosaurus Books ha tirado de la manta y ha querido compartir con todos nosotros la portada de la segunda entrega de Ácronos, que por cierto vuelve a tener una pinta genial y que esta vez ha sido diseñada por Joe Day.

Además han confirmado en su web de facebook que salvo imprevisto el libro estará a la venta muy pronto, a mediados de febrero. 

Entre sus páginas irá, como ya sabéis, mi relato Disparos en la niebla. 

Os dejo con la estupenda portada:


martes, 7 de enero de 2014

Hijos de Tayyll, de Raelana Dsagan

Texto de contraportada:


En el mundo desértico y siempre peligroso de Tayyll, sus habitantes luchan por sobrevivir a los elementos y a sus propios demonios.
Descubre en estas páginas los secretos que se ocultan en la ciudad de Ohmp, o el poder y la responsabilidad que arrastran los magos de las montañas.
Las historias se entremezclan en Hijos de Tayyll, creando un rico tapiz que nos permite introducirnos en este fascinante escenario.


Una pequeña introducción: Yo y la fantasía épica
Hace años que apenas leo fantasía épica. Hala, ya lo he dicho. Leí a Tolkien, una gran parte de la Dragonlance, novelas de los Reinos olvidados, y bueno, casi cualquier cosa que encontraba con elfos y dragones, porque eso es lo que se hace cuando tienes diez o once años y descubres algo tan inimitable como la Tierra Media: buscar imitaciones. Pero pasada la adolescencia dejé de leer este tipo de novelas, salvo algún título de vez en cuando, y la mayoría fuera de lo típico. Tal vez me cansé de revisitar una y otra vez mundos tan similares, de revivir el mismo viaje heróico plagado de los mismos clichés, de soportar sagas de miles y miles de páginas de incontinencia pseudo medieval. Y por eso de un tiempo a esta parte me he refugiado en la ciencia ficción, el terror o el fantástico más amplio (estoy pensando en libros como American Gods, de Neil Gaiman, La historia interminable de Michael Ende o cualquiera de la saga del Mundodisco de Terry Pratchett).

Soy consciente de que, como siempre que se rechaza algo en base a una opinión incompleta, me equivoco al no seguir buscando ese tipo de fantasía que me reconcilie con el género. Me encantan las obras de ciencia ficción de Ursula K. Le Guin, por ejemplo, y tengo casi la certeza de que me gustaría su saga de Terramar. Por otro lado, decepciones como Canción de hielo y fuego, que sí, es una saga estupendamente escrita, pero para mi gusto innecesariamente alargada, hacen que jugársela con un nuevo título de épica no me resulte fácil.

Otra pequeña introducción: Los relatos de Raelana Dsagan
Una vez establecido mi disgusto por las dragonadas más arquetípicas, resulta difícil creer que me lanzase a comprar un libro de fantasía épica con magos y dragones, como el que nos ocupa. Pero es que la cosa tiene truco. Porque yo ya sabía cómo escribe Raelana (Carmen del Pino), y esa garantía puede serlo todo. Porque he leído sus relatos, a menudo profundos, alguna vez cienciaficticios, y nunca me han disgustado. 

Creo que Raelana ha publicado ya siete u ocho relatos en Calabazas en el trastero, y a lo largo de todos esos números (incluso hemos coincidido en un par) he podido ir conociendo su forma de escribir. Hasta me he descubierto impaciente por leer su relato de entre los trece por saber, como me pasase con otros calabaceros (Santi Eximeno, Manuel Mije, Ignacio Cid o Miguel Puente) que su historia iba a gustarme sí o sí

Supongo que aquí hay un componente subjetivo, por encima de la calidad del relato, que es el que hace que sus cuentos funcionen para mí. Puede no ser extrapolable para todos, pero a mí me ganan la solidez de sus personajes y su afición a la introspección, sus tramas profundas y a menudo transmisoras de mensaje.Y no soy el único que opina así, creo. Podéis ir a la ficha de su libro en la web de Pedro Escudero Ediciones para leer muchos de sus logros. 

Pero con todo, pensaréis, una dragonada es una dragonada, ¿no? ¿Consiguió Raelana, a pesar de gustarme cómo escribe, hacerme disfrutar con este libro de un género que yo ya tenía más que aparcado? Aquello eran relatos, y esto es una novela y su primer libro publicado en solitario. ¿Ha conseguido Raelana dar bien el salto?

Hijos de Tayyll
Venga, os doy la respuesta corta: sí a las dos. ¿Demasiado corta? Bueno, antes de solucionarlo y ahondar más en el argumento y los pros y contras del libro dejadme que os hable del aspecto formal: Hijos de Tayyll abarca poco más de cien páginas, lo que la convierte en una novela corta (de unas ¿veinte, veinticinco mil palabras?). Este formato permite recrearse en una historia que, aunque corta, resulta ser profunda e inmersiva sin que por ello sobre nada. Además, está estructurada de un modo que, al principio, me hizo pensar en un fix-up, es decir, en una novela compuesta a base de historias independientes escritas anteriormente. Pero aunque no lo descarto, creo que más bien nos encontramos ante un inteligente juego con el hilo temporal de la trama, una historia en que las distintas líneas narrativas vienen a unirse con maestría y para la cuál no se me habría ocurrido un orden mejor en que presentar los hechos. 

La narración comienza en las montañas, con el encuentro entre Grustak un guerrero del mar de sal y una joven hechicera ciega de la que ni siquiera sabremos el nombre, por el momento. Grustak ha venido en busca de un hechicero que ayude a su tribu, un deseo compartido por todas las gentes que malviven en las arenas del desierto. Pues los hechiceros, que podrían ayudarles con su magia basada en la consciencia del cuerpo y la abstracción de la mente, siempre viajan a servir a los habitantes de la ciudad de Ohmp. Allí hay otro tipo de magos, unos pocos elegidos que desprecian sus envolturas corpóreas y cultivan una magia muy distinta a la de las montañas mediante la que dominan los secretos de la mente.

El modo en que esta premisa (una de las muchas que articulan Tayyll) se nos presenta poco a poco, en pinceladas de información estratégicamente diseminadas a lo largo de la lectura, convierte un planteamiento a priori convencional en una propuesta original y que mantiene la sensación de maravilla hasta las últimas páginas.

Es esto mismo, el modo en que la información se presenta subrepticiamente, y siempre dejando que el lector rellene algunos de los huecos, lo que evidencia a la autora como una admiradora de los hitos del género de espadas y dragones, sí, pero también como una hábil manejante de los recursos narrativos propios de la ciencia ficción. Y es que en esta historia con dragones que no son los típicos dragones y hechiceros que siguen siendo humanos, también hay espacio para la especulación. Así, el mundo de Tayyll no siempre fue un erial desértico, y podemos preguntarnos cómo llegó a ser lo que es. Tampoco las sociedades que lo pueblan fueron siempre así, y esta interrelación ecosistémica que tanto recuerda al Dune de Frank Herbert compone un trasfondo poderoso y evocador, requisito ineludible en esta fantasía a la que a lo mejor cabría llamar la de arquitectura de mundos, en la que los escritores toman el papel de dioses en su particular Génesis. 

Las similitudes con la obra de Herbert no terminan en lo ambiental, por cierto. Desde el aspecto profético hasta las más evidentes (el pueblo del desierto y la restitución de su bienestar, las criaturas de las arenas, ese gran cambio o desastre sugerido en el pasado...) son reminiscencias, sin embargo, que en ningún momento empañan la obra ni le restan originalidad. Las pequeñas criaturas colmenarias de color azul brillante, por ejemplo, que conviven en simbiosis con los hombres del desierto y les proveen de agua mientras que se alimentan de su carne y viven en comunión psíquica, son lo mejor que un servidor ha visto en mascotas simbióticas desde que Lucas se inventó esa tontería de los midiclodianos. 

Pero siempre digo que no me gusta desvelar mucho de las tramas, y creo que con este libro —especialmente este, que es corto— me estoy pasando. 

Así que antes del alegato final paso a lo más temido: los defectos. Debo decir que en la narración hay cierta fluctuación del sujeto y del tiempo verbal narrativo, que al menos a mí me resultan incómodas. Aunque por lo general no puede decirse que estas discordancias sean del todo incorrectas, la verdad es que afean algunas frases y dificultan la lectura en varias ocasiones. A veces perdemos de vista quién dice o hace qué y a quién, o pasamos sin que venga justificado por el contexto de un «dijo» a un «dice», o de asistir a los pensamientos de un personaje a los de otro, cuando sin embargo se nos hace pensar que el narrador, aunque en tercera persona, no es omnisciente. Creo que esta es una de las últimas cosas que le quedan por pulir a la autora para que la lectura sea redonda, obviando en lo que toca al corrector una o dos faltas de esas que siempre terminan escapándose y que mucha gente ni siquiera verá, por lo que carecen de más importancia.

Así que nos queda un libro corto pero muy bien llenado. ¿Por qué comprarlo? Pues porque es toda una confirmación para los que decimos que también puede haber fantasía breve y de calidad, porque la autora es signifique lo que signifique eso de aquí, porque cuesta diez eurillos y vosotros no sé, pero yo eso lo tengo muy en cuenta; porque está entramado como para sentarse y tomar nota, porque los personajes se dejan querer y porque está plagado de detalles originales. Porque desde la distancia recuerda a Le Guin y a Herbert, es fantasía pero (aunque mesiánica) tal vez no es épica, y bebe sin complejos de la mejor ciencia ficción social y humanista. 

En fin, porque me ha demostrado que hay dragonadas historias de fantasía con magia y dragones ahí fuera capaces de hacerme disfrutar.

jueves, 2 de enero de 2014

Cambios, cambios, cambios...

Cambiamos de año, y toca echar la vista atrás, primero, y hacia delante, después. También plantearse nuevas metas o, por qué no, renovarse. Y sí, sé que en realidad esta fecha debería ser tan normal como cualquier otra, y que en cualquier momento del año podemos hacer estas cosas (y las hacemos), pero el manido recuento/propósito de año nuevo no deja de ser un empujón que no está de más aprovechar. 

La primera parte de este ritual, el vistazo atrás, tiene un sabor dulce para mí. Y es que ha sido un año del que no me puedo quejar, productivo y lleno de recompensas que me han animado siempre cuando más lo necesitaba. Durante este 2013 que se nos va he escrito una novela antológica, dos  novelas cortas y diez relatos breves. He publicado dos historias cortas en antologías impresas, una en mi querida Calabazas en el Trastero, en el número XIV (titulado esta vez Creaturas) y otra en Steam Tales. Me llevé la alegría de ser seleccionado para la antología Ácronos 2 de steampunk y, casi casi cerrando el año (menudo broche), he firmado un contrato editorial por los derechos de mi segundo libro en solitario, Ciencia y revolución

Mirando hacia el año entrante, no puedo ser menos que optimista. Tocará celebrar la publicación de Ciencia y revolución, como plato fuerte, y de regalo la de Ácronos 2 (que, al margen de mi relato, os adelanto que tiene una pinta fantástica) y alguna sorpresa más de la que todavía no os puedo hablar.

En cuanto a los propósitos... os los podréis imaginar: espero seguir escribiendo tanto como pueda y así, al menos, mantener el ritmo y seguir descubriendo sobre la marcha cómo demonios funciona esto de la literatura. Seguir conociendo a compañeros de letras de los que aprender y con los que crecer y, ya toca, ir a convenciones y otros saraos. No he ido a ninguna Hispacón, pero la de 2014 ya no me la pierdo, y es solo uno de los muchos eventos a los que (y creo que merecerá la pena) me encantaría poder acudir, aunque en la práctica no se puede hacer todo... el furgol es asín.

Y luego está el blog. Que se le coge cariño, joé. La cosa empezó como la bitácora de un novel, enseguida y fugazmente promoción de mi primera novela y, al final, ha terminado siendo un cajón de sastre en el que han cabido cosas tan dispares como una reseña de las Novelas Ejemplares de Cervantes (con un montón de visitas: chavales, copiar está feo... pero si lo hacéis bien y no os pillan los profes, me alegro de echaros una mano). Un artículo sobre el sexo en la literatura (también de los más visitados, pero es que el sexo es el tag de los tags, qué le vamos a hacer). Un manual para crear y subir vuestro favicon (con capturas de pantalla y, como dice un amigo, explicado para tontos). Y bueno, algunos relatos de mejor o peor factura, muchas reseñas de libros de autores internacionales y pieldetorenses, artículos de opinión, comentarios de pelis, ocio, cosas personales y, a veces, entradas de relleno porque soy así de malvado. 

Como véis ha cambiado el diseño. No sé si a mejor (a mí me parece que sí, ya me diréis) o solo a distinto, lo que de por sí también se agradece. 

Odio las frases hechas y poco sentidas... pero no por eso es menos cierto que os deseo a todos, nos deseo, un año dos mil catorce perfecto en todos los aspectos (siempre hay que pedirle mucho a la vida, y así tenemos algo de margen con lo que negociar). En cuanto a dos mil trece... quedaos con lo bueno, y habrá sido un año bueno, sin importar los malos momentos que hayáis pasado. ¿Que ni por esas se os queda un buen recuerdo? Pues pensad que esos doce meses están criando malvas y el calendario en la papelera. 

Sed felices y sed buenos, pero no porque sean fiestas. Mejor porque sí.