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jueves, 26 de septiembre de 2013

Breve: El rebaño del lobo, dos años después

Hace un par de días que un buen amigo me enviaba esta fotografía tomada en la fnac: 



Me siguen haciendo ilusión estas cosas, espero que no sea algo malo, que no me convierta en un ingenuo, o peor, en un soberbio. Pero no, digo yo que tiene que ser normal, que a cualquiera le hace ilusión ver que su libro, su criatura, sigue en las estanterías. 

Parece que fue ayer, cuando vi por primera vez la maquetación de portada, cuando leí la prueba previa de imprenta, o cuando caminaba con el primer ejemplar, mi ejemplar, por fin en la mano (ese mensaje de mi editor, Juan Carlos: "tenemos los libros.").

Ha pasado el tiempo, creo haber aprendido algo desde entonces, aunque sé que no he hecho más que empezar y esto de aprender no es algo que termine nunca; todavía quedan muchas noches de trabajo, muchos retos y muchas decepciones, espero que salpicadas de algún éxito... pero qué coño, jamás habría esperado esto hace años, cuando garabateaba relatos en una carpeta de folios. Y encima Lobo, Julia y el resto del rebaño siguen dando caña... 

Un motivo genial para sonreír. Gracias, colega.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Nano-relato animado: Cuatro esquinas

Otro experimento. No sé si debería llamarlos así, no sé si son nanorelatos, animaciones interactivas, ocurrencias, o una manera diferente de ejercitar la programación... pero son divertidos de hacer, así que puede que detrás de estos vengan otros.


CONOCÍA EL CASTIGO QUE ME ESPERABA SI FRACASABA, PERO IGUALMENTE INTENTÉ LO IMPOSIBLE. FUE COMO LEVANTAR AL MISMO TIEMPO LAS CUATRO ESQUINAS DEL OCÉANO.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Descendencia extraterrestre



Una bandera, una pose heróica y un montón de té echado a perder: un inicio para este artículo que puede resultar extraño pero que no es casual. 

Estados Unidos: la colonia emancipada de la metrópolis, la nación que surgió fuera de lo que, hasta poco tiempo antes —en términos históricos—, era considerado el mundo civilizado. No fue la única colonia que vivió su revolución americana, bien lo sabe latinoamérica; pero fue esta la que hizo cundir el ejemplo liberal en tierras galas, la que domó el capitalismo, se convirtió en imperio, y en política acabó relegando a un segundo lugar (después tercero, y cuarto....) al que fuese primer hogar de los colonos: la vieja Europa. 

Nueva Orleans no es Francia, ni Boston es Irlanda. No había en Estados Unidos holandeses, belgas y noruegos, después polacos, húngaros y armenios, después gente de todo el globo. En Estados Unidos lo que hubo desde muy temprano fueron estadounidenses, o como ellos lo llaman, americanos (sin olvidar aquello del origen: ciudadano norteamericano de origen indú, ese resquicio de pertenencia a una cultura milenaria).

Fue leyendo a Asimov, hace unas semanas, en concreto Los robots del amanecer, cuando un párrafo me hizo pensar en algo en lo que por otro lado ya había pensado antes, pero esta vez de otra manera. El párrafo en cuestión no lo recuerdo, pero el pensamiento sí y era el siguiente: del mismo modo que los colonos británicos en norteamérica, así como cualquier otro grupo de colonos en America, África y Oceanía, desarrollaron ese sentimiento de independencia, ¿no sería lógico pensar que lo desarrollarían los colonos que enviemos al espacio?

Es un pensamiento que no solo puede parecer pueril sino además obvio, soy consciente, pero así empiezan la mayoría de ejercicios especulativos. Y sí, ya se ha escrito sobre colonias espaciales que se vuelven contra la Tierra, también lo sé. Pero no creo que fuese lo mismo hablar de esto entonces, en los años treinta, cincuenta y aun ochenta, que ahora, cuando la sonda Voyager ha abandonado la heliosfera, nuestros robots recorren suelo marciano, el gigante —¿obsoleto?— que es la estación espacial internacional aununcia su retirada y da paso a una nueva carrera espacial en el espacio inmediato y la Luna, las iniciativas privadas alcanzan a sus homólogas gubernamentales en proyectos increíbles como el cohete grasshoper de space-X o incluso proponen establecer una colonia humana en Marte a un cortísimo plazo.

La colonización del espacio está en boca de todos los grandes gobiernos. Para empezar, es obvio que esta colonización podría quedarse en poco más que una presencia robótica o de un mínimo de personal, llegado el caso. Pero, ¿y si...? —aquí es donde entra la especulación—, ¿y si hubiese una gran presencia humana fuera de la Tierra? En la Luna, en Marte, en Europa (el satélite de Júpiter), en una estación artificial, no importa donde pero fuera de la Tierra. En cincuenta, cien o ciento cincuenta años, tampoco importa cuando. 

Las colonizaciones suelen comenzar todas igual: lo haremos por el bien de la Tierra. Tanto como decir que lo hicimos por el bien de Europa. ¿Y qué ocurrió cuando los colonos dejaron de ser europeos y se convirtieron en otra cosa? ¿Y cuando los colonos dejen de ser terrícolas, y tomen conciencia de su nueva identidad, una identidad —y perdón por el efectismo pero es así— extraterrestre? 

En la historia el colonialismo tuvo consecuencias que todos conocemos para la población indígena, pero también para las generaciones posteriores de la propia fuerza colonial, que en la mayoría de casos desarrolló (bien en justicia, bien por ambición, no viene aquí al caso) sentimientos de independencia. ¿Qué podemos esperar del escenario tan diferente que se nos presenta, y al mismo tiempo tan plagado de paralelismos con el pasado? 

A cuestionar esos esquemas de colonización espacial en nombre de la Tierra y la humanidad va la siguiente pregunta: ¿qué obligación sentirá hacia la Tierra el nieto del nieto de un hombre nacido a millones de kilómetros de la Tierra? ¿Se seguirá sintiendo humana, originaria de la Tierra, nuestra futura descendencia extraterrestre?

lunes, 9 de septiembre de 2013

A la venta Calabazas en el Trastero XIV: Creaturas


Ya se puede comprar el número XIV de la publicación ganadora de dos premios Ignotus que, a este paso, ya empieza a ser longeva (y lo celebramos). Podéis comprar este número y cualquiera de los anteriores en la web de Saco de Huesos y, de paso, leer mi relato Recuerdos en la sangre.